Cuentos Completos (Narrativa (bartleby))

Puede ser cierto, como he visto desde pequeño, que la única posibilidad de acostumbrarse al horror sea permanecer sentado la mayor parte del día –y de la vida- frente a la televisión. Las imágenes reales de la guerra, en cuestión de minutos, se disuelven bajo el efecto paliativo de aquellas otras que ofertan, jurando su honestidad, un mundo hilarante plagado de objetos e individuos inservibles. Desde un cómodo sofá no se distingue el mundo real de la ficción capitalista y nuestro subconsciente selecciona sólo aquello, como en un mercado, que alimenta nuestra deliciosa vida sedente. Anoche, cansado, acepté con todas sus consecuencias, y como tantas otras veces, la invitación de Europa a observar la vida desde mi poltrona. Tenía un libro en la mano, los “Cuentos Completos” de Haroldo Conti que leía a tientas y con descuido, arrobado bajo una manta junto a mi gato al arrullo lejano de los electrodomésticos y de la voz de la periodista miembro de la familia. Y todo saltó por los aires, en aquel instante, cuando la escuché decir que Videla había muerto en su celda. Volví en sí y me supe un necio que no ha podido dormir de la vergüenza. Hoy, por fortuna, sigo siendo el pobre desgraciado a quien angustia la realidad.

Las tropas de Videla torturaron y mataron a Haroldo Conti, como a otras treinta mil personas por ser contrarias a su régimen. Nadie sabe aún dónde está su cuerpo. Y yo tenía su obra en la mano mientras oía que su asesino acababa de morir. La vida es una sucesión de horribles paradojas, y ayer sufrí una conmoción como nunca antes había vivido.

Leía la obra de un autor que sí sabía de verdad qué es la honestidad, y practicaba la coherencia, la revolución, el derecho a vivir; un escritor que en su “casa urbana tenía un ambiente rural: criaba gatos, criaba palomas, criaba perros, criaba niños y cultivaba en canteros legumbres y flores”. La edición de Bartleby que sujetaba en mis manos utiliza como prólogo un artículo aterrador publicado en El País en 1981 por Gabriel García Márquez que te hace estremecer y recuperar la conciencia de que esta vida es cruel y de que no podemos seguir así, tumbados en un sofá, sin salir a la calle y recuperar lo que es nuestro.

Hoy, el mejor homenaje que los lectores podemos hacer a Haroldo Conti es recuperar su obras, magníficas, universales, y escritas desde una libertad que le arrebataron vilmente.