Microrrelato 91 - La intervención
Aunque de manera intermitente, la lluvia no había cesado de caer durante las últimas semanas. La humedad se colaba por las juntas de la estrecha ventana de la estancia, desde la que, sin embargo, era posible contemplar la ciudad en todo su esplendor; varada sobre el lago, se le antojó un espejo humeante, labrado de canales celestes y jardines de un deslumbrante esmeralda.
Pese a creer tenerlo dominado, por momentos, el temor volvía a presentarse; un miedo elemental que nublaba sus sentidos a medida que se acercaba la fecha señalada en el calendario. A falta de pocas horas para cumplir cincuenta y dos años, recordó como se había determinado meses antes en consejo que, tras una dura existencia de pugna frente al enemigo, era imprescindible intervenir su corazón, si querían que la vida contara con opciones para abrirse paso de nuevo.
Al intuir que el momento se aproximaba, tomó algo del maíz del desayuno para asentar el vientre, y apuró de un solo trago el tónico amargo que contenía la vasija ceremonial, siguiendo las antiguas indicaciones de los ancianos.
Cuando despertó, todavía bajo los efectos lisérgicos del pulque, lo hizo sólo para comprobar que el cuchillo de pedernal acababa de abrirle el pecho; tuvo tiempo aún, antes de que lo decapitasen, para ver como su corazón palpitante se consumía sobre las brasas. Por fin, Xólotl, el caballero águila, fue despeñado desde el templo, escaleras abajo, entre los vítores del pueblo entero de Tenochtitlán, que celebraba un nuevo y esperanzador ciclo de vida.
Pero ya no estaba allí para oírles, Huitzilopochtli, el colibrí de la izquierda, ya revoloteaba a su alrededor para acogerlo en su seno.