Pasar al contenido principal
ZonaeReader | eBook, Libros Electronicos & Recomendados
Inicia sesión
Regístrate
Menú principal
Inicio
Concursos
Ebookteca
Foro
Tutoriales
Lista Concursos
Sorteos
Videos
Pocket Book color
Usted está aquí
Inicio
Ver Relato del Concurso
Id
Relato
Publicación
96
Relato 14 - El buscador de diamantes
2023-08-14
Presentación
Un asesino serial destroza el cuerpo de sus víctimas, busca en ellas un tesoro casi mítico, inspirado por una vieja canción de rocanrol. Sin embargo, algo de razón posee en su locura y ello podrá ser el motivo para justificar su vida, quizás hasta su muerte. Un rock star está en serios peligros ante esta suerte de Charles Manson vernáculo.
Relato
El buscador de diamantes "Lo bueno que llevamos dentro es un brillante, una luz que no dejaré escapar. Jamás “ ("Tumbas de la gloria"- Fito Páez) El occiso era un despiporre. Ideal para que un sádico armador de rompecabezas se divirtiera reconstruyendo palmo a palmo ese cuerpo y de paso, aprendiendo anatomía hasta en sus detalles más ínfimos. Los oficiales estaban consternados. Los menos duchos salieron a vomitar e incluso a los más curtidos se les pasó el apetito. Descuartizado era poco El asesino estaba lejos de ser un destripador, por lo menos en su acepción londinense. No había órgano en su lugar y si bien los forenses contemplaban el uso de elementos punzantes, suponían que órganos como el intestino o el páncreas fueron desgarrados a mano. La cabeza había sido martillada como un huevo de pascuas y los sesos irreconocibles, regaban el cuarto junto a jugos biliares intestinos y bolo alimenticio a medio procesar. Fideos con boloñesa para ser más exactos. Había indignación en los peritos. Ciertamente reinaba el desconcierto y eso nunca tiene de parabienes a los arduos arqueólogos de finados. Pero la saña con que los cuerpos fueron destrozados se correspondían más con el ataque de una bestia inhumana, antes que con un ser pensante. Quien los hubiera perpetrado, debía estar muy enfermo. Loco de atar era poco, pero si lo desataban era capaz de alzar vuelo y armar desmadres por los aires. El plural resultaba pertinente pues era el tercer cuerpo que se hallaba en esas condiciones. Todos revueltos y rotos, como el desorden de un ladrón cuando busca algo importante y no lo encuentra. En algunos tendones se podía hallar odio, en ciertos cartílagos una acción más delicada y dedicada. El criminal no se caracterizaba por un estado de ánimo estable. El sagaz inspector Homero Spectro, cuyas hazañas eran legendarias, sugirió que el asesino buscaba algo. Sus compañeros le respondieron al poco tiempo, luego de los informes preliminares, que no faltaba nada en ninguno de los cuerpos encontrados, ni una mísera uña o un implante de oro. Parecía que esta vez su instinto proverbial le había fallado. Sin embargo… podía llevar razón, pero como siempre, las miras de los uniformados no estaban lo suficientemente abiertas. Para ser sinceros, difícil que distinguieran entre la huella de un elefante y una columna jónica, amén de desconocer de artes y arquitecturas. Los archivos develaban que los caníbales, por ejemplo, solían esparcir los restos de su futura cena, pero en forma clasificada, como quien extiende un menú. Ese orden únicamente está en sus cabezas y a la vista vulgar el desorden suele aparentar falta de lógica. Los órganos preferidos de los catadores de pares son el estómago y los riñones en la zona baja, pero la pieza mayor sin dudas es la cabeza, con preferencia el hipotálamo. Hay una acción de corte mágico en estas piezas de carne. El corazón podría ser simbólicamente más importante, pero se trata de un músculo, y como tal, digerirlo, al menos crudo, resulta una tarea francamente insoportable de nervios y arterias que complican el masticar. La visión mística contempla al plexo solar y sos alrededores como poseedores del aura energética, aquello que vulgarmente llamamos alma. El encéfalo es aún más sencillo de explicar y viejos guerreros incas o los papurelos de Guinea, coincidían que, al dar cuenta de ambos hemisferios, adquirían por ósmosis los conocimientos y habilidades del enemigo ejecutado. Otra variable sería la versión zombi, pero nada más lejos el viejo ritual haitiano y sí mucho más cerca de los seriales televisivos y las leyes impuestas para los carnívoros lento, hace más de medio siglo por el inefable George A. Romero. Los seguidores de este tipo de programas pueden resultar extraños e incluso padecer ciertos problemas mentales, pero sus disturbios no llegan a la psicosis casi nunca. En términos generales son sujetos más bien pacíficos que no matarían una mosca en la vida real, y saben sublimar sus instintos más mórbidos en el terreno de la fantasía. Hasta que no se ponga en práctica la policía mental, no cometen delito alguno, aunque los tiempos en que la imaginación creativa llegue a estar proscripta, no parecen tan lejanos y los agentes del moralismo crucifican marginales con una impunidad que bien la Santísima Inquisición, sin dudas habría deseado y solo le fue concedida parcialmente. Los crímenes mafiosos, en especial las venganzas entre narcotraficantes, ofrecen espectáculos similares, sobre todo en violencia y ensañamiento, pero siempre llevan implícito un mensaje, más no sea el de sembrar el terror, por eso suelen verse a la luz del día cabezas en una pica, o lenguas envueltas para regalo. Los homicidios de marras se realizaron en la más absoluta intimidad de los hogares de las víctimas y todos los videos de seguridad fueron prolijamente borrados por un sujeto experto en la materia. Nuestro hampón era en extremo meticuloso. Austero Lodigiani había sido un joyero, ni siquiera reputado, más bien un vendedor de piezas baratas en barrios periféricos. Su buscador alternaba entre tasaciones de casas centrales, el mercado de valores de piedras, las novelas góticas de aventuras (google daba cuenta que había descargado una docena de libros de Robert Bloch en seis meses) y los rituales mágicos de Aleister Crowley., el mago más despiadado del mundo, tal como se supo autoproclamar en los albores del siglo XX. Lodigiani estaba furioso con el mote que le habían endilgado los medios: “El Despanzurrador”, vaya nombre. ¿Dónde habían quedado los tiempos en que el Caníbal de Rostov, el Payaso Asesino o el Descuartizador de Boston, se podían gloriar de sus actos despiadados con un apodo a la altura de sus aberrantes creaciones? Habría contratado un asesor de imagen, si no hubiera sido porque intentaba permanecer fuera del radar lo máximo posible. Si la policía local o interpol esperaban que el asesino se regodease en sus hazañas brindándoles pistas falsas, pero que rompieran el silencio y dejaran huellas imperceptibles, iban por muy mal camino. La misión de Austero era demasiado importante como para dejarse atrapar. Las víctimas al azar no las usaba para desconcertar, tenían que ver con su concienzudo modus operandi, aunque bien podía afinar la búsqueda, si las cosas seguían tan mal como pitaban luego del último trío. ¡Oh, sí! Habían más. Por lo menos una docena, pero aún no habían sido descubiertos. El temor inicial a ser apresado, lo llevó a ensayar en la pampa profunda, donde nadie anda renegando por habérseles perdido un linyera o un mendigo desahuciado. No eran los especímenes ideales. Pero era como el viejo chiste: el borracho busca las llaves bajo la luz del farol. Se le cayeron veinte metros antes, pero allí estaba tan oscuro que no podía encontrar nada. El Despanzurrador buscaba una quimera. Una cita al pie de uno de los tantos textos delirantes de Crowley. Alimentaba sus fantasías un absurdo entrecruzamiento con textos románticos de Percy Shelley para establecer unas coordenadas ontológicas descabelladas. “Brilla entonces tú, brillante oscurecido/ que yaces en las cavernas cárnicas ansiando ser desenterrado/ Una mano impiadosa desgarraran las pieles/ para asirse con el mayor tesoro que el hombre haya buscado” (Cacofonías del alma- Pág. 31 Ibídem IV) Un lunático en Buenos Aires se encontraba despedazando cuerpos con la patética esperanza que los diamantes mencionados fueran mucho más que una metáfora de los espíritus humanos, sobre todo los indomables. En “El libro de Thelema”, Crowley menciona la posibilidad que, en ánimas iniciadas, las energías eran tales que había serias posibilidades que las fuerzas se materialicen en un elemento de sumo valor. No está de más recordar que la piedra preciosa más ansiado por el hombre se produce de la cristalización de viejos carbones minerales, así como el petróleo, otro material de altísima cotización en el mercado, toma su forma tras un acto de descomposición singular, que lo convierte en aceite pesado, nada menos que de los cuerpos vivos que habitaron la tierra hace millares de años. Si el cuerpo ejecutado tuviera cierta valía, la energía condensada podría devenir en brillante o una piedra aún más valiosa y todavía no descubierta por el hombre. Austero Lodigiani, ni por asomo sospechaba que era un chalado que alucinaba arcanos imposibles. A lo sumo podía aceptar que su concepción de valores se hallaba invertida, y el desdichado tendal que dejaba era en realidad, un conjunto de piezas seleccionadas con escaso criterio. Errores de novatos que le dicen, pero ya se habían estragado a quince personas sin distinción de sexos. En su diario de anotaciones, críptico y escueto pudo descubrirse: “sufrimiento- no virtud- expía pecados- No produce riqueza”. Debía sin dudas enfocarse en los artistas, los locos, los poetas, aquellos que hacen del mundo, un sitial perlado y cubierto de esperanzas. Los intelectuales quedaban descartados, sus pensamientos eran rígidos y, por lo tanto, sus surcos mentales anquilosados. Rapiñaban viejas ideas y a lo sumo las regurgitaban en forma novedosa. Fue así como asesinó al cantante de folk pop, Abel Pintos. El caso fue renombrado. Desapareció luego de un brillante recital en Santa Rosa de Calamuchita y si bien jamás pudieron dar con el cuerpo, a las tres semanas, los medios y las fuerzas de seguridad consideraban al astro casi con certeza muerto. Era mucha la sangre que habían hallado en el camerino, pero las huellas hemoglobínicas se desvanecían en el estacionamiento del teatro. Probablemente, el Despanzurrador habría terminado con su cruel labor al levantar el perfil demasiado. Una personalidad pública, conllevaba más serios riesgos que sujetos anónimos de dudosos reclamantes. El país silenció sus novedades políticas y deportivas en nombre del cantante perdido y aún sin cuerpo presente, ya se realizaban sentidos homenajes, que traerían pingües ganancias para las discográficas y el reflote de algunos viejos artistas venidos a menos. La violencia con la que despedazó los restos mortales del joven intérprete fue inenarrable. Lodigiani estaba desesperado, sentía que su edificio mental tambalearía y colapsaría si no encontraba nada en una de sus estrellas favoritas. Jamás le pidió un autógrafo, ya que estuvo la mayor parte del tiempo inconsciente, pero se sacó una bonita selfie con su cuerpo sin vida, pero indemne. Un recuerdo que atesoraría de por vida, pero jamás le mostraría a nadie. Los locos no son tontos, aunque puede darse la inversa con total naturalidad. A punto de abandonar, y hurgando en los densos humores del duodeno, pudo palpar algo duro, una suerte de piedra. Supuso que era arenilla en proceso de solidificación, pero el muy bruto no tomó en cuenta que este cuerpo mineral se produce en los riñones. Su mano se bañó en más sangre de la que un órgano pequeño puede dar y finalmente… encontró lo que buscaba. Una piedra transparente, que brillaba contra la luz del led y difuminaba el blanco en una transparencia impoluta. No debía superar el centímetro y medio, pero sin dudas se trataba de una piedra. Sus conocimientos y su fervor le hacían intuir que era valiosa. Decidió tomarse un tiempo y contrastar el descubrimiento con expertos en tasación que no estuvieran contaminados por los hechos. Nadie asociaría una valuación solicitada por un joyero con los aberrantes crímenes que se abatían sobre la nación. Jugaba a su favor con que el móvil de los crímenes eran lo suficientemente disparatados para que nadie sospechara de ellos. Cien por ciento máxima pureza. Aarón Goldemberg quiso saber de donde habían salido diamantes de tamaña graduación, difíciles de conseguir en el mercado latinoamericano. Y si había más por supuesto. ¡Vaya si los había! Pero la recolección no era un trabajo para cualquiera. Más de un flojo se habría escandalizado de haberse enterado su procedencia. Él no. El mundo le pertenecía. Había dado por tierra con milenios de paleontología y medicina. Los cuerpos valiosos producen diamantes. Tan puros como el alma cuando crea. A su entender aquellas joyas no eran tan solo piedras preciosas sino poesía solidificada. El mito delirante se encarnaba en verdad incontrastable. Imposible que tamaña belleza de realidad estuviera a disposición del vulgo. Sería una masacre y aumentaría la competencia. Por ahora tenía el monopolio, pero si esto se sabía… ¡Dios nos libre! Así como Artemisa convirtió a Amethystos en blanca piedra para conservar su carácter de doncella. Una manada hambreada de violadores, rapaces desesperados y truhanes de poca monta asesinarían a troche y moche buscando el costado valioso de los seres y corrompiendo las calles con muerte y mutilaciones. Austero Lodigiani no hacía algo muy diferente, pero nadie podía negarle que poseía una intuición maravillosa para dar con el paradero de tamañas riquezas que se esconden en el interior de varios seres humanos. Comprendió que debía seleccionar con lucidez a sus víctimas futuras, no cualquiera conllevaba el diamante interno y la inmensa mayoría a lo sumo poseían mierda presta para abono u órganos que se pagaban a excelente precio en el mercado negro. Ese no era su objetivo. Renegaba de sujetos desalmados. A no confundir, el Despanzurrador tenía clara la diferencia entre el bien y el mal, simplemente había alterado su escala en pos de un objetivo superior. Si un artista o soñador era más valioso en vida, no era metier de Austero. El simplemente se encargaría de recoger las joyas, para hacer la colección más valiosa de minerales del alma. La subsistencia de seres valiosos estaba encomendada al destino y solo Dios en su infinito poder, eliminaría de su agudo mapa las potenciales riquezas rescatables o los pondría a distancia de su implacable alcance. La saga de crímenes se intensificó luego de un tiempo. Debía ser más precavido, se imbuyó en el mundo de la cultura y las ciencias en búsqueda de lumbreras contemporáneas, fueran de conocimiento público o no. Esta acción reducía su coto de caza. Dejaría una huella muy clara en el mapa de los cazadores de asesinos seriales, que era justamente lo que hasta el momento desconcertaba a los sabuesos. Un dibujante de comics, que había establecido una saga de superhéroes según la escala mineralógica, fue una presa obvia. En su interior halló dos diamantes de mediano tamaño. El coste de ambas piedras era similar a un semipiso en los barrios altos de la ciudad, para él su cotización era incalculable, pues había sustraído un alma valiosa y hubiera deseado conocer el final de la historia de las genas devenidas en titanes. A los hermanos griegos, Diástole y Sístole Popópulos, médicos cirujanos, los atacó por el corazón, tal como indicaban los manuales del buen uso lacaniano de los términos. Armó un desparramo de aurículas y ventrículos. Cada uno tajeado en sus cuartos con total precisión. El resto de los restos, un desparramo como siempre, pero debía apreciarse el buen gesto que, por su parte, derivaba la investigación hacia sujetos diestros con el escalpelo. La meso soprano Ángeles Cabello, tenía de yapa, obsidiana en su garganta, no tan valiosa como un diamante, pero nada despreciable. Aparte explicaba su talento insuperable. Hacia ella apuntó, no sin antes tener el buen tino de grabar en un estudio insonorizado el último grito de la diva, que, puedo asegurarles, fue un poema escrito en lenguas que no requieren de palabras, signos rudimentarios y estrafalarios con los cuales los seres humanos, solemos desacertar nuestros caminos. Toda figura artística, u hombres de talentos incluso mediocres, comenzaron a contratar personal de seguridad privado, pues las fuerzas públicas los destinaban a sus propios referentes. Lodigiani ni por asomo atacaría a un subinspector en jefe a menos que tuviera una pasión oculta en la que se destacara. Gente sin grandes capacidades aprovechaba el golpe de efecto, engrosando sus listas de guardaespaldas, como si de esa manera pudieran componer un aria, ejecutar a Quevedo a la perfección o tener la firmeza en trazos de Paul Klee. Siempre las apariencias, nunca el buceo profundo para hallarse en comunión con su musa inspiradora, que tal vez había huido despavorida ante tamaño pelmazo. El Despanzurrador no era tonto y buscaba glorias ocultas, buceaba en escuelas de arte tras las huellas de un diamante en bruto, que como muñecas rusas, tuviera otro superior adentro. Un economista o un contador que manejara el pensamiento lateral, también podía ser su víctima. Una cosa descubrió en este sangriento camino. La bonhomía también paga y lo que las dotes artísticas no ofrecían gentilmente, los corazones generosos, lo pagaban con creces. También cayeron en las garras de Austero grandes benefactores sociales. Las listas del asesino se contaban por cientos y su colección aumentó considerablemente. Tenía un catálogo donde describía biografías e historial de cada alma despojada de la vida. Se había tomado el trabajo de codificarlo en idioma navajo, uno de los más complicados para los criptólogos. Era el mismo que usaba el FBI, así que si la situación tomaba ribetes internacionales, tal como comenzaba a suceder, sus recaudos de poco servirían. Vendía lo justo y necesario para sobrevivir y no despertar sospechas. Estaba seguro de merecer cada piedra. ¿Loco? ¿Estrafalario? ¿Delirante? Por momentos deseaba demostrarle al mundo su genialidad. Sabía que no podía. Lo colgarían de los testículos y aplicarían ralladores de queso sobre su piel. Sería despedazado por una turba enfurecida. Pero ganas no le faltaban de confesar su maravilloso proceder. Si no llegaba a dejar descendencia, firmaría una confesión a largo plazo a ser abierta post mortem. Una manera ambigua de pasar a la posteridad. Sus antenas captaron una víctima especialmente tentadora. El músico de rock rosarino, Rodolfo “Fito” Páez, acababa de terminar la gira aniversario de su multipremiado disco “El amor después del amor”, obra cumbre que lo catapultó a la masividad en el lejano año de 1992. Una de las canciones del álbum describía a la perfección su móvil y había sido la fuente de inspiración primaria, casi inconsciente, antes que llegaran a sus manos los textos reveladores de Crowley y Shelley. “Lo bueno que tenemos dentro es un brillante/ una luz que no dejaré escapar. Jamás”. Pues bien, estimado Fito más vale que compongas canciones inspiradas pues tu carrera está a punto de llegar a su fin. El sexagenario rebelde se pavoneaba de no haber requerido de protección privada. A pesar que su obra era un punto alto del cancionero argentino y mucha gente había muerto por mucho menos, Fito Páez comentaba en tono burlón que había redoblado sus clases de thai chií y estaba en condiciones de defender lo suyo si fuera necesario. Parecía casi un desafío personal, una bofetada con un guante, un reto a duelo; de no ser porque el músico desconocía olímpicamente la existencia de Austero Lodigiani, si bien conocía al dedillo las andanzas del Despanzurrador. Acceder a su casa de descanso en Parque Leloir resultó de una sencillez pasmosa. Ni un mísero sistema de alarmas y ninguna cámara a la vista le permitió suponer resistencia alguna. Lo estudio por varios días. Sus hábitos, sus horarios y a pesar de su fama de genio diletante, encontró a un sujeto conservador y bastante apegado a sus rutinas. Haría que el brillante sobre el mic diera a luz de la formas más escabrosa posible. A pesar de ser alto, resultaba un sujeto menudo y fácil de reducir, Austero lo doblaba en peso casi con seguridad y el entrenamiento brindado de una larga serie de homicidios a mano firme, le exigía una dosis de entrenamiento físico superior a la media. Un lunes por la noche, una vez asegurado que el rock star estaba completamente solo, irrumpió en su domicilio. Todas las luces prendidas, tanto mejor. Fito tomaba una ducha y emular la escena de Psicosis siempre se le antojo un capricho a llevar a cabo. Convengamos, sin ánimos de ofender, que no era tan atractivo como Vivian Leigh, pero para una versión vernácula la cosa venía bastante bien. Eligió un cuchillo de chef Mac MightyMTH-80. Filo similar al de una hoja de afeitar por delante de un mango de baquelita que establecía un balance perfecto. En una ardua investigación el New York Times, lo había declarado el mejor estilete del mundo. Su famosa victima solo merecía lo mejor. Atravesó el sobrecargado comedor, que a alguien llamado Austero no le resultó de su agrado. Entonces comenzó el show. Pero no era uno que el Despanzurrador esperaba. Una música psicodélica comenzó a sonar a todo volumen. Parecía brotar de las paredes. Casi con seguridad así era, en paneles hábilmente disimulados. Las luces viraron del blanco de marras a un juego estroboscópico que danzaba con el plasma líquido que se proyectaba en las paredes, un embriagador aroma cubrió el recinto y el Despanzurrador comenzó a sentirse mareado. Fito Páez siempre se consideró un pacifista, pero no masticaba vidrio y su talento también quedó demostrado en la creatividad que puso en el sistema de protección de su hogar. Lo había bautizado la Circodélica Trampa y el vapor perfumado que ingresaba por los poros de Lodigiani, no era otra cosa que ácido lisérgico en aerosol, otro logro de la industria de los vaporizadores, tan vilipendiada. Una baldosa falsa se abrió a centímetros de sus pies, con espanto comprobó que el excéntrico artista cobijaba en su sótano a dos tigres de bengala. Los parlantes de un viejo combinado Ken Wood, una maravillosa reliquia vintage, dejaron caer su fondo falso para dejar en descubierto la cabeza de dos payasos que podría jurar (¡válgame Dios!) que se hallaban maquilladas sobre cráneos reales de carne pútrida y huesos y no falsa imitación. Una rueda de hipnotismo comenzó a girar a sus espaldas y cuando Austero giró, cuatro puñales salieron despedidos desde el interior de un sillón victoriano de pana roja. Dos dieron en el blanco. Uno en el omóplato, el otro bajo la clavícula, perforándole el ángulo superior del pulmón derecho. El dolor fue sentido sin pensar, tal uno de los efectos más estimulantes del LSD. Lo sintió terriblemente real y a su vez algo ajeno. Fue entonces cuando una figura desgarbada, en pelotas, como dios lo trajo al mundo pero con más vello se abalanzó sobre él con una certera patada quiebra huesos. Lo del thai chií iba en serio y a pesar de revolear su letal cuchillo a tontas y a locas, el músico esquivó los navajazos con gráciles movimientos que asemejaban a una danza. De la testa de un mono bonomo embalsamado, Fito extrajo una espada de acero toledano, aquellas que poseen nervadura en el canto para que el aire ingrese en la herida, provocando oxidación instantánea de la sangre, lo que aseguraba una muerte rápida pero dolorosa. En un éxtasis de excitación violenta Fito entonaba bastante afinado “Thick as a brick”, del viejo Jethro Tull, tarareando de apuro las partes no cantadas. La última canción del Despanzurrador, era un cover totalmente inesperado. Páez revolvió el sable, que ya había dañado irremediablemente la médula del asesino, hizo un desparramo de heridas entre sus intestinos, que provocaron un ardor inenarrable, como si sus jugos fueran lava. Llevó las manos a su vientre y allí lo notó, el Despanzurrador palpó la solidez y no salía de su asombro alucinado, que apenas le permitía pensar con claridad, pero permitiéndole la lucidez suficiente para comprender que se había topado con el mayor de los diamantes que había visto “¡Guau!” ladró Fito Páez, tan sorprendido como Lodigiani por el increíble descubrimiento. Uno tenía su vida para recordarlo, el otro descubría el tesoro, segundos antes de su muerte. De haberlo sabido antes, sin dudas se habría auto mutilado para alzarse con tamaña joya. Una luz enceguecedora surgió de su herida, lo que el Despanzurrador sacó de su interior era una piedra terrible, pero de singular belleza. Las cosas pavorosas también pueden estar dotadas de hermosura. Los diamantes se miden por la pureza. Este en especial estaba contaminado en su interior de roja sangre y oscuras almas desconcertadas de todas y cada una de sus víctimas. Leves movimientos oscilatorios indicaban que los espíritus encerrados pugnaban por salir de la trampa cristalina, más les resultaba imposible. Más allá del valor material de una pieza única, la gema bien podría tener un valor incalculable de amuleto y más de un nigromante daría la vida por ella, en caso de saber de su existencia. El cuerpo pesado del serial killer cayó ampuloso sobre una carísima alfombra Isfahan, cuyo precio ascendía a cinco cifras verdes. Fito Páez limpió la sangre de la espada y la volvió a colocar sobre el bonomo. Se sirvió un trago de Chivas Regal etiqueta negra y se apoltronó en su magnífico sillón a continuar su lectura de las Obras Completas del conde Lautremont. No dejó de mirar de soslayo el desparramo que había hecho en la sala de estar. Se sintió satisfecho. Se juró no componer ninguna canción sobre el tema. Un informante anónimo dio con el paradero del Despanzurrador poco después de su muerte. En cuanto a la desaparición del terrible criminal, una búsqueda frenética se lanzó por todos los confines del mundo. El secreto de los diamantes estuvo muy bien guardado y es de altísima clasificación entre todas las autoridades que intervinieron en la pesquisa. La gente sospecha que sigue vive, y en estado de letargo, preparándose para una nueva andanada de homicidios. Páez sabe la verdad pero la calla. El temor a una pronta muerte permite aferrarse aún más a la vida. El mundo necesitaba un sacudón para quitarse la modorra de pantallas y servicios a medida de inteligencias artificiales. En el museo de grand guiñol que guarda bajo las tablas de su planta baja, hay dos elementos que engrosan su escabrosa colección privada. El cuerpo momificado del peor asesino serial de las pampas y una pieza única, de valor incalculable, que le permitiría vivir como un rey toda su vida. Pero el viejo rocker detesta de las monarquías. Ha utilizado el diamante como elemento central de arte de tapa de su nuevo disco. Parece una maravilla de diseño realizado por algún afamado fotógrafo como el Robert Mapplethorpe. Le preguntará a Patti Smith que le parece el diseño, algo entiende sobre el tema. Nadie lo sabrá nunca, pero en las bateas de discotecas particulares, los melómanos tendrán a su disposición la primera prueba tangible de la existencia de las almas. Encerradas, pletóricas de angustias, con destinos terribles, pero almas al fin. También podrán contemplar el ámbar rojo de existencias coaguladas. El mundo no puede saber estas cosas. Perdería su inocencia definitivamente, se corrompería más de lo que hoy lo está. Saberes como los que descubrió Austero Lodigiani, pueden desbalancear cuadrantes del cosmos. Fito Páez donará parte de sus beneficios a favor de los damnificados de la guerra de Ucrania, de ambos bandos. Siempre se interesó por las causas nobles. Su nuevo álbum se llama “La alhaja de las almas condenadas” y tiene un vuelo metafórico que por momentos resulta surrealista. Jamás esa poesía podría estar basada en hechos reales, a menos que el universo haya perdido su cordura.
Pantalla completa
NO PUEDES CREAR UNA VALORACION O MODIFICAR UNA ANTERIOR
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-08-15 17:30:06
5
Comentario
Lectura con un estilo denso y pesado por momentos, con una trama que sin embargo va atrapando hasta llegar al delirante tercio final, en el que al menos a mí se me cae como un castillo de naipes. Un buen relato que creo que hubiera merecido otro final más concordante con el tono general del texto.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-08-16 16:01:27
4
Comentario
Autor, un relato tan enrevesado que se hace pesado. Se nota el conocimiento de muchos tópicos. Parece una lluvia de meteoritos. No hay un seguimiento cronológico ni una trama que agrupe los diferentes comentarios. Es un buen argumento, pero disperso. Algunas correcciones que te pueden ser útiles: solar y sos alrededores (sus?) / Aleister Crowley., el (el punto está en exceso) / como pitaban luego (¿pintaban?) / preciosa más ansiado (ansiada) / de las genas devenidas (¿gemas?) / Pero el viejo rocker detesta de las monarquías (¿?) no entendí. ¡Suerte!
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-08-19 14:48:49
4
Comentario
Gracias al autor o autora por su tiempo y su imaginación. Un crimen en busca de extrañas gemas intracorporales sirve de entrada a una enciclopedia sobre el mundo satánico y asesinos en serie. Tanta descripción aledaña se me ha hecho pesada, agradecí cuando llegó la parte final con Fito Páez, muy buena. Existen bastantes errores ortotipográficos como algún espacio doble o comas incorrectas entre sujeto y predicado. También hay errores que habrían sido subsanados por una corrección de estilo, como ese extraño “para los carnívoros lento”, entre muchos otros. Además, me parece que no se ha puesto cuidado en leer bien las bases y, teniendo en cuenta todo, bajaré la nota que creo que podría haber alcanzado, lo siento.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-08-22 18:53:38
5
Comentario
Autor/a tu propuesta tiene un principio interesante que a medida que evoluciona, la crónica, quéno el relato, pierde interés por su densidad.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-08-25 18:51:40
5
Comentario
La lectura se me ha hecho muy espesa. El texto roza el ensayismo. Me faltan diálogos, Y me sobran clases de anatomía. En la parte final mejora algo. He visto erratas como sigue vivO*, estudiÒ* y la ausencia de algunos «de» Antea de «que». Sigue trabajando autor y mucha suerte en el concurso.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-23 13:07:37
4
Comentario
Se utiliza un registro informativo, con total ausencia de narración. Se debe recordar que narrar es un arte.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-30 20:40:08
5
Comentario
Me ha empezado a interesar cuando aparece Fito Páez, antes me ha resultado demasiado algo pesada de leer. Demasiada descripción al principio La protagonista de Psicosis no es Vivien Leigh sino Janet Leigh.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-10-17 16:50:25
5
Comentario
Muchas gracias al autor/a y suerte. Relato que pensé que iba a encaminarse hacia un género más oscuro y siniestro y que al final me ha resultado más cómico, con toques macabros y sádicos, claro, al estilo de alguna peli de terror de los 70/ 80 que otra cosa. Y el final, con Fito peleando , los tigres y la mención a la guerra de Ucrania me ha parecido ya la locura máxima, jeje, pero se puede ver mucha imaginación. Algunas cosillas que he visto: Sin duda, el nombre de "El Despanzurrador" me ha hecho mucha gracia. "....mensaje, más no sea el de sembrar el terror, por ...". Este "más" no pillo si va con "mensaje" o equivale a un "pero", pues, de ser así, iría sin tilde. "las genas devenidas..." Aquí suponga que serán"gemas". "que sigue vive". Sería "vivo".
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-11-11 17:53:40
4
Comentario
Este relato es pesado de leer, no consigue que el lector siente interés. No hay una trama que seguir y las metáforas resultan extrañas. La idea no es mala, pero no el autor no le saca provecho, como tampoco consigue conectar con el lector. Mucha suerte, autor/a.
Consulta la comparativa de eReaders
en Español, más completa de internet.
eReaders
Todos los eReaders
Buscar eReaders
Comparar eReaders
Podría interesarte...
Obra colectiva del equipo de coordinación ZonaeReader
También en redes sociales :)