Texaco ahora Chevron, no quiere limpiar la selva del Amazonas después de haberla llenado de petroleo.

Habitualmente hablamos de literatura y de ereaders en esta página, pero de vez en cuando también nos gusta tocar temas que tienen que ver con la ecología, está en nuestros principios  y hemos dicho muchas veces que sustituir los libros de papel por ereaders es un acto que va más allá del hecho consumista.

 

La Amazonia está en peligro y las selvas de Sudamérica son el pulmón del planeta, no podemos permitir que se acabe con ellas.

 

Hoy nos solidarizamos con la Red de Jóvenes Ecuatorianos en Madrid que ha convocado una manifestación para el próximo día 2 de noviembre que empezará en el Museo Reina Sofía y llegará hasta la Plaza de Sol.

 

La manifestación está convocada para denunciar y protestar contra la contaminación en la selva de la Amazonía Ecuatoriana.

 

26 años duró la concesión de Texaco hoy Chevron de 1964 a 1990 en la Amazonía ecuatoriana. Ese período estuvo marcado por las malas prácticas extractivistas que afectaron al ambiente, a las personas, a la flora y a la fauna.  La alteración del ecosistema provocó el desplazamiento de las poblaciones indígenas de sus territorios ancestrales. 

 

Los pobladores de la Amazonía aún recuerdan que Texaco abrió unas fosas y las llenó con petróleo. Eran excavaciones sin ningún tipo de recubrimiento o material que impidiera que se filtrara el crudo. Esta práctica no era aprobada ni practicada en ninguna parte del mundo; incluso a la fecha, la petrolera utilizaba en Estados Unidos la técnica de reinyección, por tanto su acción irresponsable en la selva amazónica, no fue por desconocimiento ni falta de tecnología adecuada, sino por disminuir sus costos de producción. A los pobladores de la zona les dijeron que no pasaba nada, que el petróleo no migraba,  pero en la práctica no fue así, hasta la fecha el combustible llega a los esteros y ríos, eso porque las fosas se abrieron  arriba de los afluentes para que por ahí evacuaran.

 

“Se veía que metían máquinas y máquinas y hacían huecos”, cuenta Celestino. Hicieron tantas fosas que no se sabe el número exacto. La Corte de Sucumbíos señaló 356 pozos, con sus respectivas piscinas, lo que alcanza unas 820 fosas, aunque los pobladores a diario siguen hallando otras que fueron escondidas y de las cuales hasta ahora vierte petróleo.

“El engaño fue grande. Chevron dijo que limpiaría las piscinas que sacaría el petróleo y dejaría el ambiente sano; mintió. Solo intervino en 157 fosas,  para lo que contrató a una empresa que se encargó de rellenarlas con palos, tierra y hasta cemento. “botaban volquetas de tierra y luego hacían como cama de palos y ponían más tierra. Eso decían que era la remediación, pero metiendo un palo salía el petróleo, con el tiempo ya vierte solo”, cuenta Servio Curipoma.  Junto a su casa hay tres piscinas supuestamente remediadas.

 

Además, arrojó el agua tóxica que sale de la extracción del petróleo, una de las principales sustancia causante del cáncer.  Hay más de 80.000 análisis que  reflejan la existencia de productos tóxicos en el suelo y en el agua por esta razón.  Rodrigo Pérez Pallares, representante legal de Texaco, admitió públicamente que vertieron 15.834 millones de galones (c/g 4 litros) de este líquido entre 1972 y 1990.

 

De acuerdo a los últimos datos del Censo de Población y Vivienda realizado en Ecuador, en Orellana y Sucumbíos, el  47% de la población accede a agua de ríos, acequias, vertientes (16%) y pozos (31%)

 

El crudo arrojado en las carreteras para evitar el polvo cuando circulaban sus camiones, afectó a los moradores: “No había forma de sacarse el petróleo, trabajadores de Texaco nos regalaban un combustible fuertísimo para lavarnos. Luego, la piel se partía, salían llagas y sangraba”, señaló Nelson Maldonado, quien vive en Orellana.

 

La contaminación también llegó por el aire. Chevron instaló mecheros que sirven para quemar el gas que sale del petróleo, que no funcionaban en toda su capacidad y el gas se esparcía por la zona. “Los olores eran insoportables. En las noches cuando uno ya cerraba las puertas se quedaba en los cuartos, daban ganas de vomitar, dolía la cabeza, la garganta”, relata Hugo Ureña, de Orellana. Lo más complicado era cuando llovía el hollín caía en el agua lluvia que las personas recogían como esperanza de tener líquido limpio. “Guardábamos agua lluvia porque la de los ríos estaba dañada pero cuando caía el hollín esta se ensuciaba y no servía de nada”.

 “Cambió totalmente la vida, lo que nos obligó a buscar otra forma de subsistir porque ya no había cacería ni pesca”, dice Celestino Piaguaje.  Las cinco nacionalidades indígenas que históricamente han vivido en la zona debieron desplazarse de sus territorios ancestrales, a lo que se suman las seis áreas declaradas como protegidas y que no están exentas de los impactos provocados por las actividades petroleras.

 

La extracción de crudo afectó las bases de la subsistencia campesina e indígena. De acuerdo a encuestas realizadas, el 94% de la población de la zona sufrió la pérdida de animales por efecto de la contaminación; también fueron afectados los cultivos; se estimada que de las 4 hectáreas que posee en promedio cada familia, 2.6 de ellas han sido dañadas.

 

La historia no tiene solamente su vertiente ecológica, también hay  un lado oscuro que tiene que ver con el poder, con la justicia y la presión de la primera potencia del mundo a un país en vías de desarrollo.

 

Texaco firmó con el Gobierno Ecuatoriano en 1998 un acuerdo por el que la petrolera quedaba liberada de responsabilidad en la contaminación de la selva y se daban por concluidas las tareas de descontaminación. Este acuerdo ha tenido la repercusión de que el Estado Ecuatoriano no ha podido intervenir en el proceso jurídico, y han tenido que ser las naciones indígenas afectadas por las prácticas contaminantes las que iniciaran el proceso jurídico, al principio en la corte federal de Nueva York en EE.UU. y ante las presiones de los abogados de Texaco, se trasladó el procedimiento a los tribunales de Ecuador, con la condición de que la multinacional acatase las decisiones judiciales en Ecuador.

 

Pues bien en 2011 los tribunales de primera instancia de Nueva Loja en Ecuador condenaron a la petrolera a pagar 8.6 mil millones de dólares para remediar los daños causados en la Amazonía y a disculparse públicamente, añadiendo que si no realizaban esta disculpa pública la cantidad se duplicaría, en enero de 2012 los juzgados de segunda instancia confirman la sentencia recurrida y Chevron se niega a disculparse, finalmente en agosto de 2012 se vuelve a ratificar la sentencia en la Corte Provincial de Nueva Loja y se fija el importe de la cantidad que tiene que pagar la petrolera en 19.000 millones de dólares.

 

La multinacional se ha negado a pagar ni un euro a las comunidades indígenas y a limpiar la selva, y lanzó una campaña de desprestigio contra el proceso judicial y las autoridades ecuatorianas, basándose en una ley federal de EE.UU. contra el crimen organizado, y alegando que las comunidades indígenas son una mafia organizada que quiere extorsionar a la compañía. Resulta que ahora es Chevron la que reclama al estado ecuatoriano 19.000 millones de dólares en el colmo de un cinismo que puede llegar al paroxismo.

 

El PIB de Ecuador es de 80.000 millones de dólares, si el estado es obligado a pagar el 15% de su Producto Interior Bruto, se le está condenando a la quiebra técnica prácticamente.

 

En este video se explica con todo tipo de detalles el atropello de Texaco. 

 

No nos extraña que los jóvenes ecuatorianos en España se lancen a la calle para protestar por tamaño despropósito. Este es un ejemplo más de cómo las multinacionales controlan la economía y también pretenden controlar los países, no sólo la comercialización de sus bienes. Desde Zonaereader apoyamos la lucha de los 30.000 indígenas de la Amazonia por sobrevivir y proteger la naturaleza. 

 

Fuente: Texaco Tóxico y Red de Jóvenes Ecuatorianos en Madrid

 

 

 


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