La Conjura de Orwell

Ahora que las cámaras han vuelto a captar a Snowden haciendo la compra en Rusia, imagen difundida por Life News, haciendo vida normal y fuera ya de los límites protectores de aeropuertos y embajadas, muchos se preguntan si el caso no es más que una cortina de humo o un caramelo para los necios de otra conjura no menos famosa. Assange, Manning, Snowden... ¿Quién va a ser el próximo en revelar secretos inconfesables? ¿Qué nueva traición se cierne sobre la todopoderosa norteamerica? ¿Qué nueva vendetta van a maquinar nuestros muchachos de Annonymous?
 
Las aparentemente devastadoras (es un decir, ¿han socavado el poder de algún estado o institución o han hundido alguna compañía?) revelaciones de unos y otros no terminan de producir el efecto deseado. Manning está en la cárcel, condenado a 35 años, y quiere cambiar de sexo. Assange está permanentemente acosado por acusaciones de estupro y acoso. Snowden se ha convertido en un dócil y probo ciudadano ruso... ¿Nadie ha visto todavía en ellos el rostro atormentado y derrotado por la impotencia de Winston Smith, el personaje de Orwell en 1984? El Gran Hermano lo controla todo y la policía del doblepensamiento castiga incansablemente a los que osan salirse del sistema. ¿O acaso son salidas programadas? Me juego lo que quieran a que pronto saldrá otro traidor, o chivato, o delator, o espía que ponga en jaque al sacrosanto poder omnímodo norteamericano para que éste pueda defenderse, perseguir y castigar semejantes osadías. ¿Acaso el propio gobierno norteamericano crea estas conjuras, estas tramas, para salir después reforzado de ellas? ¿Podría ser la propia Annonymous una creación de los poderes fácticos? No olvidemos que por debajo de la tragedia y el horror infame del 11 S latía la sospecha de que todo había sido urdido por el propio gobierno norteamericano para salvar la empresa armamentística de la crisis en la que se estaba hundiendo irremisiblemente.
 
Nos tienen bastante entretenidos, eso es indudable. Tal vez la crispación, la indignación y las oleadas de protesta convengan a los padres de la globalización, beneficien a los poderes fácticos. Siempre hay una mano que mueve a las marionetas, la de quien las maneja y controla. Pero ¿quién controla al controlador? Platón (aunque la frase original es de Juvenal) les atribuía en su filosofía política el poder haciendo que los gobernantes se sintieran y creyeran superiores. Ahora es distinto: ellos se atribuyen el poder. No es un engaño piadoso: se saben en poder del poder.
 
El único reducto de libertad que nos queda es el de la autoría, la creatividad, la libertad de prensa. El gobierno de los Estados Unidos puede perseguir, difamar o encarcelar; los sectarios de Annonymous pueden hackear las páginas que les dé la gana, pero nada podrá cerrar la boca de un ciudadano protestando por saberse manipulado, vigilado, controlado. Tengo “El Grito” de Munch de salvapantallas.


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