La Hija De Robert Poste, ( 17 ed) (Impedimenta)

Nunca me ha resultado fácil abordar a los “clásicos universales” de la literatura para pergeñar una primera impresión, porque rara vez consigo hacerles justicia con una reseña breve. Pero no estoy ultimamente por la labor de leer teorizando -bastante llevo ya por delante- así que,
-Excúseme, distinguida señora Gibbons, si mi comentario no le complace en sus fueros…
He llegado a esta novela porque hace unos meses me leí “Los habitantes del bosque” y me llamó la atención un artículo de la editorial donde publicitaban la novela de Gibbons como una parodia del dramatismo inherente a los dramas rurales de Thomas Hardy. Así que caí en la trampa, y he ido de flor en flor cual abejorro. Y, ah, qué maravilla…!
La hija de Robert Post es una novela escrita al más puro estilo de humor anglosajón, mordaz, incisivo, subidito de tono, absurdo y a la vez inteligente. Ha habido capítulos donde me he reído a carcajadas, algo que sólo un par de veces hasta ahora me ha ocurrido con un libro. Algunos pasajes son realmente desternillantes. Y esto merece un aplauso para Impedimenta, que habrán pasado un infierno traduciendo un original donde Gibbons jugaba al escapismo con el lenguaje. Bravo por sus notas al pie de página.
Flora Post, la protagonista, heroína del buen gusto, después de quedarse huérfana se traslada a una granja habitada por una cohorte de personajes estrambóticos, familiares suyos, a los que intentará dar “El sentido común de índole superior” (título del libro ficticio que la protagonista utiliza como herramienta para urdir sus actuaciones estelares en la granja). Y a partir de esta historia, infantil en apariencia, Gibbons descuartiza página a página todos y cada uno de los estamentos de la sociedad y de paso arrasa con los autores y estilos narrativos puramente victorianos imperantes en la época. Gibbons sufragista, disipada, erudita, feminista, arrogante,… y muy, muy disparatada. Una delicia de novela con final apoteósico especialmente indicada para aquellos que tienen mala leche y un día deciden dejar que sean otros quienes te sigan el juego y hagan “tabla rasa”.
Por cierto, geniales los párrafos indicados con *** por la propia autora donde imita -con toda la cuerda dada- el estilo florido y pedante de Jane Austen & Cia. Ríete del empacho, amigo lector.