Andora o la pasión sublimada 2da entrega

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Raul-de-la-Cruz
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Registrado: Lun Ene 22, 2024 10:38 pm

Andora o la pasión sublimada 2da entrega

Mensaje por Raul-de-la-Cruz »

(Reinicio del 1er registro grabado)
Cuando nací, los médicos me diagnosticaron un extraño mal que impedía el proceso reproductivo de mis células, afectando lo que debía ser mi desarrollo normal. Estaba condenada a morir por esta deficiencia en el proceso de mitosis y mis padres, en su desesperación, recurrieron a todos los medios para salvarme la vida. Consultaron médicos dentro y fuera de mi país. Sin embargo, ninguno daba esperanzas, todo indicaba que mi vida no se iba a prolongar por mucho tiempo.
En un último intento por preservarme de mi destino, recurrieron a un misterioso chamán que habitaba en una apartada isla del Caribe. Este hechicero tenía la cualidad de fusionar los más avanzados conocimientos médicos con las más antiguas artes esotéricas y mágicas.
Exnabor, así se llama este hombre, culminó sus estudios de medicina en Europa, de allí se trasladó a República Dominicana y luego a Haití, donde adquirió los conocimientos de la magia, la santería, el espiritismo e incluso el vudú. Se decía que estudió con el mismo “Papa Doc”, siendo una de las pocas personas a las que este dictador respetó durante su sangriento mandato.
Describirte a Exnabor no es fácil, pues a pesar de lo mucho que lo conozco, no existen adjetivos que se acoplen a su personalidad. Es un hombre un tanto extraño, pero de nobles sentimientos. Actualmente habita en un apartado islote al que muy pocas personas tienen acceso. Las autoridades policiales o militares lo dejan transitar en su barco sin exigirle ninguna documentación e incluso, los mismos piratas o contrabandistas lo respetan.
Mis padres son muy adinerados y al escuchar los prodigios que se pregonaban sobre Exnabor por todo el Caribe Oriental, no vacilaron en llevarme hasta su isla cuando cumplí mi mayoría de edad y mi plazo, según los médicos, comenzaría a expirar. En la Isla de Exnabor permanecí durante varias semanas en las que se me practicaron infinidad de exámenes para determinar mi estado físico y mental. Al final, todo corroboró lo que la ciencia médica ya había referido, no había cura para mi padecimiento.
Exnabor se vio obligado a esperar el primer plenilunio para realizar en mí una inusual operación donde fusionaría sus conocimientos médicos con los misterios esotéricos en los que había sido iniciado. No era un tratamiento definitivo, pero al menos se esperaba prolongar un poco más mi existencia hasta conseguir una alternativa más eficaz o duradera.
Sin embargo, las cosas no resultaron como él las esperaba y un paro respiratorio parecía acabar con mi vida y sus esfuerzos. Cuando ya faltaba poco para darme oficialmente por muerta, surgió de la propia oscuridad una misteriosa presencia que se identificó como Sebalá, quien le ofreció al Chamán la posibilidad de salvarme a cambio de que le entregase mi cuerpo al cabo de tres años, sin excluir la esperanza de que me volviese a recuperar. Exnabor, desesperado por preservar mi vida, no tomó en cuenta mi alma y entregó -sin que mis padres lo supieran- mi destino a aquella mujer de la que hasta hoy soy prisionera.
Aquella presencia cumplió su promesa y pude salir con vida de la operación. Desde aquel día mi enfermedad también desapareció, pero otra serie de problemas me sobrevinieron inexplicablemente. De forma casi vertiginosa, mi cuerpo comenzó a experimentar un desarrollo inusitado que nadie se esperaba. Yo siempre fui una chica débil y extremadamente delgada, pero de la noche a la mañana, mis formas se empezaron a tornar voluptuosas y provocativas, desatando la lujuria en todo aquel que me miraba. Al mismo tiempo, una incontenible sensualidad se desprendía de mí sin que yo fuese consciente o partícipe de ella.
Me resultaba difícil mantener relaciones sociales con el sexo masculino, pues siempre surgían propuestas indecorosas, o bien era víctima de manoseos y abusos que atentaban contra mi integridad moral. Yo, que desde siempre me acostumbré a permanecer al margen de las miradas masculinas y a recibir la compasión de las femeninas, ahora me encontraba siendo el centro de todos los pensamientos libidinosos desatados a mí alrededor, lo cual me abrumaba continuamente.
Aquella situación me incomodaba de sobremanera, hasta el punto que se me hizo insoportable. Fue entonces cuando decidí buscar consuelo en la religión. Dejé la universidad para entregarme a la penitencia y la oración en un pequeño convento a las afueras de mi ciudad natal. Todo ello a pesar de la negativa de mis padres, quienes no se resignaban a aislarme del mundo. Allí viví dos años de paz y tranquilidad, mientras mi alma se colmaba de una profunda fe, además de unos valores inquebrantables que hasta hoy me han ayudado a soportar los más terribles sufrimientos o humillaciones que mujer alguna haya podido vivir.
Un día llegó una carta al hogar de mis padres, era de Exnabor y en ella les pedía que fueran a verlo lo antes posible y me llevaran consigo. Recuerdo ese instante como si hubiera sido ayer. Papá llegó desesperado al convento sacándome en volandas ante la mirada atónita de todas las monjas. Durante el viaje tampoco dijeron nada, llegaron impacientes al aeropuerto de Granada en medio de una fuerte tormenta y de allí tomamos un auto que nos condujo hasta Gouyave, lugar donde nos esperaba una embarcación contratada por mi padre para llevarnos hasta la isla del Chamán. Para ese entonces ya tenía 21 años.
Una vez en la isla, Exnabor les contó a mis padres lo que por tres años había ocultado: Sebalá exigía mi cuerpo como parte del trato para preservarme la vida.

- Mi influencia solo obrará en ella por algunos meses más. Me he valido de algunos artilugios para prolongar durante todos estos años el plazo de espera que otorga Sebalá, pero ya tenemos muy poco tiempo para hacer lo que se debe hacer.
- ¿Entonces que debemos hacer? –preguntó mi madre angustiada-
- Por ahora dejarla acá. Durante muchos años he investigado sobre Sebalá, le conozco algunos trucos y por eso decidí pactar con ella cuando era la única salida ante la muerte de su hija. Sé lo que quiere de Andora y sé cómo refrenarla, aunque esté en sus manos, por eso es preciso que ella conozca algunas cosas.
- De ninguna manera –le dijo mi padre- no voy a renunciar a mi hija por el solo hecho de que tus conjuros hayan fallado... además no me creo esa historia ahora después de tanto tiempo.
- Entonces no me hago responsable de lo que pueda suceder. Cuando Sebalá quiera a la joven la buscará donde sea y si determina que no le sirve para sus propósitos, simplemente la destruirá.

Papá bajó la mirada y cerrando el puño golpeó contra un madero que se encontraba frente a él. Mamá lo abrazó desconsolada y sin poder contener sus lágrimas dijo con resignación:
- Haga lo que crea conveniente, pero por lo que más quiera, salve a mi hija.

Consternados, pero a la vez conscientes del problema, mis padres me dejaron con Exnabor, aun a sabiendas de que lo más probable fuese que no me vieran nunca más. Entre llantos y promesas nos despedimos alentados por la vaga esperanza de reencontrarnos algún día.
A la mañana siguiente cuando desperté, Exnabor ya me había traído unas ropas que debía usar durante mi estancia en la isla: una pequeñísima falda marrón, muy ceñida que me descubría casi la mitad de las nalgas y una reducida camiseta del mismo color, la cual apenas alcanzaba a contener mis senos, ya de por sí voluptuosos. Me resistí a usar esas vestimentas por considerarlas impúdicas pero él me convenció con este argumento:

- Es necesario que vistas así para que te vayas acostumbrado a la escasez de ropa, porque a eso te va a someter Sebalá: poco a poco te irá despojando de lo que tienes hasta llevarte en la desnudez absoluta. De ti depende que conserves, aunque sea un hilo que preserve tu intimidad y te haga sentir cubierta. En el momento que tu sexo quede totalmente libre, le darás la puerta de entrada para que se apodere de tu alma y se adueñe definitivamente de ti. Por eso debo entrenarte para que sobrevivas en un mundo hostil y despiadado, tu cuerpo es lo único con lo que contarás en lo sucesivo y debes emplearlo para complacer a Sebalá.

Durante el tiempo que permanecí con Exnabor fui iniciada en el conocimiento de las hierbas, la defensa personal, la resistencia al dolor y el mentalismo. Además de eso, fui entrenada en el arte de la seducción. Pasados algunos meses en esta faena, Exnabor me llevó consigo a una apartada playa de su isla con el pretexto de dar un paseo. A todas luces se mostraba triste y cabizbajo, como queriendo buscar en su mente las palabras más apropiadas para aquello que debía decir:

- El plazo se ha cumplido, de ahora en adelante quedas a merced de Sebalá. A veces es cruel y despiadada con sus siervas, pero si cumples tus funciones sufrirás menos.
- ¿Qué más sabes de ella? -Le pregunté-
- He consultado a varios santeros, pero la información que me dan es muy contradictoria. Para algunos Sebalá es una diosa aun no reconocida por este culto, otros afirman que se trata de un espíritu dotado de poderes sobre los que poco se ha indagado. Los más sensacionalistas, se apresuran a pregonar que se trata de una fuerza generada y mantenida por el pensamiento colectivo. Lo único que puedo dar por cierto es que no se trata de una aparición reciente dentro del entorno esotérico, he conseguido con uno de mis maestros en Haití, una copia de un manuscrito de principios de siglo donde se habla sobre ella. La definen como una entidad poderosa que se sustenta con el deseo reprimido. Para ello se vale de sus Lémbrinas, que no son otra cosa que sus esclavas incondicionales.
- Una Lémbrina –prosiguió Exnabor- es una servidora de Sebalá dotada de ciertas cualidades. Después de la operación en la que Sebalá se apoderó de tu cuerpo, has ido adquiriendo las formas de una Lémbrina: tu cintura se redujo algunos centímetros; tus caderas se ensancharon groseramente para producir el contraste; tus piernas se tornaron gruesas y seductoras y tus senos aumentaron considerablemente, para ser extremadamente llamativos sin caer en la desproporción. Todo tu cuerpo ha sido redimensionado para provocar, para atraer, para seducir, aunque tú no te lo propongas. Yo mismo, con todos mis años, he tenido que tomar ciertas precauciones para poder acercarme a ti durante el tiempo que has estado bajo mi custodia. Tu voluptuosidad, es el anzuelo que atraerá todas las miradas lujuriosas y los deseos reprimidos de cuantos hombres te vean. En torno a ti solo girarán pensamientos morbosos, ataques irrefrenables de lascivia, impulsos instintivos que podrían llegar a la agresión, pero lo peor del caso, es que tú no podrás rehuir de tales circunstancias y, por el contrario, tendrás que buscarlas. Solo eso te hará útil a Sebalá y te mantendrá con vida.

Visiblemente compungida, ante aquella revelación Andora me dijo:
- “Te puedes imaginar el infierno en el que se iba a convertir mi vida y eso sólo era el preámbulo”

(Fin de la transcripción)
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