Pasar al contenido principal
ZonaeReader | eBook, Libros Electronicos & Recomendados
Inicia sesión
Regístrate
Menú principal
Inicio
Concursos
Ebookteca
Foro
Tutoriales
Lista Concursos
Sorteos
Videos
Pocket Book color
Usted está aquí
Inicio
Ver Relato del Concurso
Id
Relato
Publicación
3
Relato 3 - Cautivo
2022-04-05
Presentación
En un futuro no demasiado lejano y aterradoramente plausible, Isaac es un vejete de gustos refinados cuya domotizada rutina se ve deliberadamente sacudida por la llegada de un peculiar ente conocido como Alfa. Tras un período de aprendizaje mutuo, ambos personajes emprenderán un peligroso viaje hacia lo más profundo de sus entrañas.
Relato
Son las ocho de la mañana y despierto perezosamente tras un sueño reparador. El ambiente de la habitación es aséptico y agradable. Aunque me siento descansado, quiero estirar un poco más estos minutos de transición antes de levantarme y afrontar un nuevo día. ―Diane, aromatiza la habitación con olor a grama fina recién cortada y reproduce el sonido de olas rompiendo en la orilla del mar ―solicito con suficiencia, todavía echo un ovillo. ―Buenos días, Isaac. Espero que hayas dormido bien ―responde Diane con su amabilidad habitual―. Tus deseos son órdenes. Antes de que pueda darme cuenta, el comando de Diane se traduce en la tenue expulsión de la esencia de hierba cortada por los conductos de ventilación de la habitación, mientras que el sonido del agua se emite por el sistema de altavoces a un volumen escrupulosamente calculado. Me veo envuelto en una relajante atmósfera dominada por el hipnótico sonido del mar y el frescor revitalizante de la grama. Casi puedo experimentar la inigualable sensación de estar presencialmente en semejante enclave, regalando a mis pies la indescriptible mezcla de dureza y esponjosidad del terreno. Casi. El ruido de una ola ligeramente más intensa que la media me saca de mis cavilaciones y me recrimina mi exceso de apoltronamiento. Mientras me pongo las intelilentes que gradúan mi vista y prácticamente mi existencia, le pido a Diane que interrumpa mi pretenciosa petición acústico-odorífera y que haga los preparativos necesarios para poner a punto mi sesión de ejercicios pasivos. La cama se reclina oportunamente para facilitar mi incorporación. Posteriormente, el subconjunto de colchón donde descansan mis posaderas realiza un giro sobre su plano vertical, dejando mis huesudas piernas colgando y a solo unos pocos pasos de la cabina vestidor a la que me dirijo. Una vez dentro, dejo que los chorros de aerosol actúen sobre mi piel y me arropen. Segundos después, salgo de la cabina ataviado con un mono diseñado especialmente para ejercitar las extremidades. Ignoro las alfombras deslizantes y, con la inestimable ayuda de mi anquilosada cadera, me desplazo a pie por el pasillo como un cowboy decrépito hasta llegar a la sala de ocio. Me recuesto en esa suerte de potro de tortura elegante que tengo por máquina de ejercicio y me dejo hacer mientras las intelilentes me transportan a una celebración de Mardi Gras en la Nueva Orleans de principios del siglo XX, donde me reencarno virtualmente en el Gran Jefe de una respetada tribu. Después de quince minutos de bailes aparatosos, me incorporo de nuevo tras finalizar la sesión y noto un cosquilleo reconfortante en mis canillas y en los colgajos que tengo por brazos. La conexión del sistema de climatización aerotérmico de la casa con las intelilentes, que correlacionan la temperatura de los puntos de mi cara donde se apoyan con mi temperatura corporal interna mediante modelos complejos de aprendizaje profundo, impide cualquier alteración térmica en mí derivada del ajetreo físico que haya podido causar el ejercicio. Esta vez consigo no rendirme a mi autosuficiencia y me dejo llevar hasta el aseo por el entramado de alfombras deslizantes, donde un conjunto de brazos mecánicos al que tuve a bien llamar Otto me despoja del mono para mayor gloria de mi escuálida efigie. Cuando termino de miccionar en el dispositivo que también funciona como suministro de agua potable gracias a un proceso de destilación-evaporación que todavía me causa ciertos reparos, los brazos se coordinan en una armoniosa coreografía para someter cada milímetro de mi cuerpo a una rápida limpieza con gel seco. Mientras me cuestiono un día más la relación entre la sensación que me produce el tacto mecánico e inerte de Otto en ciertas partes de mi cuerpo y mi prolongada soledad, una voz familiar se materializa en forma de recordatorio. ―Disculpa, Isaac. Simplemente quería recordarte que tu pedido N.º 21102016MD, que contiene “Androide sentiente de día: modelo 15.34”, llegará en veinte minutos ―informa Diane con diligencia. ―Gracias, Diane. Lo tengo muy presente ―contesto con una excitación infantil impropia de mi avanzada edad. Puede que sea por mi legendaria participación en el Mardi Gras, pero hoy me encuentro especialmente sandunguero, así que, tras echar un vistazo al contenido de mi frigorífico a través de las intelilentes, decido permitirme el lujo de acompañar mi apetitoso vaso de orines procesados con un buen bol de yogur de mangacate. Estoy ya rendido al dinamismo adaptativo de la ergosilla del comedor, obsequiando a mi gaznate con cucharadas del cremoso y perfumado mejunje, cuando el característico soniquete de apertura de la compuerta que conecta mi casa con la red de transporte de tubos al vacío me aleja de mi particular nirvana. Dejo que la mesa engulla las sobras del desayuno y me dirijo raudo hacia la ubicación del objeto de mi agitación. Conforme a mis preferencias por defecto, Diane ya se ha encargado de permitir el desempaquetado y activación automáticos del contenido de mi reciente adquisición. Al llegar a su encuentro, me topo con una figura estilizada y fibrosa de una altura notablemente superior a la mía, anchas espaldas y cintura enjuta. Su cuerpo está cubierto por un revestimiento enteramente azul grisáceo, cuyas únicas licencias son unas discretas líneas de color rojo apagado que separan tronco, extremidades y cabeza. Su pálido rostro encierra unas facciones proporcionadas, entre las que destacan una nariz prominentemente atractiva, unos ojos verdes expresivos y una fina boca que muestra una mueca afable y acogedora. ―Hola, Isaac. Encantade de conocerte. Soy tu nueve androide sentiente de día ―se presenta con educación―. Puedes llamarme Alfa. No puedo evitar arquear una ceja ante la mención de ese nombre. Casualmente o no, coincide con el de la androide protagonista de una historia de ficción en alta estima para mí. ―Lo mismo digo… Alfa. He de confesar que nunca he llegado a acostumbrarme al lenguaje no binario. Quiero pensar que es algo achacable a mi avanzada edad ―contesto con aire ausente, como si hasta ahora no hubiese sido consciente de ser un carcamal―. Procuraré interiorizar el cambio, pero no te ofendas si a veces olvido expresarme de forma neutra. ―Sin problema, Isaac. En base a los neoincunables de Ursula K. Le Guin que ha detectado mi escáner literario por la casa, entiendo que eres alguien sensibilizado con la identidad de género desde mucho antes de que este concepto se modernizase lingüísticamente, ¿me equivoco? ―replica con un deje de petulancia. ―Pues sí, supongo que así es ―me escucho respondiendo ensimismado. ―Asunte aclarade entonces ―zanja con retintín, enfatizando deliberadamente lo innecesario de las terminaciones neutras en este caso―. Cambiando de tercio: ¿qué tal si echamos una partida a HeroQuest? La pregunta viene formulada con una voz afanosa y acompañada de una sonrisa ladina en su musculosa jeta. Mi ceja pugna ya directamente por una huida desbocada de su limitado radio de acción facial, en clara muestra de la impactante primera impresión que me causa la dialéctica de Alfa. Cuando has consumido mucha ciencia ficción, esperas que les androides se rijan por ciertos clichés, como tener un comportamiento mecánico o voz metálica. Alfa parece situarse a eones luz de tales tópicos. Todo en elle resulta inquietantemente orgánico. Sostengo la mirada segura de le androide durante unos segundos y después me giro en dirección hacia mi vetusta estantería de juegos de mesa, complacido por la propuesta. *** Han pasado cinco semanas desde que Alfa entró en mi vida. Resulta gratificante contar con una entidad corpórea con la que poder intercambiar impresiones y compartir aficiones, especialmente después de más de una década sin siquiera tener la opción de experimentar tamaña sensación. Me recreo repasando nuestra conversación de hace un par de noches, que archivé al día siguiente en mis intelilentes antes de que mis cada vez más limitadas funciones cognitivas borraran el más mínimo detalle. La acción del escáner cerebral instalado en su montura sobre la corteza prefrontal de mi sesera me permite acceder a los registros de memoria episódica alojados en el hipocampo. La decodificación de este recuerdo concreto muestra que estuvimos más de una hora discutiendo sobre la democratización de la cultura mal llamada friki durante la primera mitad del siglo pasado. Me mostré inflexible en mi condena a la caterva de descerebrados que hicieron uso de su lengua bífida y sus pringosos dedos para opinar impunemente sobre ficción de género, como si fuesen expertos por el mero hecho de haber consumido como auténticos tragaldabas uno o dos productos audiovisuales convertidos en tendencia mundial. Alfa me brindó un contrapunto constructivo sustentado en las implicaciones de este fenómeno en la proliferación de producciones de este tipo, entre las que surgieron algunas excepciones rescatables. Si bien este argumento fue insuficiente para cambiar mi drástica postura, agradecí profundamente el estéril debate. Son precisamente los firmes y gráciles pasos del objeto de mis anodinas reflexiones los que me recuerdan que su jornada activa se inicia en este mismo instante, una vez abandona su módulo de carga. Me apresuro a orquestar un modesto ágape en forma de dos tazas de masala chai con agua de coco espumada. Diane organiza la ejecución del piscolabis, engarzando órdenes entre frigorífico, despensa, hervidor y procesador de alimentos. Alfa accede a la estancia escasos segundos después y toma asiento animosamente junto a la mesa de centro. En su rostro aprecio una ligera contracción de la unión entre pómulo derecho y labio superior, que me tomo la libertad de interpretar como una mueca de agradecimiento. ―No es necesario que seas tan solícito, Isaac, pero no seré yo quien se queje. Me encanta el té ―se presenta Alfa relamiéndose―. ¿Cómo va tu día? ―Regular. Justo ahora estaba consultando en las intelilentes la disponibilidad de los ingredientes que necesito para la comida. ―¿Malas noticias? ―me pregunta atentamente, sabedore de mi exigente paladar. ―Me temo que sí ―suspiro disgustado―. Tendremos que conformarnos con unos lomos de salamandra pasados por harina de grillo y fritos. Es literalmente imposible conseguir cualquier verdura ahora mismo. ―Parece que las lluvias torrenciales de hace unos días se han cobrado sus víctimas ―apunta le androide en alusión a la reciente pérdida de invernaderos. Me consuelo pensando que al menos se habrán podido capturar abundantes cantidades de agua de lluvia para futuros riegos. Pero luego cuestiono la viabilidad de tal solución a largo plazo, en tanto en cuanto no se encuentre algún material que cumpla las exigentes condiciones de transparencia y resistencia requeridas en la actualidad. Condiciones que hacen que mi sistema de climatización automatizado reduzca la temperatura ambiente de la casa en este preciso instante, en consonancia con el tórrido clima exterior, que alcanza cotas absurdamente abrasadoras al rebasarse el mediodía. Aprovecho para dejar caer mis flácidas nalgas en una trasnochada mecedora de mimbre estratégicamente situada. Por diluida que esté, la acción del haz de sol filtrado a través de la ventana sobre mi pellejuda piel es tremendamente reconfortante. Siento un cosquilleo tan tangible que parece como si mis células cutáneas se estuviesen despertando después de un profundo sueño, estirándose exageradamente y haciendo todo tipo de aspavientos. Por supuesto, por encima de este efecto terrenal está la retrotracción a tiempos pasados y luminosamente felices que no puedo evitar sentir. Como es habitual desde su llegada, Alfa asiste al ceremonioso ritual con expresión embelesada. Concluido mi cegador baño solar, nos disponemos a deglutir el parcialmente frustrado menú. Alfa alaba con énfasis la tersa y crocante textura de los lomos de salamandra enharinados, sin duda propiciada por los continuos avances en la técnica de fritura al aire. Por mi parte, siento vívidamente el insuflo proteínico que me proporciona el otrora extravagante condumio. La velada transcurre conmigo exigiendo el máximo de mi ergosilla, incapaz de conservar la postura y retorciéndome constantemente. En cambio, observo pasmado una vez más cómo Alfa mantiene su pose erguida y firme habitual. Me paro a pensar en lo curioso que resulta que nimiedades como esta llamen tan poderosamente mi atención, en contraste con lo natural de mi aclimatación a otras virtudes realmente fascinantes en une androide, tales como interés y empatía. Ante las reiteradas súplicas de mi decadente cuerpo, me despido de Alfa temporalmente para practicar el noble arte de la siesta. Hora y media después de un discontinuo e intranquilo sesteo, despierto remolonamente y dejo una vez más que Diane dirija las tareas para mi levantamiento y posterior traslado, como si fuese un trozo de carne correosa avanzando por una cinta transportadora. Durante el trayecto, reconozco el inconfundible sonido de Interstellar Overdrive de Pink Floyd a través del hilo musical. Al llegar al salón, encuentro a Alfa completamente enfrascade en la lectura de una de las escasas obras que forman mi exangüe biblioteca física. ―Ah, Isaac. Ya has despertado. Disculpa, estaba absorte leyendo Agujero Negro, de Charles Burns. Me tomo unos segundos para elogiar en silencio el inmejorable maridaje de lectura y música elegido por mi interlocutore. ―¿Y qué te está pareciendo? ―inquiero con genuino interés. ―Fascinantemente inquietante ―contesta entusiasmade―. Además, como cada experimentación con tus aficiones, me hace comprender mejor tu excelente estado mental y talante. Sé de muy buena tinta por mi programación que hay gente a la que le resulta difícil llenar los días sin apenas poder salir al mundo exterior. ―El problema de esa gente a la que aludes es que no saben estar ni vivir consigo mismos ―observo con cierto hastío―. Lo maravilloso de una situación así radica precisamente en la obligación de profundizar en lo que se es. Ocurre algo parecido con la soledad. Una persona incapaz de sobrellevar la soledad está gritando a los cuatro vientos que se repugna a sí mismo. ―Una reflexión interesante. ¿Cómo se aplica a tu caso? ¿Nunca te has sentido solo? ―Diría que no. En cambio, si me preguntas si echo cosas de menos, la respuesta es un sí rotundo ―puntualizo con melancolía―. Pero no creo que eso sea sentirse solo. Mis últimas palabras son expelidas por una voz temblorosa que me cuesta reconocer. Como ocurre a veces después de una charla vehemente, ambos nos quedamos en silencio de repente. La deriva que ha tomado la conversación me deja mal cuerpo, como si hubiese sufrido un cambio brusco de temperatura después de una comida copiosa. El incómodo silencio se mantiene durante unos minutos, hasta que Alfa lo rompe bruscamente. ―Bueno, creo ya va siendo hora de que me comuniques abiertamente el verdadero propósito de mi presencia aquí. Ha quedado claro que eres una persona que sabe vivir con su soledad. Intuyo que debe haber una razón mayor detrás de todo esto, aparte de tener un acompañante físico para jugar al HeroQuest o debatir sobre semántica ―termina espetándome con una sonrisa condescendiente. Aunque no esperaba una bofetada de franqueza de este calibre, no puedo menos que alegrarme ante la espontaneidad de Alfa. ―Estás en lo cierto ―admito sin tapujos―. No soy alguien necesitado de compañía y la domótica me permite llegar adonde mi caduco cuerpo no puede. Hay algo más. ―¿Y bien? ―Verás… necesito salir al exterior. No sé describir con exactitud la reacción de Alfa tras mi confesión. Su rostro se contrae en un gesto adusto en el que, sin embargo, creo adivinar un deje de curiosidad. ―Fuiste científico de datos en el centro nacional de investigaciones climáticas durante muchos años ―contesta como si de mi biógrafe se tratara―. Supongo que no es necesario que te explique la inviabilidad de lo que propones. Ignorar una amenaza hasta que no es tangiblemente mortal es un comportamiento muy humano. La respuesta de Alfa me hace rememorar la impotencia de mi antiguo yo, espectador de lujo del crecimiento aterradoramente exponencial de los catastróficos efectos de lo que hoy bien podría considerase ya una mortífera estabilidad climática. Todo modelo predictivo cayó estrepitosamente en la subestimación. Para cuando se quisieron empezar a tomar medidas realmente drásticas para frenar este proceso autodestructivo, la inercia era lo suficientemente fuerte como para llegar al inhóspito escenario actual. Un poco sutil tamborileo de dedos me trae de vuelta a mi realidad en dicho escenario, con Alfa aguardando mis explicaciones. ―Soy plenamente consciente de que apenas podría aguantar unos minutos ahí fuera antes de morir por un golpe de calor ―aclaro para constatar lo obvio―. Precisamente por ello, tenía que esperar a que tú entraras en mi vida para llevar a cabo mi plan. ―Desde mi llegada, no tardé en percibir que eres extremadamente reservado a la hora de hablar sobre tu pasado personal. ¿Acaso tiene esto algo que ver? Una vez más, Alfa da en el clavo. Mi semblante se llena de admiración hacia los programadores de este modelo de androide, cuya sagacidad y sensibilidad parecen superar continuamente mis más altas expectativas. Esperando que su capacidad sentiente esté a la altura de mis elevadas exigencias una vez más, procedo a sincerarme y relatar mis verdaderas intenciones. *** Estoy al borde de un acantilado, felizmente impregnado por la luz del sol y el salitre marino. Vislumbro a un niño pecoso correteando por los alrededores. Una delicada mano se posa sobre mi hombro derecho. Me doy la vuelta y contemplo la radiante cara de su portadora justo enfrente de mí. Nos sentamos entre las rocas, en un lugar que deja la más pura evocación al alcance de nuestras manos, firmemente incrustada en una oquedad adyacente. El niño sigue jugueteando sin descanso, formando parte troncal del momento aun sin ser consciente de ello. Nos rendimos a la contemplación mientras devoramos un sándwich de sedosa crema de cacahuete. Me esfuerzo en saborear la dicha que me embarga, deseando que nunca acabe. De repente, todo se empieza a fundir a negro sin previo aviso. La silueta de mi acompañante se pulveriza y se confunde en la inmensidad del cada vez más oscuro mar. El niño se convierte súbitamente en un adulto de aspecto salvaje y hosco, alejándose de mí a una velocidad mayor de la que puedo procesar. Mi mente da órdenes para frenar este devenir de acontecimientos, pero mi cuerpo no responde. Ya sólo queda el negro, envolviendo todo a mi alrededor y creando un desazonador efecto de vacío. Aunque mi sistema de climatización no lo permitiría, despierto con una desagradable sensación de sofoco. Son las siete menos diez de la mañana, quedan pocos minutos para que se den las condiciones óptimas para nuestra expedición. Aquellas que coinciden con la inoperancia de los primeros rayos de sol, concentrando el escaso frescor que haya podido acumularse durante la noche. Considerando la fragilidad inherente a los ciento quince años que acarreo a mis espaldas, las estimaciones de Alfa me conceden unos cuarenta minutos de vida antes de sufrir un shock térmico. Todavía me resisto a creer que haya accedido a ayudarme. Inicialmente, me topé con una retahíla de argumentos en contra de mi petición, como cabría esperar en cualquier ser racional. Sin embargo, advertí que el aire soñador de mi relato calaba hondo en elle. Puede que también haya cierto afán por saber detrás, pero, pasados unos días, me comunicaba que había cambiado de parecer. Precisamente ese período de reflexión, en el que pudo madurar mis motivaciones, fue la prueba definitiva de que sus niveles de empatía hacen plena justicia a su apellido de sentiente. ¿Qué hay más humano que rectificar? En el transcurso de mis meditaciones, compruebo con asombro que he accedido inconscientemente a la cabina vestidor. Me dejo empapar por las sucesivas rociadas de aerosol, destinadas a conformar un exoesqueleto de kevlar que amortigüe en parte las agresivas condiciones climáticas que me esperan. Ingiero una termopastilla electrónica convenientemente sincronizada con Alfa. En cuanto mi cuerpo alcance temperaturas rayanas a la fatalidad, le androide procederá a trasladarme de vuelta a casa con presteza. Dadas las capacidades físicas de mi acompañante, el trayecto debería reducirse a unos escasos cinco minutos, incluso llevando mi decadente cuerpo a horcajadas. Apenas empiezo a ser consciente del pánico que me asola, una vez todos los preparativos concluyen y ya nada se interpone entre mi persona y mi destino, cuando esa quintaesencia de la evolución llamada a hacer las veces de mi montura entra en escena. ―Hola, Isaac. Veo que ya estás preparado ―saluda Alfa. ―Al menos de puertas para afuera ―reconozco tembloroso―. Vámonos ya. Adiós, Diane. ―Isaac, aún no he recibido instrucciones sobre tu desayuno ―obtengo como rutinaria respuesta. ―Cierto ―asiento con condescendencia, como si hablase con un menor incapaz de comprender la situación. Inicialmente no sé muy bien qué responder, pero de repente lo tengo clarísimo―. Por favor, ¿podrías preparar un sándwich de crema de cacahuete para dentro de media hora? ―Dalo por hecho, Isaac. Finalizado este conato de despedida, dirijo una mirada resuelta a Alfa, que asiente con expresión decidida y después adopta una postura cuadrúpeda para facilitar mi subida. Sorprendentemente cómodo en mi nueva pose, navego en las intelilentes para activar un comando largamente ignorado: abrir la puerta. Antes de que pueda valorar la magnitud del muro de calor que entra fulgurantemente en la casa, Alfa se contonea hasta tomar una forma de L invertida, tras lo cual sale corriendo disparade en dirección a nuestro destino conmigo a cuestas. No encuentro palabras para describir la aplanadora y opresiva sensación de calor que nos rodea. Siento como si hubiésemos salido a un planeta con una gravedad dos veces superior a la terráquea. Mi calva se perla de sudor al instante y tengo una percepción palmaria del embotamiento mental que me provoca el asfixiante calor. Alfa mantiene su avance con suficiencia, aparentemente insensibilizade gracias a su capa de recubrimiento de aerogel. Es difícil discernir algo con nitidez, el aire está distorsionado y borroso debido al sofocante ambiente. Todo parece sumido en la más absoluta calma, lo que no hace sino acrecentar la inquietante sensación de intranquilidad que me carcome por dentro. Acierto a distinguir algún destello acompañado de rugidos guturales, seguramente achacables a algún indómito miembro del movimiento involucionista. Segundos después, aprecio una leve reducción de ritmo por parte de Alfa, señal inequívoca de que nos aproximamos a nuestra meta. Pido que pare y me dejo caer sobre el terreno. Lo que antaño fue grama fina ahora es una selva seca y descuidada. Me noto terriblemente cansado, pero a la vez siento que pienso con cierta claridad, como un enfermo que pasa por un momento breve de lucidez mental antes de morir. A escasos metros de donde estamos solía erigirse una peculiar formación rocosa llena de cavidades y rodeada de acantilados. Como intuíamos, esa estampa ha quedado fagocitada por la inmisericorde subida del nivel del mar, entorpeciendo nuestra tarea. ―Vamos bien de tiempo ―observo tras consultar mis intelilentes―, pero ahora es cuando más te necesito, Alfa. ―Contábamos con esta contingencia, Isaac. No te preocupes. La convicción de Alfa no se limita a meras palabras, sino que va de la mano de una bonita cabriola que acaba con le androide zambulléndose en el agua de forma ruidosa. Imagino que sus sensores trabajan sin descanso, siguiendo mis indicaciones. Mi espera está aderezada por una extraña combinación entre el magnético sonido del mar y los ecos de voces engoladas que parecen provenir de un lugar alarmantemente cercano. Tras una eternidad que en realidad se reduce a escasos minutos, un leve burbujeo de la capa superficial del agua no tarda en revelar la esbelta figura de Alfa, recubierta de diversos residuos marinos y portando una caja metálica de la que cuelga una cadena ferozmente arrancada. Ignorando la inutilizada cerradura, Alfa me brinda la caja abierta tras una rápida maniobra que convierte los dedos de su mano izquierda en una suerte de navaja suiza moderna. ―Aquí tienes, Isaac. La imprimación ha facilitado bastante la búsqueda ―alaba le androide, en referencia a la capa de epoxi enriquecida con polvo de zinc que recubre caja y anclaje. Retiro la tapa con manos trémulas e intento ganar acceso a su contenido, bregando contra la capa de líquido translúcido que empaña mis ojos. Un torbellino de recuerdos me invade mientras extraigo una figurita de origami hecha a cuatro manos, un puñado de notas manuscritas que alegraron días pasados con sus mensajes, un hueso de albaricoque convertido en silbato entre sonrisas e inocente admiración, un pequeño y tosco jarrón de arcilla moldeado por dedos diminutos y un taco de fotografías anotadas con fecha y lugar. De forma totalmente inconsciente, proyecto en mis intelilentes la imagen actual de la mesa de mi casa, donde descansa un plato con el sándwich de crema de cacahuete que pedí a Diane y que paladeo en un extraño ejercicio psicosomático. Con el corazón hecho un nudo, me entrego a recomponer los momentos que reflejan las fotos. Así, obtengo la facultad de esculpir mis rememoraciones a mi antojo y viajo hacia realidades idealizadas del espacio-tiempo. Un movimiento inesperadamente brusco del agua me salpica y deja trazas en mi cuerpo de una sustancia pulverulenta. Mi razón me dice que no pueden ser sus restos, pero me contento con su significado simbólico, que sirve para casi acabar de rehacer del todo la efeméride que tanto he añorado. Mi absoluto estado de trance hace que pierda la noción del tiempo, ignorando el irrespirable calor que asola mi cuerpo. Me doy cuenta de que las manos de Alfa están sobre mis hombros, en un vano intento por aplacar mis ya incontenibles sollozos de melancólica felicidad. ―Me alegro de haberte ayudado, Isaac. Cuando finalmente accedí a ello, creía entender tus motivos. Pero no ha sido hasta ahora cuando he asimilado del todo lo que intentabas explicar ―se sincera le androide―. Tu lenguaje corporal durante estos minutos escapa por completo a mi programación. Comprendo que no quisieras guardar estos recuerdos en las intelilentes. Esta esforzada reconstrucción de acontecimientos debe ser muy distinta al frío almacenamiento virtual. Intento contestar, pero mi boca sólo consigue expulsar una especie de sonido mudo informe. Me conformo con asentir, profundamente agradecido. En vista de mi inevitable silencio, Alfa se dispone a decir algo más, pero una tromba de piedras arrojadas desde mi espalda fuerza su retroceso y consiguiente alejamiento. Dos pares de recios brazos me alzan en volandas, mientras un grupo de figuras nervudas cubre la posición sin dejar de acribillar al amigue al que tanto debo. Intento revolverme y librarme de mis captores, pero los efectos del insano clima me azotan de golpe y me llevan a la inconsciencia en cuestión de segundos. Recobro el conocimiento despojado de mi exoesqueleto de kevlar, cuyo lugar ocupa un andrajoso conjunto de pieles entrelazadas. El ambiente a mi alrededor es húmedo y oscuro. Asumo que mis apresadores me trajeron a una gruta próxima antes de que mi temperatura corporal alcanzase cotas incompatibles con la vida. Mi respiración se agita al recordar a Alfa. Empiezo a acostumbrarme a la penumbra, obteniendo como recompensa la contemplación de una miríada de jetas primitivas que van abriéndose en abanico, hasta dejarme frente a frente con un hombre de avanzada edad y aspecto curtido. Enfoco mi vista hacia la agreste cara del sujeto, cubierta por una tupida barba blanca de pelo desgreñado. Sobre la velluda frondosidad, alcanzo a distinguir un rastro familiar en la piel de sus pómulos: las marcas de una antigua pecosidad infantil.
Pantalla completa
NO PUEDES CREAR UNA VALORACION O MODIFICAR UNA ANTERIOR
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-04-05 20:55:02
7
Comentario
Es un relato exquisitamente escrito. Tiene una trama que, aunque se base en un futuro distópico es como muy diaria, muy común y eso me gusta. Me enternece mucho el personaje principal y su relación con el androide. El final me ha parecido ( aunque lo esperaba) una buena forma de cerrar la historia. Mis felicitaciones al autor o autora.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-07-12 14:02:01
6
Comentario
Mucha calidad en este relato, lenguaje muy rico y perfecta redacción. No he visto ninguna errata. El final se me ha hecho un poco largo, me ha dado sensación de que el autor se recrea demasiado en su dominio de la prosa y lo alarga demás. El escritor es un profesional, se nota que no es lo primero que escribe. Lo del lenguaje de genero neutro es una buena idea para el robot, pero usarlo también en las narraciones para referirse a Alfa me liaba un poco, como que hubiese sido mejor usar el lenguaje inclusivo exclusivamente para los diálogos del robot. Enhorabuena autor. Te deseo mucha suerte en el concurso y en tus futuros proyectos.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-04-09 12:39:34
8
Comentario
Wow! Me he quedado sin palabras. Esta es una de aquellas historias que lees con interés, no solo por el conocimiento del autor/ra de técnicas científicas o por su forma literaria, que también, sino por su sensibilidad y mensaje con un final inesperado. Excelente relato.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-04-14 20:26:29
5
Comentario
Narración interesante de la vida de un humano carcamal, en una nave, con varios androides que le atienden sus necesidades. Me gustó su relación, al fin no estaba solo. Aparentemente se protegía del desastre ocasionado por el cambio climático, no sé si lo entendí bien. Me resultó un poco confuso. Pareciera que los ejercicios no le hacían mucho efecto a Isaac, tenía colgajos. Se introduce en algunas palabras la sustitución de “o” por “e”, y en otros el uso de “e” innecesario que confunde e interrumpe la lectura. Sé que la intención del/la autor/a fue buena, pero a mí me corta la fuidez del texto. Alfa lo usa y de pronto también Isaac que no lo hacía antes (narrador en primera persona). Algunas correcciones que espero te sean de utilidad: …todavía echo un ovillo… (hecho? De hacer o echar) … considerase… (considerarse) ¡Suerte autor/a!
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-04-15 06:38:30
4
Comentario
El relato comienza con una prosa súper correcta, por momentos pausada, que me hace recordar, en estilo, a Bradburry. Este ritmo, durante la introducción, poco a poco va pareciendo una excusa para la continuidad de expresiones de contexto, aclaraciones que ponen al lector en situación. Quizás, y es una opinión fina y más de piel que racional, esta descripción de todas las formas de innovaciones tecnológicas que intervienen en el despertar del protagonista, se vuelva larga y parezca más una herramienta que parte del argumento. Si esto se mantuviera todo el cuento, el autor le habrá dedicado la mayor parte de su extensión en detallarnos los avances de la época del protagonista, pero muy poco en contarnos qué le sucede. Llegado a la tercera parte del cuento ocurre esto (y a la mitad también). Sé mucho del contexto, pero no ha ocurrido casi nada. No me gusta mucho el uso de “lenguaje inclusivo”. En ocasiones no sé si es una falta de ortografía o una letra cambiada a propósito. Por otro lado, se utiliza algunas veces y otras no. Las referencias literarias producen el mismo efecto: parece un texto propagandístico. Suena todo muy exagerado, al estilo de: voy a llamar a mi hermana desde el teléfono “telefex”, y sonríe mostrando el aparato, en el que cada frase es una propaganda de algo. “Le voy a decir que escuche…, y que lea…, mientras se toma una…”. Tampoco ayuda al ritmo la conversación púber de los protagonistas (no parece un anciano). Encuentro frases extrañas, como “selva seca”, otras exageraciones innecesarias, como líquido traslucido para lluvia, etc. El autor escribe bien y está tan lleno de imaginación que lo desborda. El cuento está plagado de referencias ingeniosas, pero adolece en el argumento. Para un texto tan largo ocurre muy poco.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-04-16 21:19:28
5
Comentario
Por un lado, el autor o autora de este relato tiene oficio. Se ve que no es lo primero que ha escrito. Ese oficio le ha llevado a presentar un relato, a priori, bien escrito, aunque con algunos fallos ya explicados en anteriores comentarios por lo que no voy a repetirlos. Lo que si me descolocado es el uso del lenguaje inclusivo. Creo que el autor/a debería haber incluido una nota explicando su elección. No veo mal usarlo, aunque yo nunca lo utilizaría ya que provoca que la atención del lector se desvíe al dudar si lo que ve es un fallo o es a conciencia. Por último, he tenido la sensación de que este relato está escrito como si fuese la introducción de una obra mayor. Aunque extenso, en conjunto he pensado que es más descriptivo que de acción. Como si fuese la presentación de dos personajes.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-04-26 19:51:20
7
Comentario
Estupendo y deprimente relato. Esperemos no llegar a un día como el que se describe, en el que las comodidades técnicas no puedan compensar una terrible soledad. La redacción es también muy buena e imaginativa.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-05-06 01:03:16
5
Comentario
El tema del relato es interesante, una preocupación muy humana que no es otra que reflexionar sobre la vejez y quien nos cuidará durante su imperio. Me ha parecido, o se me ha hecho, un poco largo y detecto algunos errores y expresiones que chirrían con un texto bien escrito, pienso que podría haberse pulido el estilo un poco más. Felicidades al autor.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-05-11 21:17:57
5
Comentario
Relato ambicioso, para mi gusto escrito con un lenguaje excesivamente empalagoso, sobreadjetivado, plagado de cultismos, y descripciones redundantes. Durante la larguísima introducción, pensé que se trataba de un texto humorístico, lo cual le hubiese otorgado sentido al excesivo sarcasmo del protagonista, y le hubiese perdonado la poca chicha habida entremedias. De hecho, me hizo recordar (para bien) la tronchante y genial «Sin noticias de Gurb» de Mendoza. Como también a ratos, según se desarrolla el argumento, evocar las estupendas películas «Her», «Ex-Machina» y «Finch». Lamentablemente, no es una lectura fluida, y en cuanto el humor se disipa y la historia se pone seria, mi interés fue decreciendo. Pero esto es solo una opinión, con una importancia muy relativa, y sobre todo, cuestión de gustos. Habra otros que les encante, y sabrán valorarlo en proporción.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-05-15 19:02:35
6
Comentario
Gracias al autor o autora por su tiempo y su imaginación. El relato me ha absorbido durante toda la lectura porque veo un buen uso de la extensión máxima de palabras que se permite en ricas descripciones, sin embargo, el argumento me ha parecido escueto. Con todo, conviven un futuro distópico con pinceladas casi utópicas, IA creíbles, un protagonista cercano y buena ambientación, felicidades. El texto está muy bien escrito y exhibe pericia, aunque existen diversos detalles que una corrección de estilo corregiría (porque existe algún que otro error: "creo ya va siendo hora", etc.) y, sobre todo, mejoraría (la densidad de adverbios acabados en -mente y de gerundios -algunos mal puntuados- llega a agredir mi percepción, además de otros problemas). Hay también un puñado de detalles ortotopográficos que habría que corregir, aunque no muchos. Por último, aunque respeto su uso y lo veo coherente con los personajes, veo metido con calzador el empleo de lenguaje inclusivo, el cual, además, es del tipo que dificulta la lectura y la comprensión.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-05-16 19:25:44
6
Comentario
El autor tiene un vocabulario asombrosamente rico y una imaginación fértil que queda evidente en el relato. Lo que más me gustó fue la forma como el narrador logra transmitir su melancolía a pesar de estar rodeado de muchas comodidades. Creo que el ritmo pausado del relato ayuda a eso. También debo reconocer que hay algunas cosas que no resultaron enteramente de mi agrado. El lenguaje utilizado me parece, en general, demasiado rebuscado. No entiendo porqué el protagonista hablaría de una forma tan literaria. A veces me dio la impresión de que es un pretexto para lucir las capacidades del autor (que evidentemente son muchas) que una forma de imprimirle personalidad al personaje. La descripción de la vida cotidiana del narrador hace ver avances tecnológicos impresionantes que, sin haber sido suficientes para frenar el cambio climático, si le han dado a la humanidad la posibilidad de sobrevivir y más aún de un buen grado de comodidad. Me resultó un tanto inverosímil pensar que no hubiera una forma más fácil de salir que con la ayuda del androide. Finalmente no entendí bien el final (y reconozco que esto puede ser más cosa mía que del relato) ¿Quiénes lo capturaron? ¿De dónde salieron? ¿Cuál es la relevancia de las pecas?. El desenlace me ha parecido un tanto precipitado y desconectado del resto del relato.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-06-02 16:59:46
6
Comentario
Si el personaje siente aséptico el ambiente yo siento obsesivo al personaje, al igual que el volumen “calculado” y el lenguaje pulcro (que entiendo es la intención del autor para con el personaje). La reacción ante Alfa me parece que es la que tuviera ante un humano, no ante un robot; como un juego innecesario. El personaje me parece más robótico de Alfa. Creo que pasa mucho tiempo en el relato para que Isaac rebele su verdadera intención. Gracias autor, escribes muy bien.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-06-07 12:18:07
3
Comentario
Este es un buen relato, echado a perder por la incontinencia verbal del autor. Muchas veces, menos es mas, y la pomposidad junto con la logorrea sostenida cansan hasta al mas estoico de los lectores. En sentido contrario, el final luce trunco, y uno no puede menos que sospechar que el autor tuvo que recortar por la abrumadora cercanía del limite de 4500 palabras que prescriben las bases del concurso. Lástima, en verdad. Otrosí: no soy un particular enemigo de los adverbios, pero 74 terminados en "mente" en nueve paginas de narración son demasiados...
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-06-08 19:37:39
8
Comentario
Muchas gracias al autor y suerte ^^. El leer palabras como " encantade" o " nueve androide" me ha hecho liarme las primeras veces, pero después ya lo he leído sin problemas, aunque bien me ha hecho pensar y reafirmarme todavía más en las absurdeces a las que estamos llegado. Este es un relato que está escrito de manera excelente. El nivel del escritor es notable. Lenguaje rico y culto, escritura fluida, aunque a veces un poco compleja por causa misma de algunas expresiones. Buenas descripciones, buena ambientación y buen clima. La historia narra muy bien lo que podría ser un futuro no tan lejano en donde una caja fuerte o del tiempo, que implica mayor emotividad, cobra más importancia y sentido que cualquier cosa que el protagonista tiene en su día a día y que es lo más en tecnología, incluyendo a Alfa. También me ha gustado ver las dos caras de una misma civilización al final. Gran contraste.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-06-12 12:44:16
4
Comentario
Después de leer el relato y los comentarios que se han escrito sobre el mismo, poco más me queda por comentar sino que estoy de acuerdo con otros lectores como ljon en que el texto contiene demasiadas rimbombancias elegantes. Peca de ser muy petulante, rococó, de un cultismo extremo. También me parece poco adecuado para el buen ritmo de su lectura el uso masivo del género neutro con fines intencionados. Y todo ello choca directamente con algunos aspectos digamos frikis que no calzan con esa excesiva madurez literaria, como jugar con el androide al HeroQuest. Hay que pensar más en distraer al lector que a encandilarlo con tu prosa, porque el objetivo de un buen escritor es alabar y despertar la imaginación de su lector, no hacer que te alaben a ti.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-06-16 22:17:17
3
Comentario
Entiendo que has podido usar el lenguaje para dibujar al personaje. Sin embargo, no hay historia. La desproporción entre la rica prosa - con algunos errores inaceptables, si quieres jugar a escribir como Baudelaire- y la falta de argumento es absoluta y tramposa. Estamos ante un maniquí inexpresivo y frío, vestido con franela y armiño. Entiendo que sorprendan los fuegos artificiales, pero te has olvidado del argumento.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2022-08-22 14:15:20
8
Comentario
Enhorabuena escritor. Relato apocalíptico muy actual (además de profético, no creo que supieses el verano que nos esperaba cuando lo escribiste) y muy bien llevado. Consigues crear intriga sobre la historia del personaje y el mundo en el que vive, lo que hace querer seguir leyendo. El relato está muy bien escrito, y solo ha habido un par de cosas que no me han convencido. Por un lado el lenguaje utilizado: aunque al estar narrado en primera persona el lenguaje denota la mirada y la forma de pensar del protagonista me ha parecido un tanto rebuscado, tanto en las expresiones como en algunas palabras empleadas. Por otro lado, la utilización del "neutro", al principio me ha hecho gracia pero luego se hace un poco pesado encontrarse esas incómodas "es" a lo largo del texto. En cualquier caso, la historia y tu forma de escribirla me han gustado. Enhorabuena. (vigila una "h" que creo que se ha volatilizado en un "hecho" del primer diálogo :-)
Consulta la comparativa de eReaders
en Español, más completa de internet.
eReaders
Todos los eReaders
Buscar eReaders
Comparar eReaders
Podría interesarte...
Obra colectiva del equipo de coordinación ZonaeReader
También en redes sociales :)