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Relato 18 - Tragantia
2024-10-14
Presentación
Tragantía es un viaje a la mente de aquellas personas que empezaron a sentir la tristeza del mundo demasiado pronto, forjando una necesidad imperiosa de expresarse y el terror de cuando las palabras se le atragantan. Es la historia de una mujer que siente el miedo de haber sido abandonada antes de tiempo, y de la mella que puede causar la soledad en un corazón herido.
Relato
“Yo soy la tragantía hija del rey moro, quien me oiga cantar no verá la luz del día ni la noche de San Juan” A 17 de junio la atmósfera ya era irrespirable. El aire áspero y caliente agrietaba hasta las encías, y la piel moribunda y seca de su antebrazo derecho, o al menos la que aún no había arrancado a jirones de tanto rascar, le suplicaba humedad con tal tristeza que le hacía imposible devolverle la mirada. En las puertas del verano, lo único que Judith podía esperar era calor insoportable y eccemas. Hacía ya casi cuatro años desde que Judith decidió rendirse en su misión dedicar su vida a la escultura, y casi quince desde la primera vez que puso las manos en la arcilla. Ella había sido la típica chica joven que lo tenía todo; inteligente, atractiva, con potencial. Podría haber hecho cualquier cosa, comerse el mundo entero de un bocado si así lo hubiese querido. Pero ella no tenía esa ambición. Poco después de cumplir los 16 años, la chica que todo lo podía fue muriendo lentamente, dejándole su espacio y sus responsabilidades a una Judith que se caía a pedazos a cada paso que daba. Ella siempre pensó que se debía a que, conforme creció, su alma tambien fue creciendo, y había llegado al punto en el que le pesaba más que el cuerpo. Sus notas comenzaron a bajar, y el sueño de su madre de que su hija se sacase una carrera universitaria (la primera en toda su familia) quedó en poco más que papel mojado. Sus vínculos y amistades se fueron disolviendo a medida que perdía la capacidad de sentirse humana al rededor de otra gente, y el sueño de su padre de ser abuelo era algo que mejor debía olvidar. Sin embargo, entre las miradas de compasión y decepción, encontró algo que le ayudaba a levantar la carga que yacía arañando su cráneo. Con un poco de arcilla podía darle forma a todos esos monstruos que vivían dentro de ella, mirarlos a los ojos. Y aunque al visionar a aquellas criaturas Judith se estremecía, porque sabía que no era suficiente fuerte como para plantarles cara, encontraba alivio en poder materializar aquello que le mordía los sesos cada día. Tanto se aficionó a la escultura que su meta personal comenzó a ser intentar vivir de ello. Alguien más en el mundo debía sentirse como ella, y tal vez pudiera reconocerse en sus esculturas. Tal vez ella pudiera reconocerse en aquella persona. Pero su obra no terminaba de cuajar en ningún lugar. Pese a que aquella Judith que vivió antes que ella hubiese triunfado de sobremanera, la técnica de la Judith en la que se había convertido no era la mejor. Sus figuras nacían de la visceralidad, casí se podía decir que se abría el pecho y las sacaba de sus propias entrañas, pero desgraciadamente no del talento. O al menos no de aquel talento que buscan en las exposiciones. La escama de motivación que pudo haber surgido en Judith no tardó en desprenderse cuando tras años de esculpir, nadie mostró interés en lo que tenía que contar, y acabó llegando el momento en el que ya no tenía nada que decir. Fue entonces, en aquel dia de junio, que Judith decidió volver al estudio que había cerrado hace cuatro años. En el sótano de casa de sus padres, las esculturas que ella misma había dejado tapadas se amontonaban junto con el polvo en cada rincón de la habitación. Era incorrecto, por mucho que le fuese a costar acostumbrarse, decir que era la casa de sus padres. Su madre había muerto hace dos años de una sepsis, y hace quince minutos acababa de asistir al funeral de su padre. Era ya un hombre mayor, viejo incluso, pero Judith no se habría extrañado si le hubiesen dicho que había muerto de tristeza. Ella ya era una mujer adulta, y ninguna de las dos defunciones le pillaron por sorpresa. Pero algo se había despertado dentro de ella aquella tarde. Nunca antes se había sentido tan sola. Entre todo aquello que la había atormentado durante tantos años, nunca había encontrado soledad. Podía perder amigos, dejar de tener siquiera conocidos. Pero sus padres siempre habían estado ahí. Judith ya ni siquiera era capaz de recordar si ellos la habían llegado a apoyar cuando decidió ser artista, no le importaba. Ya no estaban. Ninguno de los dos. Su alma pesaba un poquito más a partir de ese día, y necesitaba volver a esculpir. Tres días después, Judith seguía encerrada en aquel sótano. Varios pegotes de arcilla gris estaban repartidos por el suelo de la habitación, junto con algunas de las sábanas que habían estado tapando las esculturas durante años, ahora desnudas y expuestas al escrutinio del ojo de Judith. El calor allí abajo era sofocante, y su piel lo notaba. Las rojeces que dejaba la sequedad en sus antebrazos se habían extendido hasta sus piernas y su cuello. Podía sentir los restos de piel muerta que se acumulaban bajo sus uñas a cada rascada. No había comido nada en todos estos días. Seguramente tampoco hubiese nada de comida en aquella casa. Las horas pasaban y Judith veía como sus propias manos se reían de ella cuando trataba de moldear la arcilla. No conseguía las formas correctas, solo podía llegar a proyectar pequeñas insinuaciones e inuendos de aquello que había en su mente. Los eccemas estaban desviando su atención, su piel escocía como si mil demonios estuvieran azotándola con la cola. Concretamente, una de las ronchas en el lateral de su pierna izquierda estaba llevándole al borde de la locura. Con la punta de las uñas, Judith empezó a rascarse la pierna hasta hacerse una herida, al principio suficientemente superficial como para ser poco más que un arañazo. Pero no se detuvo. El picor seguía aumentando, y había empezado a notar algo parecido a un bulto que hacía presión en el interior de su pierna. Una masa que parecía estar saliendo hacia fuera. Sus uñas se clavaban cada vez unos cuantos milimetros más en su piel, cada vez más rápido. Sus dedos se introducían en la abertura, urgando en busca de aquel grumo que le hacía sentir tanta presión. Empezó a sangrar, podía notar como su humor se deslizada hirviendo por su pantorrilla. Cuando apartó su mirada de la arcilla para posarla en la pierna fue que vino a reparar en el daño que se había provocado: lo que al principio era un eccema, y después un arañazo, ahora era una grieta abierta y sangrante en el lateral de su pierna. Sus dedos estaban introducidos varios centimetros en su piel, y de repente lo notó. Las yemas de sus dedos índice y pulgar hicieron contacto con un cuerpo extraño, y como si sostuviese una pinza quirúrgica lo extrajo de la herida. Nada más observar lo que había sacado, soltó un grito ahogado. Aún recubierto de sangre, se encontró con lo que parecía un dedo amputado, que casi parecía palpitar. El aire se volvió frío de golpe, y a Judith le costaba respirar. Cada bocanada que entraba en su boca se topaba con el nudo que se había hecho en la parte alta de su garganta, y cada nervio de su cuerpo empezó a gritarle en el oído “¡Cuidado, te estas ahogando!”. Lanzó el dedo al suelo con un aspabiento y, cojeando y en cuclillas, fue corriendo a pegar la espalda a la pared más cercana. El dolor de la herida, que no había llegado a sentir, golpeó su pierna de repente como si un bate la hubiese golpeado, y no pudo controlar las lágrimas. Conforme más lo miraba, más sentía que aquel miembro que se encontraba en mitad de su sótano estaba respirando. Pasó una hora hasta que Judith fue capaz de volver a acercarse al dedo. Había algo que le perturbaba de sobremanera cada vez que sus ojos se posaban en él. Imágenes de su infancia se proyectaban en sus ojos como luces parpadeantes cada vez que lo miraba; los pájaros muertos que caían encima del alfeizar de la ventana de su cuarto. Aunque ella no lo supo hasta mucho después, el vecino de arriba criaba aves (seguramente para nada bueno), y aquellas que no le acababan dando resultado se las quitaba del medio y eran arrojadas por la ventana. La primera vez que uno de estos cadáveres llegó al alcance de una tierna Judith de cinco años se pasó todo el día llorando. Cuando esto se convirtió en un ritual, su padre decidió inventar una explicación para que su hija no tuviera que llorar más. Judith creció pensando que aquellos eran los pájaros que estaban ya viejitos, que iban al alfeizar de su ventana porque notaban que allí vivía una niña buena, y se quedaban muy dormidos porque estaban muy agusto a su lado. Volvió a tomar el dedo entre sus manos, y fue entonces cuando notó que la textura de este era distinta a la de los suyos. El color también era demasiado pálido, y en general era muy rígido incluso para un dedo amputado. Además, esa sensación al tacto era inconfundible para ella: Era arcilla. Judith quedó ecandilada con ese descubrimiento; el nivel de detalle en aquel dedo era sublime. Cada forma, cada curva, cada hendidura en la piel, en la uña. Solo ese dedo era mucho mejor de lo que ella podría haber hecho en toda su vida. Aunque en realidad, había salido de su pierna, era técincamente una creación suya. Pasó un día más y Judith seguía enfrascada en su arcilla. Nada parecía salir bien. El dedo descansaba en una de las mesas, haciendo que se sintiese observada, como cuando era joven. Intentó replicar en varias ocasiones el nivel de detalle de aquella pieza que había arrancado de su pierna, pero no era capaz de alcanzar nada parecido. Cada vez que la frustración le alcanzaba las rojeces de su cuerpo, sobre todo las de sus piernas, ardían como hechas con un hierro al rojo. La herida había dejado de sangrar, pero aún le dolía horrores. Cada vez que intentaba ponerse a trabajar empezaba a sudar a mares, y en cuestión de días parecía que el calor se hubiese duplicado. Pese a todo, no se le pasó por la cabeza la idea de salir de esa habitación en ningún momento. Junto a esto, se sumaba que a lo largo del día había empezado a sentir pequeñas punzadas y presiones a lo largo de las piernas, cerca de las nuevas ronchas, pero mucho más profundos en su piel. Y un pensamiento no dejaba de rondar por su mente, por mucho que trataba de evitarlo. Y si había más ahí dentro. Judith sabía que era una locura, pero los últimos días tampoco habían sido muy cuerdos. Ella quería confiar en sus manos. Hacerlo ella misma, como lo hacía cuando era más joven. Sin embargo, habían pasado demasiados años. Si la Judith que descubrió la escultura por primera vez ya era una sombra de lo que alguna vez había sido, la que se encontraba aquella tarde en aquel sótano no era ni un suspiro.Y podía sentirlos palpitar, dentro de ella, de sus piernas. Aunque fuera solo por saciar su curiosidad. Las uñas de Judith empezaron a rascar la yaga que la sequedad había provocado en su pierna derecha, más o menos a la misma altura que la herida que se había provocado en la pierna izquierda. Esta vez el dolor si llegó instantáneamente, cuando la herida era suficientemente grande como para que pudiese introducir la primera falange del dedo. Usándola como si de un bisturí se tratase, siguió cortando las disntintas capas que encontraba mediante moivientos repetitivos. Podía notar como aquello que sentía bajo la piel se arrastraba para acercarse a la salida que había improvisado. El nudo en la garganta volvió, el aire no pasaba, pero sentía como los eccemas de su cuerpo, de su cara, hubiesen comenzado a transpirar. La asfixia que notaba en su garganta seguía presente, no obstante. De repente hizo contacto con algo duro. Intentó pellizcarlo, pero parecía demasiado grande, se le escapaba. El mero roce con esta columna que había encontrado le hacía gritar agónica. No era la arcilla, era el hueso. Bajó la mirada y vió como, sin casi haberlo notado, pese al dolor, había introducido casi la mano entera en la grieta de su pierna. Recolocó los dedos para alejarlos de su tibia y seguir buscando aquello que sabía que estaba allí. Su sangre estaba tan caliente que juraría que se estaba quemando. Por fin lo encontró. El tacto de la arcilla. Esta pieza parecía más grande que el dedo, y extraerla fue mucho más doloroso. La fatiga hizo que, antes siquiera de poder verla, los músculos del torso se destensaran y quedara tumbada en el suelo, exhausta. Tras un buen rato recuperandose, y tras varias oleadas de sudores frios, pudo levantar la cabeza y observar lo que había sacado. Más que un todo, era una una parte, lo que parecía media cara de un varón. Simplemente mirarle a los ojos provocó que Judith no pudiese controlar una náusea. Esos ojos eran los que la miraban cuando se sentía observada. La mirada que todas sus estatuas habían intentado imitar, pero que nunca conseguía lograr. Soltó unas cuantas carcajadas. “Miradlo, miradlo bien”. El resto de figuras de la sala parecían retorcerse de verguenza. Aquel era el monstruo que atormentaba a Judith. Tener esa cara delante le provocaba un sentimiento completamente irreal, era todo lo que Judith había odiado a lo largo de su vida. Tenía que completar esa escultura. Lo primero que hizo fue pensar un nombre. Era algo común en su proceso creativo, pues darle una identidad a la arcilla una vez que encontraba una dirección en la que construir le ayudaba a mantener la motivación. Su madre le llamó Judith porque era una mujer muy católica. Ella quería que su hija fuese una mujer fuerte, que agarrase al toro por los cuernos. Una mujer que pudiese mirar al miedo a la cara y cortarle el cuello. La estatua que estaba a punto de montar se llamaría Holofernes. Dos días después las piernas de Judith parecían haber pasado por un accidente. Pieza a pieza, con sus propias manos, Judith había ido sacando cada fragmento de Holofernes de sus extremidades inferiores. Podía sentirlas, como si tuviese un radar, y sus manos se habían vuelto cada vez más precisas. Otro dedo, un codo, un antebrazo. Algunas de las piezas eran demasiado grandes, y sacarlas le requería usar las herramientas que originalmente compró para esculpir la arcilla para esculpir la carne de sus piernas, abrirla de par en par y rebuscar como si fuese un baúl de juguetes. Llegó incluso a serrar y lijar fragmentos de hueso, y después a arrancarlos, para que las partes pudiesen salir con más facilidad. Su piel estaba cada vez más cubierta de ronchas, el calor era cada vez más abrasador. Su garganta se había cerrado casi completamente, y apenas podía pasar un hilito de aire, pero su piel se levantaba como los flecos de un toldo de forma rítmica para abastecerla de aire. Humedeciendo las piezas, era capaz de ir uniéndolas una a una, y Holofernes iba tomando forma. Cuando llegó a la mitad de la figura, Judith ya no podía andar. Parecía como si un perro salvaje hubiese estado alimentandose de ella, y quedaba tan poco porentaje de pierna que las piezas de arcilla comenzaban a asomar como estalactitas. Sin embargo, sus piernas aún sentían, lo sentían todo. Dedicaba todas las horas del día a brutalizar las ronchas de sus piernas, mientras a rastras iba de aquí para allá, sin salir nunca del sótano. El momento en el que los relojes marcaron las nueve de la noche del 23 de junio, Judith sacó el último fragmento. Sorprendentemente, ese ya no dolió. Fue fácil de extraer, pues ya no quedaba carne. Ni hueso. De hecho, ya no quedaba nada. Con la fuerza de sus codos se acercaba a los barreños de agua, y frotando con las yemas despellejadas de los dedos, siguió reconstruyendo a Holofernes. La figura completa observaba a Judith desde un plano picado. Era la forma perfecta de un ser humano, aún más perfecta incluso. Y aún con esas, era completamente deforme, repulsivo, ofensivo. El alma de Judith ya no pesaba nada. La había sacado trozo a trozo de sus entrañas. La forma plana y redonda de la cara de Holofernes daba vueltas en la cabeza de Judith. Las cuencas profundas con las que la miraba le revolvían el estómago. Holofernes comenzó a moverse por la habitación. Torpemente, iba colocandose frente a las demás figuras de arcilla. Tras haberlas visto todas, se acercó a la que había sido el primer trabajo de Judith. Con un manotazo lento la tiró al suelo, y se colocó de cuclillas junto a ella. La boca desdentada de Holofernes se abrió de par en par, y en un movimiento veloz comenzó a canibalizar a la estatua tumbada. Judith no pudo contener la náusea; aquella estatua que estaba siendo comida olía a carne, sonaba como la carne. Dejando poco más que un esqueleto de arcilla, Holofernes repitió esto con todas las figuras que había en el estudio. Judith, mientras tanto, estaba en el centro de la sala, observando. Lloraba, pero no se había dado cuenta. Su piel había empezado a respirar a un ritmo frenético. Tras el último bocado, Holofernes se acercó a ella. El estómago de la figura estaba visiblemente engrosado, y con una nueva textura venosa. Tras mirarse fijamente por unos segundos que a Judith le parecieron horas, Holofernes se desplomó de espaldas, sin más previo aviso que un grito ahogado. Pese al golpe, parecía completamente relajado, destensado. Su pecho se hinchaba vehementemente con cada inspiración que daba, y se deshinchaba con cada expiración. Parecía dormido. La piel de Judith se calmó. Como una serpiente, se acercó al monstruo todo lo que pudo. Había empezado a actuar instintivamente. Mojó las manos en el barreño de agua, y empezó a masajear el cuello de Holofernes. Los movimientos de sus manos eran cada vez más duros, más agresivos. El cuello de Holofernes comenzó a deformarse, hundiéndose hacia dentro. La criatura se despertó cuando las manos de Judith comenzaron a apretar con fuerza. Esta empezó a agitarse, salían ruidos gorgoteantes de su boca y los detalles de su piel se iban difuminando. Con suficiente presión, la cabeza de Holofernes se desprendió del cuerpo. Judith comenzó a llorar aún más. Miró la mitad inferior de su cuerpo. Lo que quedaba de él. El pánico se apoderó de ella por una fracción de segundo, y paró de llorar. Comenzó lentamente a agarrar pequeños trozos del cadáver que tenía delante de ella, y comenzó a frotarlos por sus heridas. Los nervios cercenados se reactivaban al contacto con la masa. Poco a poco, una nueva parte de su cuerpo se estaba formando de la arcilla que se estaba aplicando. Podía notar como sus nervios se estiraban, formando ramificaciones dentro de la arcilla. Notaba como los bordes de los huesos se expandían y palpitaban. Sus manos iban dando forma a su nuevo torso inferior, largo y elegante. Las ronchas de su piel se endurecían a la vez, volviendo su piel áspera y escamosa. La larga cola de arcilla ahora había pasado a ser una extensión de su cuerpo. Judith gritó, gritó con tanta fuerza que el nudo de su garganta se deshizo. Dieron las doce de la noche del 23 de junio. Judith salió de aquel estudio.
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Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-10-22 22:01:31
9
Comentario
La mejor historia hasta ahora que he leído en este concurso, a momentos me he visto obligada a apartar la mirada y tomar un descanso de algunos segundos mientras leía esto, sentía el mismo dolor que Judith, tanto emocional como físico, sentía el mismo miedo y cansancio que ella y aún así no podía parar, porque como Judith, necesitaba terminar lo que empecé. El único fallo pequeño y que se nota que es por la limitación de palabras del concurso, es que debería haber más elementos para recordar que la estatua esta viva, como la palpitación del dedo, ya que al final tomó por sorpresa cuando la estatua cobró vida.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-10-23 18:58:07
6
Comentario
Autor/a. Tu relato es una buena aportación para la reivindicación de la lucha por recuperar un objetivo, salir de la soledad y volver a respirar vida. Una historia trémula, no obstante, en la que Judith debe luchar contra la opresión del pasado, la arcilla convertida en Holofernes. Te sugiero que revises el texto, hay algún error ortográfico. ¡Suerte!
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-10-24 10:03:58
7
Comentario
La mezcla de horror psicológico y corporal es efectiva, y el simbolismo de Holofernes añade profundidad. Aunque algunos detalles sobre el deterioro físico pueden ser excesivos, la narrativa atrapa y culmina con un final inquietante y poderoso.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-10-26 20:20:27
5
Comentario
No me ha convencido mucho. ¿Cómo puede una persona urgarse las entrañas hasta sacar objetos extraños sin drogarse, ni anestesia ni un mísero chupito de whisky, nada…? Luego, dice que la casa de sus padres tiene sótano, por lo tanto uno se imagina una casa en bajo unifamiliar. Entonces, ¿cómo que el vecino de arriba le tira pájaros muertos a la ventana? No sé, eso me chocó. Abundan las repeticiones, como casi, cada, golpeó/golpeando, piernas… También erratas hay unas cuantas, de memoria recuerdo eNcandiló, vergüenza y varias más. Muchas gracias por participar. Sigue escribiendo. Suerte.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-07 12:01:29
5
Comentario
Muchas gracias al autor/a por su relato y suerte ^^. Una historia que en general se nota trabajada y cuidada. Representa el resurgimiento o capacidad de seguir adelante a pesar de las dificultades y muros que surgen en el camino. Muros que en muchas ocasiones nos ponemos nosotros mismos. Está genial la escena tan gore y sangrienta de cuando la prota va accediendo al interior de su cuerpo para sacarse de dentro aquello que la atrapa. Es muy explícita y llega a incomodar y dar mal rollo. Y en este concurso viene genial. Aquí algunas cosas que he visto a mejorar: *“al rededor”. Sería “alrededor” *Falta un “de” después de “misión”: decidió rendirse en su misión dedicar su vida a la escultura, *Aquí creo que después de “ella” habría quedado más correcto poner “y” en lugar de coma, porque pierde un poco el sentido: Con un poco de arcilla podía darle forma a todos esos monstruos que vivían dentro de ella, mirarlos a los ojos. * Esta frase repite •cada vez” y no está bien estructurada. Falta una tilde: Sus uñas se clavaban cada vez unos cuantos milimetros más en su piel, cada vez más rápido. Habría quedado con más armonía con algún cambio como aquí: Sus uñas se clavaban unos milímetros más en su piel a cada momento, avanzando con mayor rapidez. *Este “fue que vino” queda un poco raro: fue que vino a reparar en el daño que se había provocado * Falta una tilde en el “sí”: Esta vez el dolor si llegó “ Error en “Distintas”: Disntintas Mucha repetición de “como”. Habría estado bien intentar sustituirlos por “al igual que”, o alguna forma similar, por poner un ejemplo.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-15 21:05:15
5
Comentario
No es el relato típico de demonios, fantasmas o monstruos. Pero, no resulta nada creíble, ahí, urgándose. Confieso que pensé que los tiros irían a que las figuras de arcilla tomarían vida y asesinarían a la gente. Hay varias erratas como: un ser que se cuela "comenzó a ser intentar vivir de ello. yaga se escribe con ll. Y alguna otra más. A pesar de ello, me ha parecido interesante esa obsesión, ese terror más psicológico con toques de gore.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-16 12:01:46
3
Comentario
La introducción del cuento no anima mucho a leerlo. Hace tres ofertas poco atractivas (desde mi perspectiva). 1- Un viaje a la mente de aquellas personas que empezaron a sentir la tristeza del mundo demasiado pronto. 2- la historia de una mujer que siente el miedo de haber sido abandonada antes de tiempo. 3- de la mella que puede causar la soledad en un corazón herido. Intento ser constructivo con este comentario: la introducción es la oportunidad que tiene el autor de invitar a los lectores a leer el relato. Mi idea es leer todos los cuentos del concurso. Pero si no fuera así y me motivara elegir cuáles leer, inspirado en la introducción, y pensando que vengo a leer un cuento de terror, este no sería uno. “misión dedicar”, falta un “de” en medio. La misma oración tiene un problema de tiempo verbal (hacía y decidió). “16 años”, el número debería expresarse en letras. “era suficiente”, falta un “lo” en medio. “cerrado hace cuatro años”, debería ser “hacía”. No queda claro, en el párrafo anterior que deja de esculpir. Por eso sorprende ese “cuatro años”. Creo que en el párrafo anterior se da muchas vueltas para decir que dejó de esculpir, tantas que no s entiende bien. “muerto hace dos”, lo mismo que el ejemplo anterior. Igual el hace siguiente. Considerando que hay un único personaje, muchos “ella” y “Yudith” sobran, se entiende siempre que se está hablando del personaje. No sé mucho de esculpir o trabajar con arcilla y no entiendo por que se le producen eccemas. Tal vez falte una aclaración para los que no entendemos. Tampoco se entiende por qué se pasa tres días trabajando sin comer. “saliendo hacia fuera”, es redundante. “cuerpo extraño, y”, creo que la coma debería ir después de la “y”. Repte dos veces “parecía” al inicio de un párrafo. “sangre, se”, creo que esa coma sobra. Golpeó y golpeado, muy cercano. “Si la Judith que descubrió la escultura por primera vez ya era una sombra de lo que alguna vez había sido”. El sentido de esta frase se repite varias veces. Creo que quiere dar a entender que en el pasado fue una gran escultora. Sin embargo dice que dejó de esculpir porque no le iba bien. Seguramente falte aclarar mejor este punto. “instantáneamente” y “suficientemente” muy cercanos. El relato viene bastante inverosímil hasta que saca media cara de varón de dentro de su pierna. En ese momento ya no hay verosimilitud, no es creíble. En ese momento, comienzo a creer que la protagonista debe estar alucinando. No está bien fundamentado el fenómeno. Para los que no son expertos en la biblia, sería bueno explicar la relación entre Judith y Helofernes. “porentaje”, está mal. “sus piernas aún sentían”, sus piernas no sienten; es ella la que siente. Lo mismo ocurre con su piel, que respira. “sonaba como la carne.”, no se entiende. Al final no se entiende muy bien el argumento. Ella da vida a Helofernes, a partir de su cuerpo. No muere desangrada por la mutilación, ni entra en shock por el dolor. Luego reconstruye su cuerpo en base al de la estatua. Cuando lo bautiza ya sabe que va a decapitarlo. ¿Por qué le da vida? ¿Por qué lo mata? Creo que falta fundamento para la historia. Ocurren muchas cosas a las que me cuesta encontrar justificación. Al final, el cuento no se relaciona mucho con la introducción.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-20 14:29:45
3
Comentario
Autor/a, un relato muy sangriento. Entiendo que la protagonista, escultora frustrada, saca de sus entrañas las ideas para esculpir las figuras de arcilla, entre ellas la de Holofernes, para luego destruirla como hizo Judith, y reconstruirse ella. Exagerada la destrucción que causó en su cuerpo, que hasta quedó mocha de las piernas. Cómo podía sobrevivir a esa carnicería, en un sótano y sin comida por seis días. Es interesante el planteamiento, pero muy poco creíble. Terror, tiene mucho, ciertamente. Algunas correcciones ortotipográficas que te sugiero: Las rojeces que dejaba la sequedad en sus antebrazos se habían extendido hasta sus piernas y su cuello. (Porque, ¿de dónde salieron las rojeces, qué las produce?) / agusto (es incorrecto, a gusto) / técincamente (¿técnicamente? / yaga (llaga) / moivientos (movimientos) repetitivos. Podía notar como (cómo)aquello. Además, faltan varias tildes. Necesita una corrección ortotipográfica. Gracias por participar en el concurso.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-11-27 10:42:05
2
Comentario
Lo que más me ha gustado de este relato son las descripciones perturbantes y escalofriantes de lo que le sucede en las piernas a la protagonista y de lo que sucede al final, con esa reconstitución grotesca de las piernas. Con todo, los párrafos tan largos y densos, la baja calidad lingüística y el final algo difuso me han supuesto verdaderas dificultades para leer a gusto. Hay muchísimos errores ortotipográficos, como muchos errores de acentuación que evidencian que el texto no se revisó, leer este relato ha sido un camino de piedras. El aspecto gramatical también está muy descuidado. El texto habría requerido una labor de corrección completa y profunda, tanto ortotipográfica como de estilo, es decir, que hubiese pasado por las manos de un corrector profesional. Mi nota, en consecuencia, será muy baja. Con todo, ánimo, porque la historia tiene mucho nervio y existe buena capacidad para describir. Gracias por participar.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-12-04 20:30:20
5
Comentario
La presentación del relato me dibuja a una mujer depresiva por motivos de su pasado. ¿El 17 y el 23 de junio de qué año? Hay algo con los tiempos en que ocurro el relato que no entiendo. En el inicio hace falta alguna puntuación: “rendirse en su misión dedicar su vida”. También se utiliza “;”, cuando es más coherente “:”. Judith se siente bastante ensimismada, creo que es la intención del autor, pero a mí ella me desespera bastante; siempre saboteándose con una actitud muy infantil. “Siento algo dentro de mí y, en vez de llamar al médico, a la ambulancia, al psiquiátrico, decido sacarlo personalmente a punta de uñas”. Aunque admito que la escena está bien escrita y se siente la desesperación del personaje, aunque quién sabe cómo le fue con ese pedazo de herida. El tipo de final me gusta, aunque me hubiera gustado que quedara como un jarrón de arcilla que cae al suelo y luego hay que barrer los pedazos.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-12-08 17:53:03
4
Comentario
Pensaba que los golems se generaban de una manera diferente, saliendo más del alma y la magia que de la propia materia. Algún error que descentra ligeramente, como "porentaje", que convendría haber revisado.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-12-11 11:54:08
6
Comentario
Hola, autor. No está mal, pero me ha provocado muchas dudas. ¿Cómo puede dañarse tan fácilmente? No es creíble. Pero se puede clasificar como de terror corporal e incluso psicológico. El ambiente del sótano está bien logrado. También el arco evolutivo de Judith. Por contra, el ritmo es irregular Y al final deja algunas preguntas sin respuestas: ¿Qué representa Holofernes más allá de ser el monstruo interno de Judith? ¿Es solo una proyección de sus miedos? He llegado a sentir empatía por Judith. En general, es un buen relato, pero tiene algunos fallos subsanables con una última revisión.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2024-12-13 17:16:55
7
Comentario
El personaje de Judith nos lleva a una realidad que incomoda al lector. A través de su capacidad artística nos lleva a un terror psicológico que retrata perfectamente su crisis emocional. Un auténtico retrato de un personaje que vive entre la crisis y la soledad, hacia las profundidades de sus males y sus traumas, usando la escultura como una herramienta capaz de transmitirnos cuales son las grietas y cicatrices de su alma perturbada. Una historia muy bien hilada y redactada. Enhorabuena al autor/a.
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