Lo mejor de la lectura siempre será, al menos para mí, el modo en que las obras se agazapan en tu mente una vez leídas y dando un salto mortal reaparecen abofeteándote la cara a cada ejercicio por entender la realidad que te ha tocado vivir.
Hugo Chávez ha muerto. No soy el indicado, ni este es el lugar para cuestionar su figura pública. Menos aún cuando el debate abierto por los medios de comunicación ya se encarga sobradamente de ello; pero suele suceder, aunque procures evitarlo, que este bombardeo informativo te lleve a determinadas asociaciones mentales. Hablo sólo de implementaciones, subjetivas por encima de todo, y perecederas en cuanto que proceden de un individuo sin atributos, yo.
Frasciso Ayala creó una obra inmensa. Una novela aplicada y aplicable. Una obra dúctil de la que se obtiene un paradigma que cada lector es libre de situar en el contexto histórico que se le antoje. Se describe un líder ficticio en un país ficticio con una trama argumental ficticia basada en la corrupción, la represión y el asesinato, también ficticios. Pero ¿de dónde esta ficción?... de todas partes y de ninguna. Así es como se consigue construir una obra universal, y, ante todo, atemporal.
La prosa de Ayala es afilada, elocuente, magnífica a la hora de reproducir los registros de los personajes, magnífica describiendo escenarios y situaciones desgarradoras. Una lección de historia de todos los tiempos. Una obra cumbre, imprescindible para todo aquel que asuma el riesgo de aprehender la realidad de "lo ficticio".
Una obra maestra... MAESTRA ante todo... Imprescindible en cualquier biblioteca...
Poco me queda que añadir al comentario de Diógenes (cenquiu por la recomendación): una magnífica novela, con una gran variedad de registros, todos ellos con un cierto sabor añejo, a la que poco puedo afear salvo la ausencia de una visión de la sociedad en su conjunto (parecería, quizás que la historia de un país o un pueblo pasa, únicamente por las historias de un puñado de personajes). Aunque, quizás (segundo quizás), me empeñe en llevar las historias a mi huerto personal.
Opiniones
Lo mejor de la lectura siempre será, al menos para mí, el modo en que las obras se agazapan en tu mente una vez leídas y dando un salto mortal reaparecen abofeteándote la cara a cada ejercicio por entender la realidad que te ha tocado vivir.
Hugo Chávez ha muerto. No soy el indicado, ni este es el lugar para cuestionar su figura pública. Menos aún cuando el debate abierto por los medios de comunicación ya se encarga sobradamente de ello; pero suele suceder, aunque procures evitarlo, que este bombardeo informativo te lleve a determinadas asociaciones mentales. Hablo sólo de implementaciones, subjetivas por encima de todo, y perecederas en cuanto que proceden de un individuo sin atributos, yo.
Frasciso Ayala creó una obra inmensa. Una novela aplicada y aplicable. Una obra dúctil de la que se obtiene un paradigma que cada lector es libre de situar en el contexto histórico que se le antoje. Se describe un líder ficticio en un país ficticio con una trama argumental ficticia basada en la corrupción, la represión y el asesinato, también ficticios. Pero ¿de dónde esta ficción?... de todas partes y de ninguna. Así es como se consigue construir una obra universal, y, ante todo, atemporal.
La prosa de Ayala es afilada, elocuente, magnífica a la hora de reproducir los registros de los personajes, magnífica describiendo escenarios y situaciones desgarradoras. Una lección de historia de todos los tiempos. Una obra cumbre, imprescindible para todo aquel que asuma el riesgo de aprehender la realidad de "lo ficticio".
Una obra maestra... MAESTRA ante todo... Imprescindible en cualquier biblioteca...
Poco me queda que añadir al comentario de Diógenes (cenquiu por la recomendación): una magnífica novela, con una gran variedad de registros, todos ellos con un cierto sabor añejo, a la que poco puedo afear salvo la ausencia de una visión de la sociedad en su conjunto (parecería, quizás que la historia de un país o un pueblo pasa, únicamente por las historias de un puñado de personajes). Aunque, quizás (segundo quizás), me empeñe en llevar las historias a mi huerto personal.