Relato 44 - EL EXORCISMO YA NO ES LO MISMO.
─¡El mosquito del diablo!
El enclenque Lito se duchaba. Le echó mucha agua al mosquito con la alcachofa, para ahogarlo en la bañera. Tanta agua vertió, que resbaló y se dio un gran trompazo.
El mosquito voló por el baño. Entró Carla al oír el estruendo. Fue a aplastar al mosquito, dando una fuerte palmada con las dos manos en el aire.
─Sufre, insecto asqueroso.
Pero le alcanzó dos tremendas bofetadas a Lito, que le sacaron los ojos de las órbitas y le hicieron caer redondo al suelo. Carla sintió mucho asco al ver a Lito desnudo.
─Encima me insultas ─dijo Lito.
─Sólo es un mosquito salido de las viejas cañerías.
Era lo malo de haber alquilado un tugurio “chollo”, con el dinerillo de su último golpe. Incluso se decía que en la casona había un antiguo tesoro escondido.
El mosquito se revolvió y picó a Lito en el trasero. Lito chilló y dio un brinco, se estrelló contra la pared, antes de derrumbarse de nuevo.
Carla propinó un puñetazo al mosquito. Le aplastó en la pared, pero también atravesó las viejas baldosas y reventó la tubería. El agua inundó el baño en segundos.
Salieron nadando del baño. Tuvieron que llamar al fontanero. Y a los bomberos. La electricidad hizo contacto. Dejaron a media ciudad sin agua y sin luz.
Esa noche Lito no podía dormir. En su dormitorio, a oscuras, había un extraño ruidito incesante. Sintió algo en su cara. Se dio un tremendo manotazo y encendió la luz.
─¡Ah, un bicho! Una polilla nocturna.
Saltó de terror y se hundió la cama en el suelo con estropicio.
Carla acudió a ver lo que pasaba. Corrían las polillas por el suelo. Cogió una silla para matarlas de un silletazo, pero le acertó a Lito en la cabeza, le hizo un gran chichón.
─Ayyy, pero qué pasa en esta casa ─dijo Lito.
Las polillas conducían al armario. Lo abrieron. Estaba lleno de polillas de la noche. Había cientos. Lito se enredó entre la ropa y las polillas. Se le cayó el armario encima.
Había un agujero en la pared. Daba a un pasadizo oscuro, bajo y estrecho. Se atrevieron a entrar.
Lito encendió una cerilla para ver algo.
─Cuidado con el ─dijo Lito─… techo.
“¡Booom!”. Carla sufrió un golpazo en la cabeza y cayó de espaldas.
En cuanto se levantó, lanzó una patada a Lito en el trasero, que le mandó adentro volando. La cerilla se apagó, la oscuridad era total en el túnel.
─Qué angustia ─dijo Carla─. Da lumbre, por favor.
Lito trató de encender otro fósforo. En la oscuridad, prendió fuego a toda la caja y le explotó en la cara, dejándole negro chamuscado. Carla se rió de buena gana.
─Te lo has ganado, por bobo.
Una rata del pasadizo corrió por las piernas de Carla y le mordió una nalga. Entonces fue Carla quien chilló como una loca. Y Lito se reía de ella a carcajadas.
El túnel daba a una cripta mal alumbrada con antorchas. Había una niña acostada en una cama gótica, cual difunta, cruzadas las manos sobre el pecho; al verles se incorporó tiesa como un palo con un resorte y se puso de pie, abriendo mucho los ojos.
─¡Ahhh! ─dijo Carla─. ¡Mátala, mátala!
─Me temo que ya está muerta ─dijo Lito─. O quizá, “no-muerta”.
Lito trajo un cartucho de dinamita de reventar cajas fuertes, lo prendió y lo acercó a la niña, con intención de explotarlo en sus narices y que volara en cien pedazos.
─Un momento ─dijo─. ¿Qué es eso? Lleva un pedazo de diamante colgado al cuello. Es el Sakura Diamond, el gran diamante púrpura, desaparecido hace años.
Lito soltó el cartucho de dinamita encendido, que rodó por el suelo y… “¡Booom!”.
─Menos mal que no he volado el diamante ─dijo─. Lo he hecho perfecto.
Carla estaba detrás. Le había explotado de lleno el cartucho de dinamita y quedó hecha toda carbonilla negra, llevándosele los demonios de rabia.
─Sí ─dijo─, lo has hecho perfecto del todo. Brrr.
Carla cogió otro cartucho de dinamita, lo hizo tragar a Lito y prendió la mecha.
─Toma ─dijo─, para que veas lo que se siente.
El cartucho voló los dientes de Lito y su poco cerebro. La niña diabólica reía, viéndoles pelear entre ellos. Carla señaló el cuello de la niña y dijo:
─¿Dónde está el diamante? Ha desaparecido. ¿Qué ha hecho con él?
─Se lo ha tragado, seguro ─dijo Lito─. Vamos a por ella.
Pero la niña les lanzó un rayo con los ojos, que les estrelló por las paredes del túnel.
Lito tenía el cuerpo lleno de moratones, estaba ya harto.
─Esta niña es un diablo ─dijo─. Hay que emparedarla.
Trajeron sacos de cemento, yeso, ladrillos y herramientas de albañil. Lito empujó a la niña a un rincón. La niña cogió un cascote de la vieja cripta y se lo tiró a la cara.
Carla agarró otros dos cascotes con ambas manos y los estrelló a la vez en el rostro de la niña, dejándoselo tan aplastado y redondo como una moneda.
Lito empezó a poner ladrillos. Al maniobrar, el techo de la cripta estaba tan decrépito, que le cayó encima un ripio en la cabeza. Cayó desmayado, con un chichón enorme.
─Déjame a mí ─dijo Carla─. Acabaré con esta niña diabólica.
Abrió un saco de yeso, pero la niña le dio una patada, que salpicó todo el yeso y dejó a Carla más blanca que un boquerón en harina, mascando yeso además.
─La mato, yo la mato ahora mismo.
Fue a estrangularla. Lito la detuvo y le dijo:
─Mejor emparedarla según el plan. Así sufrirá más.
Se aplicó a poner ladrillos con cemento hasta el techo. La niña estaba totalmente tapiada. Pero Lito no era muy buen albañil. Desde dentro, la niña diabólica dio un tremendo cabezazo, y todos los ladrillos cayeron sobre Lito, llenándole de chichones.
Al final, ataron a la niña con una cadena al cuello, en una vieja argolla de la pared. La niña se debatía como un demonio. Le dio a Lito un zarpazo con sus largas uñas, que hizo de Lito varias finas lonchas verticales, las cuales cayeron abiertas en el suelo.
─Esta niña murió en la casa ─dijo Carla─. Alguien la mató. Y quien nos la alquiló lo sabía, nos ha engañado. ¿Dónde está el maldito dueño?
Oyeron una voz penetrante detrás, que dijo:
─¿Me buscaban? Aquí estoy.
Se volvieron y gritaron al ver al viejo horrible con flequillo y bigotito, que les había alquilado la casa. ¿De dónde salía ahora? Era Vamp-Hitler. Como todo el mundo sabe, Hitler sigue penando en este mundo en forma de vampiro.
Vamp-Hitler se acercó mucho a la bella Carla, comiéndole la oreja, y le dijo:
─Sé buena conmigo o te voy a…
Carla le atizó con un mazo en la entrepierna. Vamp-Hitler cayó gimiendo al suelo.
─Vosotros lo habéis querido. Os voy a destruir.
Pero Carla le echó diez sacos de cemento encima, dejándole liso como un papel.
─¿Qué mierda de casa nos ha alquilado? ─dijo Lito.
Y fue a atizarle. Vamp-Hitler le envolvió con su capa negra. Lito dio unos pasos de ciego, hasta que se estampó en la pared con un golpe sonoro.
Vamp-Hitler se dedicó a Carla. Fue a morderle el rollizo cuello.
Carla cogió unas tenazas de albañil y le sacó un colmillo a lo vivo.
─¡Ahhh! ¿Cómo es posible tanta crueldad?
Vamp-Hitler lloraba como un niño. Le salía tal chorro de sangre de la boca, que salpicó a la pared, donde escribió con sangre: “¡Heil yo!”.
Carla se acercó a cortarle la hemorragia. Le metió en la boca un bloque entero de cemento, para hacerle un empaste. Vamp-Hitler aprovechó para magrearla. Se llevó un tortazo que salió despedido y dejó en el muro el resto de su dentadura.
Carla se sentó muy provocativa, el escote sugería sus carnosos pechos, sus piernas cruzadas denotaban todo el volumen de sus muslos en su pantaloncito muy corto.
Vamp-Hitler se quedó mirando embobado. Carla y Lito rieron.
El viejo vampiro se puso de rodillas y se acercó a Carla, andando a cuatro patas como un perrito, mordía lo que podía las piernas y muslos de Carla.
─Ca-ca-cásate conmigo. So-so-soy el dueño de esta mansión.
Carla le lanzó al suelo de una patada, patinó diez metros de pasadizo y chocó al final.
─Esta casa es ruinosa, y tú, un anciano tartamudo.
─Te mereces una buena zurra ─le dijo Vamp-Hitler.
Echó a Carla en sus piernas y comenzó a castigarla con la mano.
─Ahora sufrirás mi malvado poder. ¡Uahhh!
Lito le quemaba con un soplete por detrás en la cocorota. Vamp-Hitler lo mandó a volar de un manotazo. Luego intentó rajar la bonita cara de Carla con sus largas uñas.
Carla cogió una sierra radial. “¡Riiis!”. Cortó todas las uñas de Vamp-Hitler, le hizo la manicura. Luego le recortó también la añeja melena grasienta, que falta le hacía.
Vamp-Hitler quedó hecho un figurín. Se miró coqueto al espejo, pero no se reflejaba.
─Y que te quede clara una cosa, niña… ─dijo.
Levantó el dedo índice autoritario. Carla volvió a cruzar las piernas muy provocativa. Al verla así de nuevo, por la impresión, Vamp-Hitler continuó diciendo:
─…Que yo NO ta-ta-ta-ta-tartamudeo.
─De acuerdo ─rió Carla, y Lito la coreó, burlándose del viejo vampiro.
Vamp-Hitler se convirtió en murciélago y les atizó a sus criaturas de la noche.
Una gran tarántula se acercó a Carla, que saltó atrás chillando.
Lito la pisó, pero era tan repugnante y dura, que se destrozó el pie y aullaba saltando por todo el pasadizo.
Carla abrió siete sacos de cemento y los derramó sobre la tarántula, creó una montaña que asfixió a la pobre araña. Vamp-Hitler trató de salvar su araña, pero Carla sopló la montaña de cemento, lanzó una nube de polvo a la cara de Vamp-Hitler y cayó asfixiado.
Luego les envió una serpiente cobra. Lito le propinó un puñetazo. La cobra fue más ágil y le picó en la mano. Lito dio tal salto, que se pegó con la cabeza en el techo.
A Carla se le ocurrió bailar sensual como una odalisca. La cobra se puso a cimbrear a la par de ella, embelesada por sus encantos eróticos y orientales. Entonces Carla aprovechó, agarró la serpiente y la ató al cuello de Vamp-Hitler, con un nudo marinero.
Asustada, la serpiente picó a Vamp-Hitler en el cuello. Así sabría lo que se sentía. Los ojos y la lengua de Vamp-Hitler se le salieron de la cara, por culpa del picotazo.
Como último recurso, Vamp-Hitler les azuzó a su terrible sabueso.
Lito trató de engatusarlo lanzándole un chuletón, pero el sabueso se tragó el chuletón tan fresco y luego se dedicó a despedazar a Lito: “¡Ñaaaam, grofff, guauuu, aummm!”.
Carla golpeó al sabueso con un ladrillo en la cabeza. El sabueso quedó tocado, pero no cejaba. Seguía mordiendo a Lito, que gritaba desesperado.
Así que Carla le rompió otro ladrillo en la cabezota, y otro, y otro. El sabueso, enfadado, la agarró por el cuello para acabar con ella. Pero un instante después los golpes le hicieron efecto, el sabueso se quedó tieso, con un gran chichón en la cocorota y la lengua fuera, dio una vuelta en redondo y se derrumbó, levantando una gran polvareda.
A continuación, Carla y Lito fueron a por Vamp-Hitler.
─¿Qué me vais a hacer? No, nooo.
Carla agarró el bigotito de Vamp-Hitler y lo arrancó de un tirón. Vamp-Hitler chillaba loco, sujetándose los morros, que se habían hinchado como una sandía.
─¡Ay, ay, mi bigote! ¿Cómo te atreves?
Lito cogió unas tijeras de podar y cortó el flequillo a Vamp-Hitler, como la melena a Sansón, para quitarle los poderes malignos. Vamp-Hitler le agarró y le mordió el cuello en venganza, veinte veces, pero no salía sangre.
─Es que Lito no tiene ninguna sangre ─dijo Carla.
Lito se cabreó tanto, que le clavó a Carla las tijeras de podar en los glúteos, para que vertiera un poco de la suya, ya que ella tenía tanta.
Luego sujetaron a Vamp-Hitler y le llevaron a su ataúd, donde le obligaron a acostarse. Lito cogió un martillo y un cincel de albañil y se acercó riendo.
Puso el cincel sobre el pecho de Vamp-Hitler y soltó sobre él un gran martillazo. Pero el corazón de Vamp-Hitler era tan duro, de piedra, que el martillo rebotó y golpeó a Lito en la cabeza, produciéndole otro gran chichón.
─Ayyy ─dijo Lito─, tenemos que enterrarle vivo. Es la única solución.
Clavetearon la tapa entera del ataúd para asfixiarle, pero después de todo el trabajo, Vamp-Hitler salió por un resquicio, en forma de polilla nocturna, y se reía de ellos.
─Jamás acabaréis conmigo. El mal es invencible.
Pusieron veinte sacos de yeso sobre el viejo ataúd, que crujió y se desmoronó. Los sacos cayeron sobre Vamp-Hitler, le aplastaron y se convirtió en humo para desaparecer.
Entonces fueron por la niña diabólica, que seguía encadenada gruñendo como una fiera a punto de saltar. Lito le rascó con el dedo en la barbilla y le dijo:
─A ver ese diamante, monina, échalo.
La niña arrojó por la boca una tonelada de vómito verde, que les dejó cubiertos de verde espuma, y la estancia entera. Buscaron por todos lados como locos.
─Qué raro, no está el diamante ─dijo Lito.
Soltaron la cadena que ataba la niña a la pared y la pasearon como un perro por la cripta. Pero la niña se puso a caminar por el techo, cabeza abajo, hasta que perdió el equilibrio, cayó al suelo de cabeza y se hizo un tremendo chichón en todo el coco.
Lito trajo un crucifijo y una Biblia y empezó un exorcismo:
─Criatura de las tinieblas, yo te conmino…
La niña le soltó un tortazo descomunal y Lito voló por los aires.
A Carla se le ocurrió sentarla en el váter, para que evacuara el diamante. La niña hizo tanta fuerza, que una tormenta salió por su trasero y voló despedida contra la pared, haciéndose otro gran chichón en la cocorota; acabó sentada en el suelo berreando.
Carla buscó en el váter, metía las manos con asco, quejándose de lo que había que hacer con tal de volverse ricos, y sacó un extraño objeto transparente.
─¿Pero qué es esto? No es un diamante. Lo que se había tragado esta maldita era un frasco de sales de baño, con tal de no lavarse. La mato, es que la mato.
Persiguieron a la niña a golpes por toda la ciudad, mientras ella decía:
─Esto de asustar a los inquilinos ya no es tan fácil como antes.