Libros prohibidos.

 
El pasado noviembre la editorial RBA publicó “Breve historia de los libros prohibidos” de  Werner Fuld, escritor y crítico literario alemán.
 
Esta obra, parece ser que la primera en hacerlo, se recopila y explica los casos de censura y autocensura que se han producido en la literatura. Comienza su andadura con los autores de la Antigüedad clásica y continúa a lo largo de la historia hasta llegar a nuestros días.
 
Evidentemente en este libro se hará referencia a aquellas obras que a pesar de ser proscritas, perseguidas y se haya intentado su total destrucción han sobrevivido, porque si de algo no dudo es de que habrá muchas otras que no habrán llegado a nuestros días.
 
Según Werner Fuld la historia de las prohibiciones es, fundamentalmente, la historia de la supervivencia de la memoria humana almacenada en los libros. Para salvar de la destrucción un manuscrito y transmitirlo a la posteridad se requiere implicación personal y valor cívico. Por ello el volumen dedica un recuerdo a los hombres y mujeres que en circunstancias difíciles han arriesgado la vida para salvar de la destrucción libros prohibidos.
 
También según el autor, el hecho de que las obras hayan sobrevivido a pesar de todas las persecuciones y prohibiciones es tan notable como la convicción de los perseguidores de que con la muerte del autor se extinguen también sus ideas. Si verdaderamente los dictadores hubieran tenido el poder que creían tener, buena parte de la literatura universal no existiría. Y por todo ello vaticina que los intentos de frenar ciertos libros y ciertos contenidos incómodos en Internet por parte de ciertos países están condenados al fracaso.
 
También como explica Fuld en su ensayo, saber leer y escribir es un acto de apropiación del mundo. El que aprende a leer unas cuantas palabras pronto podrá leer todas las palabras, y si comprende que con una frase se ha apropiado de una parte del mundo no se dará por satisfecho con una sola frase.
 
La primera destrucción masiva de libros se supone que ocurrió en Sumeria hace unos 5300 años, por deterioro, desastre y conflictos bélicos.
 
La primera quema de libros en Roma la ordenó Augusto en el siglo 12 antes de Cristo, con obras oraculares y proféticas. De esta forma nadie pondría en duda sus ideas políticas.
 
Para la biblioteca de Alejandría se suponen varios motivos: incendios bélicos, orden de destrucción por parte de los árabes, ataques los cristianos, terremotos y la falta de presupuesto.
 
La iglesia católica creó en el sigro XVI el índice de libros prohibidos, que tuvo muchas ediciones hasta que en 1966 Pablo VI lo suprimió.
 
En 1933 se hizo en Alemania el llamado Bibliocausto nazi, otro ejemplo de cómo la política atenta contra las obras de arte.
 
En el libro también se hace referencia los casos en que han sido los propios autores quienes intentaron o encargaron a terceros la destrucción de sus obras como Virgilio, que dejó ordenado en su testamento que se quemase la Eneida, pero el emperador Augusto ignoró su última voluntad. Fraz Kafka quemó manuscritos que no le gustaban. Su albacea Max Brod no respetó tampoco su voluntad y preservó obras como El castillo y El proceso.
 
Nabokov  intentó destruir “Lolita” cuando era un borrador llamado “El hechicero”, pero que su mujer pudo salvarlo de las llamas.
 
Indudablemente cuando hablamos de destrucción de libros no podemos por menos que hacer referencia a la gran obra de Ray Bradbury, Farenheit 451. En ella nos muestra el autor cómo se intenta conseguir una sociedad borreguil y adoctrinada sirviéndose para ello de elementos visuales que permitan la inoculación de un determinado tipo de pensamiento, la destrucción de todos los libros y  la prohibición de la lectura, mermando por tanto de la capacidad crítica de las personas que la conforman.
Los bomberos ya no se dedican a apagar incendios, los provocan. Su fin es la destrucción  de los libros, los cuales, en concreto el papel, –tal y como reza en el título- arden a 451 grados Farenheit. Es decir; destruir y aniquilar el pensamiento.
Pero también nos imprime un halo de esperanza, la del bombero que salva un libro de la quema y empieza a leer.
 
Que, históricamente, los regímenes totalitarios, religiosos… y  por tanto no democráticos, han intentado siempre coartar, censurar e incluso anular o manipular la cultura a razón de sus intereses, así como eliminar la libertad de expresión es algo a lo que estamos más o menos habituados, ya que es una forma de intentar perpetuarse en el poder, pero a lo que no lo estamos es a que en regímenes supuestamente democráticos también se haga, y por desgracia estamos siendo testigos de cómo se coarta esa libertad de expresión, tanto en medios impresos como en Internet.
 
Es por eso que debemos preservar y cuidar lugares como ZonaeReader dónde podemos expresarnos con libertad sin miedo a ser censurados.
 
Fuentes: 
El país
El placer de la lectura.com
 
Reeditado porque me había dejado las fuentes.
 


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