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Relato 44 - Madre hasta el fin
2024-11-10
Presentación
En 1936 ocurre un levantamiento militar en Barcelona, acontecimiento que marca el inicio de la guerra civil española. Una mujer aparece una mañana de ventisca, con un elegante sombrero de fieltro negro perlado de copos de nieve, un costoso abrigo de piel y una jarra de latón.
Relato
MADRE HASTA EL FIN Sant Julià de Lòria. Frontera hispano-andorrana. Febrero 1939 La galopada por tierras españolas del jinete de la guerra parecía tocar a su fin al cabo de casi tres cruentos años. Los primeros exiliados comenzaron a llegar en 1936, pero la caída de Barcelona el pasado 25 de enero fue el detonante para que miles de personas se echaran a los caminos rumbo a Francia, en lo que ya se denomina la retirada, buscando una protección que nuestros vecinos vacilaban en brindarles. Presionado por la opinión pública, el primer ministro Daladier se plegó a abrazar los principios republicanos de brindar asilo a los perseguidos y dispuso la apertura de fronteras, primero a la población civil y luego, hace un par de días, el 5 de febrero, a los militares. Según supe por el capitán Montaner de la aduana, en todos los puestos fronterizos se han desplegado tropas que desarman a los españoles, los identifican y los envían a centros donde reciben vacunas y una comida caliente. Pese a que nuestro gobierno y el francés habían previsto la llegada de algunos miles de refugiados, ya suman más de 300.000 y a juzgar por el cariz de la situación, el éxodo está lejos de acabar… Atravesar los Pirineos por este paso resulta especialmente arduo debido a que nos encontramos a casi 2.000 metros de altura. Además, debemos considerar las deplorables condiciones climatológicas. Los ancianos comentan que este invierno está siendo uno de los peores del siglo… Somos conscientes de que debe haber numerosos muertos. Nadie nos lo han dicho, pero tampoco hace falta: las autoridades han contratado camiones para cargar los cadáveres de los desdichados que, extenuados por las marchas forzosas, siembran los senderos. Sucumben por heridas infectadas, por las bajas temperaturas, por inanición o, simplemente, por carecer de argumentos para intentar mantenerse con vida después de haberlo perdido todo… Mi vida no ha sido fácil, pues la gripe española me dejó huérfano cuando apenas era un niño y tuve que dejarme la piel para llegar hasta donde estoy ahora, pero al menos nuestro amado principado ha sabido mantenerse ajeno a los conflictos. Ahora, al ser testigo directo de los padecimientos de esta pobre gente, rezo cada noche a nuestra Señora –“Sed a periculis cunctis libera nos Semper, Virgo gloriosa et Benedicta. Amén”- para que vele por la paz en nuestra pequeña nación y nos libre de padecer los inefables horrores que pueden adivinarse en sus caras. Apareció una mañana de ventisca, poco antes de la aurora. Recortándose contra la luz de la luna, su silueta se proyectaba sobre el suelo del establo. Su singular aspecto parecía ignorar el clima exterior: un elegante sombrero de fieltro negro perlado de copos de nieve, un costoso abrigo de piel (astracán tal vez, no estoy seguro del animal, pero sí reconozco lo fino en cuanto lo veo…) y unos delicados botines de tacón, tan finos como imprácticos para desplazarse por nuestras calles. No podía negar su procedencia extranjera. En su enguantada mano portaba una abollada jarra de latón que contrastaba con el resto de su conjunto. Debía estar buscando dónde adquirir algo de alimento y se desorientó en la tormenta, llegando atraía por los mugidos del ganado. Interpreté como desvelo maternal la transida ansiedad de su rostro, de una palidez enfermiza, y sus ojos, unos ojos cuya mirada implorante proyectaba una inmensa y contagiosa congoja. Depositó el recipiente en el piso en completo silencio. “A buen entendedor…” pensé para mis adentros. Lo cogí, me senté junto a la Roser, la Bruna dels Pirineus más hermosa de todo este valle, y tras ordeñarla en un abrir y cerrar de ojos, se lo tendí lleno a rebosar de humeante y espumosa leche. —Veinte céntimos, si us plau. Como no dijese nada, añadí algo incómodo: —Se la estoy dejando más barata que en el mercado… Con un ágil movimiento, tomó la mellada vasija y, sin efectuar ademán alguno que sugiriese que fuese a pagar, partió con insospechada agilidad, perdiéndose entre la nevada. Me quedé allí, contemplándola desvanecerse, protagonista de un sueño en el que mis piernas estuvieran clavadas en el suelo, incapaz de desplazarme. Sentí el calor de la rabia en mis orejas: acababan de robarme en mis narices y no había hecho nada por evitarlo. Me irritaba haber contribuido a alimentar esa extendida creencia de que la gente de campo somos simples e ingenuos, a quienes se nos engaña con facilidad… Pero por alguna razón desconocida no reaccioné. Pude haberla seguido y exigirle mi dinero o que retornara la leche. Pude haber llamado a los gendarmes y denunciarla… Pero no valía la pena. En últimas, no eran sino veinte céntimos, tampoco era el fin del mundo. Proseguí con mis faenas rumiando lo sucedido. Sin duda, debía tener sus motivos, justificantes de su proceder. El recuerdo de la impresión causada por aquellos ojos suplicantes fue pesando más que mi cólera inicial, acabando ésta por diluirse con el paso de las horas. El canto del gallo, anuncio de los desafíos de una nueva jornada. Estaba limpiando el establo cuando aprecié una sombra a mi espalda. Me giré y ¡allí estaba la misteriosa dama de nuevo, con las mismas prendas costosas y su humilde jarra! Entonces entendí: era una de esas clientas adineradas acostumbradas a que les abran una cuenta en los negocios de su confianza –colmados, sastrerías…– y que pagaban su deuda total al finalizar el mes. Me recriminé por haber pensado mal de ella y tomé el maltrecho envase. Mientras hacía mi trabajo, la analizaba con el rabillo del ojo. Me pareció interpretar en su gesto una súplica más acuciante que el día anterior. “Te estás obsesionando” pensé. Salvo esa impresión, todo lo que sucedió a continuación fue una repetición de lo ocurrido la víspera: en cuanto obtuvo su cálido y espumeante botín, salió apurada y en silencio, como una monja que hubiera tomado el voto. Sé que, en el sur, los catalanes tienen una expresión, “Fer-se l’andorrà” (hacerse el andorrano), para referirse a la actitud indiferente, propia de mis compatriotas, de quien observa los hechos desde la distancia, sin juzgar ni tomar partido por nada ni por nadie. Reconozco que, tiempo atrás, sí pude haber respondido a ese arquetipo del individuo insensible, desdeñoso de lo que acaecía allende nuestros valles, mas ahora el sufrimiento de este mundo se me había materializado en aquella enigmática mujer… Y supe que estaba obligado a actuar. Me convencí de abordarla y preguntarle si podía ayudarla, si necesitaba algo, si estaba en mis manos borrar la profunda tristeza de sus ojos… A la mañana siguiente, respondiendo a mis mudas súplicas, volvió a aparecerse. Decidido, me dirigí a ella en español. Nada. Lo intenté luego en catalán, Res. En francés. Rien. Incluso en occitano… Arren. Ignoró todos mis intentos por comunicarme, mostrando cierta impaciencia. No quise molestarla con más intentos. Ordeñaba a la Roser distraído, barajando las posibles razones de su mutismo y ninguna me parecía más sólida que las otras: tal vez le impedían contestar la timidez o el amor propio o quizás era una de esas esposas católicas a ultranza que no hablaban con hombres desconocidos… ¡A lo mejor era judía y solo hablaba sefardí…! Ofuscado ante mi revés, no supe responder a tiempo cuando, al ofrecerle el colmado pichel, hizo algo insólito: me lo arrebató y salió corriendo. Esa insólita actitud me alarmó y la curiosidad pudo más que la razón. Decidí cerrar el establo y seguirla con mil preguntas cociéndose en mi cabeza. Me sorprendió que, en lugar de dirigirse a las instalaciones provisionales destinadas a alojar a los desplazados, tomase la dirección opuesta. Era admirable la facilidad con la que avanzaba a contracorriente entre la abigarrada riada de vehículos, semovientes y personas que descendía por la ruta. Me trajo a la mente la imagen de un cuchillo caliente hendiendo la manteca. En un tramo donde la senda se angosta entre la montaña y un abrupto desnivel que acaba en el el río, la perdí. Me alteré y apresuré el paso, obstaculizado por el tráfico incesante de personas y carruajes, hasta llegar al lugar donde me pareció haberla visto por última vez. Busqué en todas direcciones. Nada. Desazonado, quise agotar todas las opciones y me asomé al extremo del barranco. Su abrigo negro se distinguiría sobre la blanca pendiente. Un reflejo captó mi atención y agucé la vista: parecía el vidrio de un vehículo que yacía semioculto bajo el nevado manto, en la ladera, unos diez metros más abajo. Debía haberse despeñado en horas de la noche y nadie se percató del accidente. Habiendo perdido a la fugitiva y ante mi descubrimiento, tenía la obligación de avisar del accidente a los gendarmes. Contrariado, decidí suspender mi particular búsqueda y acudir a las autoridades. Las peculiares características del siniestro requerían el apoyo de rescatistas profesionales. Fue necesario recurrir a la ayuda de los bomberos voluntarios, a cuyo cuerpo me vanaglorio de pertenecer. Calzando afilados crampones y bien asegurados con sogas, descendimos ayudándonos con piolets. A medida que nos bajábamos pudimos adivinar las formas de un automóvil. Debía llevar ahí por lo menos unos tres días, a juzgar por el grosor de la capa que lo cubría. A costa de grandes esfuerzos, lo alcanzamos. Después de mucho palear, mi compañero Xavier alias “Puça” (pulga), pudo introducirse en el auto por un orificio en su luna trasera. Desde su interior me iba contando lo que veía. Estaban –me dijo- los cadáveres congelados de una malhadada pareja. Al hombre se le había incrustado el volante en el pecho, lo que con seguridad le rompió el esternón provocando una muerte dolorosa. En contraste, su acompañante aparecía intacta, sin ninguna señal aparente de lesiones: no tenía equimosis, cortes ni arañazos y tampoco había rastros de hemorragias. Si no fuera por su ausencia de pulso, podría pensarse que estaba durmiendo un placentero sueño, tal era la calma que reflejaban sus facciones. Pero lo más increíble estaba por venir. Al socaire de las inclemencias, arrebujado entre mantas y oculto entre los inertes brazos de la mujer, “Puça” descubrió algo inesperado: un vivaracho y rozagante bebé de sonrosadas mejillas, aparentemente sano, ajeno a la calamidad. ¡Un auténtico milagro! Todos se regocijaron con aquella feliz noticia en medio de la desgracia. Al cabo de más de cinco horas de trabajos forzados, finalmente logramos extraer a los fallecidos. Agotado y sudoroso, me liberé de mi equipo y me acerqué a observar a aquellos desdichados. El semblante del varón se retorcía en una horrible mueca. Debió haber sufrido mucho… ¡Pobre hombre! Al aproximarme a la difunta, un escalofrío recorrió mi columna. ¡No era posible…! ¡El cansancio me estaba haciendo ver visiones…! Me quité las gafas de sol, cogí un puñado de nieve y me lo restregué por la cara… Volví a mirar. Lo mismo, mis ojos no me engañaban… Aquella mujer que yacía inmóvil a mis pies no era otra que… ¡mi silenciosa clienta! En su enguantada mano derecha, convertida en férrea tenaza por el rigor mortis, asía todavía un singular artículo que reconocí al instante: se trataba ni más ni menos que de la deformada jarra de latón, vacía.
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Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-10 10:05:06
6
Comentario
Autor/a. Tu relato con tintes históricos sobre una época triste de la historia de España nos muestra la sinrazón de un enfrentamiento bélico que conllevó a la lucha entre hermanos. Nos ofreces una historia de terror y fantasía, bien hilada a la que añades algunos datos. Me permito hacerte una observación, ya que en tu texto queda poco definida y para no errar en la historia tendrías que recalcar que el levantamiento de Barcelona fue el 19 de julio de 1936 y la caída de Barcelona fue el 26 de enero de 1939. ¡Suerte!
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-10 11:19:21
5
Comentario
Un buen relato, solo que el título hace las veces de spoiler, entonces se pierde lo que podía haber sido una gran sorpresa para el lector. Las descripciones del paisaje y la idiosincrasia fronterizas le confieren bastante realismo al cuento.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-16 17:07:00
7
Comentario
Estimada autora o autor, Enhorabuena por tu relato, manejas perfectamente el ritmo, despertando el interés del lector e invitando a seguir leyendo. Sitúas la acción en el tiempo y el espacio de una forma muy veraz a través de descripciones y detalles (incluyendo los giros idiomáticos). Se agradece además la sencillez de tu estilo, que resulta claro, fácil de leer y muy visual. No he encontrado tampoco errores ortográficos o de estilo, se nota que el texto está bien trabajado. Como sugerencia para mejorar aún más el relato y, teniendo en cuenta que es un concurso de relatos de terror, intentaría rodear al espectro de un ambiente más tétrico a través de las descripciones de las escenas en las que aparece. Muchas gracias y suerte, es uno de los mejores que he leído hasta ahora.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-20 14:55:23
5
Comentario
Autor/a un relato histórico con una narración de espanto y amor maternal intercalado. Está bien narrado y descritas las escenas. Aunque las guerras son un acontecimiento de terror, en este caso, no se percibe como tal. llegando atraía por los mugidos del ganado. (Esto no lo entendí). Autor/a gracias por participar en el concurso.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-27 11:02:10
3
Comentario
Un agradable relato de encuentros fantasmales con sorpresa. Sorpresa sí (pese a que era algo predecible que la mujer de la jarra de latón fuese una presencia fantasmal...), pero poco terror, en mi opinión, que es de lo que se trataba en este certamen. Con todo, alabo la habilidad de quien lo ha escrito. Hay errores ortotipográficos: alguna repetición ("el el río"), mezcla de guiones y rayas, palabras mal escritas ("atraía/atraída"), diversos errores de puntuación (p. ej., "entendedor…”[,] pensé"), etc. Aparte, las cifras como 300.000 o 2.000, además de mal escritas debido al punto, habrían ido mejor escritas con letras en un texto literario. E aspecto gramatical está relativamente cuidado, apenas alguna expresión o gerundio que se podría haber mejorado o corregido. Si el relato hubiese contenido más terror y si hubiese pasado por las manos de un corrector profesional, sin duda habría puntuado alto. Gracias por participar.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-28 10:57:27
4
Comentario
Hola, autor/a. Lo siento, pero no es un relato de terror aunque hable de los horrores de la guerra. A parte de eso, no es un mal relato, el ritmo es bueno y se lee con interés. También falta más ambivalencia de los franceses hacia los refugiados.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-28 19:26:59
5
Comentario
Me ha parecido más bonita que terrorífica, cosa que no sé si es muy bueno en un concurso de relatos de terror. Si obviamos eso, un relato qué te atrapa, bastante bien narrado y que se sigue con interés.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-12-02 01:08:17
6
Comentario
El cuento comienza con una prosa cerrada, espesa, a la que, para mi gusto, le faltan algunas puntuaciones. “nuestros vecinos vacilaban en brindarles”. Si es nuestros, debería ser brindarnos. “ Según supe”, creo que aquí esto debería ser punto y aparte. Después de Montaner va una coma. A partir del tercer párrafo el texto mejora mucho y fluye. “El canto del gallo, anuncio de los desafíos de una nueva jornada.”, esta frase queda descolgada, además de que parece que faltara una tercera cláusula. La prosa termina siendo muy buena. Me hizo recordar autores del SXIX, más precisamente Delfina, de Claude Signole. Un lindo cuento de fantasmas.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-12-02 10:23:36
5
Comentario
Un breve relato de gran calidad sobre el éxodo que sufrió gran parte de la población española tras la guerra civil, siendo especialmente duro para todos los niños huérfanos de esa época. Me han faltado tintes de terror, alguna pesadillo o elemento que infundiera miedo al protagonista hubiera mejorado el resultado, en lugar de la rabia y curiosidad. No me parece adecuado para el concurso de relatos de terror, pero me parece que tiene gran calidad como para pertenecer a otro tipo de antologías de relatos. Además el texto está muy bien escrito y se nota revisado y con trabajo detrás.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-12-08 16:40:35
5
Comentario
Muchas gracias al autor/a y suerte ^^. Relato fácil de leer que recrea una época dura y horrorosa que tampoco nos pilla tan lejos. Las gentes, los lugares, las preocupaciones… se pueden percibir en cada línea, cosa que se agradece, pues te facilita una lectura con experiencia más inmersiva. Sopiler: El final en donde se muestra que esa misteriosa, extraña y callada mujer en realidad era un fantasma en busca de alimento para su hijo me ha causado más emoción que miedo, pero me ha gustado. No he visto errores en la puntuación, aunque diré este, que se podría mejorar: * “A buen entendedor…” pensé para mis adentros.// «A buen entendedor…», pensé para mis adentros.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-12-12 18:37:31
8
Comentario
Muy bien hilado. Te conduce sin tropiezos hasta el final sorpresa que te noquea. Como contrapartida, me ha parecido qué el terror está en muy pequeñas dosis. Muchas gracias por participar. Enhorabuena. Sigue escribiendo. Suerte.
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