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Relato 43 - Suspiro de viento
2023-09-14
Presentación
¿Qué olor tiene la muerte? El aroma se despierta en Ciudad de México entre octubre y noviembre. Durante estos meses, el aire se impregna con el perfume de marigold y cempasúchil, el misterio del incienso de copal y el calor de la cera derretida de las velas parpadeantes.
Relato
En el aeropuerto internacional de Ciudad de México, en una sala de espera, dos figuras solitarias ocupaban asientos contiguos. El reloj en la pared marcaba las horas con un tic-tac monótono, y el constante murmullo de las voces y el eco de los anuncios de vuelo se filtraban como olas distantes en sus conciencias. Esme, una joven de misteriosa elegancia, con cabello oscuro y ojos profundos, vestía un largo y florido vestido, complementado con una chaqueta para resguardarse del frío. Estaba absorta en las páginas de un libro desgastado, mientras el eco de los anuncios se desvanecía a su alrededor, como si existiera en una burbuja de serenidad. El hombre, cuya mirada estaba fija en una cámara antigua que sostenía en sus manos, se llama Kaito. Sus ojos cansados reflejaban la tristeza de alguien que había perdido algo esencial en su vida. A su lado, la joven con cabello oscuro y mirada melancólica, rara vez quitaba su vista de las páginas. Eventualmente el silencio entre ellos se volvió insoportable. Kaito alzó la vista de la cámara y miró a Esme con una sonrisa tímida. —¿Leyendo algo interesante? —preguntó en un tono suave y cálido. Esme levantó la vista del libro, sorprendida por la pregunta y de la repentina compañía. Asintió lentamente. —Sí, es una historia intrigante. Pero no puedo evitar preguntarme si las historias realmente importan en este vasto mundo. Somos tantos y tan fugaces. —A veces, las historias son todo lo que tenemos para encontrar un significado en la vida. Pero a menudo, también nos perdemos en ellas, ¿no crees? —opinó Kaito. Mientras conversaban, algo extraño comenzó a suceder. Esme notó que su voz se desvanecía a medida que hablaba, como si sus palabras fueran absorbidas por el aire. Kaito también parecía percibirlo, frunciendo el ceño ligeramente. —Es curioso —murmuró Kaito—, siento como si estuviéramos aquí, pero al mismo tiempo, como si estuviéramos desvaneciéndonos. Esme asintió, expresaba una mezcla de asombro y ansiedad en sus ojos. —Sí, es como si estuviéramos atrapados en una especie de enigma. La conversación continuó, cada vez más cargada de una sensación de irrealidad. Cada palabra parecía acercarlos más, aunque su entorno parecía distorsionarse sutilmente. Finalmente, el anuncio de un vuelo los interrumpió. Esme miró a Kaito con una sonrisa triste. —Es hora de seguir adelante, supongo —dijo Esme. —Ha sido un placer conversar contigo. A veces, incluso en los lugares más extraños, se pueden encontrar conexiones especiales —puntualizó Kaito. Se pusieron de pie y se dirigieron hacia la puerta de embarque, pero antes de que pudieran cruzarla, ambos se detuvieron en seco. Miraron a su alrededor, viendo cómo la sala de espera se desvanecía gradualmente en una neblina etérea. —No entiendo lo que está sucediendo—, murmuró Esme, apenas audible. —Tal vez nunca lo entendamos del todo, pero al menos no estamos solos en esto. —Kaito la miró con tristeza—. Sabes, creo que finalmente encontramos nuestro lugar en el mundo. —Sí, tal vez siempre estuvimos destinados a encontrarnos aquí —asintió Esme. En ese momento, la neblina los envolvió por completo, y las dos figuras se desvanecieron en la nada, como suspiros en el viento. Un silencio profundo llenó el espacio, y la sala de espera quedó vacía una vez más, hasta que las personas del primer vuelo del día comenzaron a llegar y llenar el lugar. Los fantasmas de la noche ya se habían desvanecido. Kaito, recién llegado de su país natal a Ciudad de México, se encontraba en el corazón de la ciudad en pleno octubre, cuando la temática de la muerte se hacía presente en las calles debido a la cercanía del Día de Muertos. Su cabello oscuro y desordenado caía sobre su frente mientras caminaba por la histórica calle Donceles, situada en el corazón de la ciudad. Este rincón, lleno de historia, se había transformado en un enclave especializado en el mundo de la fotografía. Con sus adoquines desgastados y fachadas coloniales, la calle emanaba una sensación de autenticidad y tradición. El paisaje urbano estaba dominado por tiendas fotográficas cuyos escaparates exhibían una variada colección de cámaras de diferentes épocas y marcas, desde las más clásicas hasta las más modernas. Después de comprarse una telemétrica, Kaito fue a dar a la avenida madero, una de las arterias más emblemáticas y transitadas de la Ciudad de México. Conecta puntos clave en el centro histórico y se extiende desde el Zócalo, la plaza principal de la ciudad, hasta el Palacio de Bellas Artes. Todo estaba rebosante de gente, parecía que no había espacio para alguien más. Kaito entró a una cafetería a tratar de resguardarse del bullicio. Había una silla desocupada en una mesa ocupada. Una linda chica de cabello negro levantó su vista de un libro que sostenía en sus manos. Esme, con su mirada melancólica, señaló amablemente la silla vacía a su lado, invitando a Kaito a unirse a ella. —¿Leyendo algo interesante? —preguntó él con una sonrisa tímida, rompiendo la barrera de la formalidad. En ese momento, parecían ser los únicos en un mundo lleno de ruido, comenzando una conexión que trascendía el espacio y el tiempo. —Así que te compraste una telemétrica de los años sesenta. Cuídala, aquí existe una maldad pura en algunas personas, y puedes llamar su atención. ¿Funciona esa cosa? —preguntó retadora Esme. —¿Nos estás provocando? Podemos tomar una sesión ya. —El acento de Kaito era tonal. —Va, pero no entre este bullicio. Yo vivo por Coyoacán, hay plazas, plazuelas e iglesias viejas; van con el estilo de tu cámara. La sesión de fotos comenzó en el parque Frida Kahlo, un espacio verde que rinde homenaje a la icónica pintora mexicana, con elementos artísticos y decorativos que parecen cobrar vida si los miras detenidamente. Esme posaba de manera extrovertida, sosteniendo su libro mientras Kaito, con su lente angular, se esforzaba por enfocar manualmente. Cuando Kaito estiró uno de sus brazos, la chaqueta se contrajo, revelando inesperadamente las cicatrices en su piel. —¿Por qué lo hiciste? —preguntó Esme con tono suave y comprensivo, mientras Kaito apoyaba su cámara y se sumía en sus pensamientos. —Fue una combinación de la presión del estudio y el trabajo en Japón, junto con mis luchas personales debido a la bipolaridad y la depresión —respondió Kaito tras un breve instante de reflexión. Esme asintió con empatía y continuó: —Entiendo. Estudio filosofía en la UNAM; a veces me refugio en los libros para evitar enfrentar mis propios sentimientos. Kaito sonrió ligeramente y agregó: —¿Entonces, más bien los omites? Esme asintió con complicidad. —Tal vez. ¿Qué intenciones tienes en esta ciudad tan concurrida? Kaito respondió: —Busco un poco de libertad a través de mi arte. También tengo equipo moderno de fotografía, planeo tomar imágenes de las veintitrés millones de historias que habitan esta metrópoli. —Interesante día. Me tengo que ir a mis responsabilidades. ¿Nos vemos mañana por aquí? Te llevaré a probar platillos exóticos como alacranes y tarántulas —dijo Esme mientras se alejaba, su vestido largo ondeando al viento. Kaito, sorprendido, preguntó: —¿En serio? ¿Por qué pasaste el día conmigo? Esme, con una sonrisa enigmática, giró su rostro para responder: —Te vi perdido, Kaito de Japón. Disfrutaron de una comida inusual de alacranes y tarántulas, luego exploraron las plazas, plazuelas y las majestuosas iglesias de Coyoacán. Durante ese día, Kaito se enamoró tanto de la ciudad como de Esme, quien lucía sus tatuajes con orgullo, mostrando su piel en brazos y piernas como un lienzo de historias. —Apuesto a que has comido cosas más raras en tu país —bromeó Esme con una chispa traviesa en los ojos. Kaito rio ligeramente y respondió: —Si te contara. ¿Qué significan tus tatuajes? Ya he localizado una decena. Esme sonrió con orgullo y mostró su antebrazo izquierdo, donde un tatuaje destacaba entre los demás. —Son personajes de una pintora, Remedios Varo. Este es "Mujer saliendo del psicoanalista", es mi favorito. Me lo hice durante mi análisis con mi psicoanalista, que se llama Miguel. Tiene su consultorio por aquí, tal vez un día debas marcarle. Kaito cambió su expresión por un momento, una sombra de su pasado cruzó su mente. —¿Recuerdos del pasado? —preguntó Esme con curiosidad—. Por cierto, si el próximo fin de semana me invitas a salir, ya acumularás muchos puntos a tu favor, y tal vez puedas pedirme que sea tu novia. Adiós. Kaito quedó petrificado con una sonrisa de oreja a oreja, incapaz de contener su alegría. Finalizaba el mes de octubre. Su siguiente cita fue en la Cineteca Nacional, estaba repleta. Calaveras, altares con cempasúchiles y ofrendas llenaban los espacios, mientras las proyecciones al aire libre y la música en vivo creaban una atmósfera conmovedora que envolvía sus sentidos. Tomados de la mano, disfrutaron de la película "Yo orígenes" al aire libre, mientras saboreaban cerveza oscura que acentuaba la magia del Día de Muertos en la Ciudad de México. Al terminar la película, relajados por el alcohol, dieron un paseo por el Panteón Xoco, que se encuentra adyacente a la Cineteca. Las tumbas del cementerio estaban rodeadas de familiares que ofrecían banquetes en honor a sus seres queridos fallecidos. Las lápidas, adornadas con flores y velas parpadeantes, creaban un ambiente lleno de reverencia y cariño hacia aquellos que habían cruzado al más allá. —¿Crees en el destino? —preguntó Kaito. —Te afectaron la película y el alcohol. Creo en tomar decisiones. Y que esas decisiones moldean nuestro destino. —Esme hablaba apasionadamente, y Kaito notó su fervor por el tema. —¿Y en Dios? —preguntó Kaito. —¿Hablas del gran creador de todas las cosas? ¿Del ingeniero del universo? Pues claro que no. Ni siquiera pienso en esa idea, además, si existiera tal entidad, no tendría de qué preocuparme. Si Dios existiera y supiera absolutamente todo, desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, nada tendría sentido. —Entonces, Esme, ¿crees que no existen reglas en el universo? —Kaito sintió que su pregunta sonaba un poco ingenua. —Esa noción del libre albedrío asume que las personas carecen del discernimiento sobre lo que es bueno y lo que es malo. Como si tuviéramos que comprar un boleto para el cielo. Y que la única razón para no hacer daño al prójimo es evitar el infierno. Es una idea insultante para las personas. —¿Hacia dónde crees que vamos entonces? ¿Qué crees que sucederá cuando mueras? —preguntó Kaito, buscando intensificar la conversación. La expresión de Esme se volvió seria mientras miraba fijamente los ojos de Kaito. —Creo que cuando morimos, simplemente no hay nada. Eso es lo que firmemente creo. Pero eso no significa que haga lo que me plazca; tengo conciencia. ¿Has hecho algo de lo que te arrepientas profundamente, Kaito? La pregunta sorprendió a Kaito, y con un nudo en la garganta, sacó la cámara que había comprado en Donceles, idéntica a la que había robado a su abuelo años atrás. Esme notó la mirada fija de Kaito en la cámara y le preguntó qué le ocurría. Kaito, entre sollozos, compartió su historia. —Le robé una cámara como esta a mi abuelo para venderla; era su tesoro. Deshonré a mi familia y nunca me lo perdonaron. Antes de morir, mi abuelo me nombró "kusotare", y fue entonces cuando intenté quitarme la vida, pero me encontraron antes de que pudiera hacerlo. Quiero devolverle esta cámara, pero ahora él está muerto. Me gustaría tenerla conmigo siempre y, cuando llegue mi hora, entregársela en otra vida y pedirle perdón —Kaito estaba llorando. —Lo siento mucho —dijo Esme mientras lo abrazaba con ternura. —¿Eso me convierte en una mala persona? —preguntó Kaito, entre lágrimas. —En esta ciudad, hay personas malvadas, y en general, la maldad pura existe, pero tú no eres una de ellas. —Esme intentó reconfortarlo. Contrataron a Kaito para una sesión de fotos en el Ángel de la Independencia, donde la luz dorada del atardecer teñía de tonos cálidos el entorno. La supuesta modelo, una mujer alta y esbelta de cabello rubio, tenía un rostro anguloso que resaltaba bajo la luz tenue, y unos profundos ojos azules que parecían contener misterios insondables. Vestida con elegancia y confianza, su presencia destacaba en medio de la multitud. —Es un buen equipo —comentó ella, mostrando interés en el equipo fotográfico de Kaito—. Aunque, como dicen, el profesional es el fotógrafo, no la cámara. Kaito asintió con una sonrisa. Sin embargo, en un instante, la atmósfera cambió drásticamente. Entre la multitud que parecía ignorarse mutuamente, Kaito se vio amenazado por un arma que se apoyó en su pecho. La mujer reveló sus intenciones. —Me quedaré con tu equipo y tus pertenencias de valor —anunció la asaltante en tono decidido. Tomó todo lo que pudo de su víctima y sin perder un segundo, se dio a la fuga entre la multitud. Kaito, atónito por el repentino giro de los acontecimientos, recordó las palabras de Esme: "Existe la maldad pura". La situación le desencadenó una crisis emocional por varios días, y Esme lo acompañó la mayor parte del tiempo. Una noche bajo un cielo de estrellas tenues en el Zócalo de la Ciudad de México, Kaito tomó la mano de Esme. El ambiente estaba impregnado de un aire sereno, como la actitud de Kaito. —Mi psiquiatra dice que estoy de nuevo estable —confesó Kaito, buscando en los ojos de Esme una respuesta a su anhelo. —Me alegra escuchar eso —respondió Esme con una sonrisa sincera. Kaito respiró profundamente mirando fijamente a los ojos de Esme. —Esme, ¿quieres ser mi compañera en esta travesía llamada vida? Los ojos de Esme se llenaron de emoción y un brillo especial. —Sí, Kaito, quiero ser tu compañera —dijo con voz suave y decidida. Y así, bajo el suspiro del viento que recorría el Zócalo, Esme y Kaito decidieron escribir juntos su historia. Sin embargo, como suele ocurrir, el futuro y la vida misma tenían sus propios planes. —Tengo algo que decirte —pronunció Esme en un tono misterioso, mirando a Kaito con complicidad—. Voy a gringolandia, a Nueva York, es un proyecto de la esclavitud escolar que mis amigas y yo usaremos como pretexto para conocer la ciudad. ¿Qué te parece? —Me parece una gran idea —respondió Kaito, asintiendo con entusiasmo—. Yo también buscaré un vuelo a mi pueblo en Japón, visitaré a mis padres y les obsequiaré la cámara. A manera de redención. —Está genial. Tal vez cuando regreses, podríamos buscar un departamento y vivir juntos en Coyoacán —sugirió Esme, con una mirada llena de esperanza. —¡Me parece genial! —exclamó Kaito, sellando su compromiso con un beso. Esme estaba emocionada por su viaje a Nueva York. El aeropuerto internacional de Ciudad de México estaba lleno de gente, y el bullicio habitual de los pasajeros y las pantallas de información de vuelo destellaban a su alrededor. Después de un último abrazo con Kaito y un beso apasionado de despedida, se encaminó hacia la puerta de embarque junto con sus compañeras de clase. Esme subió al avión con una sonrisa en el rostro y se acomodó en su asiento junto a la ventana. Mientras el avión despegaba y se elevaba en el cielo, contempló la ciudad que dejaba atrás, con sus luces parpadeando como estrellas en la distancia. Después de un par de horas en el aire, dos individuos se levantaron de sus asientos en la parte trasera del avión. Con los rostros tensos y sudorosos, sostenían cuchillos relucientes y afilados en sus manos. La luz parpadeante de los indicadores de emergencia pintaba un cuadro siniestro en la cabina. La amiga de Esme, sentada junto al pasillo, soltó un grito de horror. —¿Qué está pasando? —preguntó su compañera. Esme la miró intensamente, sintiendo una mezcla de aprehensión ante la situación. No obstante, sabía que comprendía perfectamente lo que estaba pasando. —Lo que sucede es que la maldad pura existe en las personas. Durante la noche Kaito cayó en un sueño profundo antes de recibir la confirmación de la llegada de Esme. La idea de separarse de ella después de pasar tanto tiempo juntos le provocó una ansiedad abrumadora, llevándolo a aumentar la dosis de su medicamento. En la oscura madrugada, un viento gélido se coló por la ventana abierta de su habitación, despertándolo de golpe. Su mano buscó instintivamente su teléfono móvil, pero no encontró ningún mensaje. Luego, al revisar su lista de contactos, se dio cuenta de que no tenía ningún número de familiar de Esme. La incertidumbre lo invadió. Entonces, una idea se apoderó de su mente ansiosa: dirigirse al aeropuerto para obtener información sobre el vuelo mientras buscaba a algún familiar de su novia en las redes sociales. En medio de su ansiedad racionalizada, comenzó a considerar seriamente la idea de viajar a Nueva York para buscarla. Salió corriendo de su apartamento y pidió un taxi para dirigirse al aeropuerto. Mientras viajaba por las calles iluminadas de la ciudad, sus pensamientos estaban llenos de preocupación por Esme. Las luces del aeropuerto parpadeaban en la distancia, y su corazón latía con fuerza. Cuando finalmente llegaron, Kaito apresuradamente pagó al taxista y salió del automóvil. Sin embargo, el taxista lo detuvo antes de que pudiera alejarse. —Oye, amigo, ¿has oído las noticias? Ha ocurrido algo terrible. Un vuelo ha desaparecido. Kaito sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Su mente se llenó de pensamientos inquietantes. —¿Cuál vuelo? ¿El vuelo de Nueva York? —Sí, un vuelo con destino a Nueva York. Hubo un problema en el radar o algo así. No saben exactamente lo que pasó, pero el vuelo simplemente desapareció de las pantallas de control. Es una situación realmente espeluznante. Dentro del aeropuerto kaito obtuvo una respuesta que lo destruyó por dentro. Kaito se encontraba en una banca solitaria frente a la Iglesia de La Conchita, en Coyoacán. La noche era fría, pero su mente ardía con pensamientos tumultuosos. No había abordado su vuelo a Japón como había planeado. Después de recibir la terrible noticia, dejó de tomar sus medicamentos, y su condición emocional lo había arrastrado a un abismo de desesperación. Miró fijamente la cruz de piedra tallada frente a él. Recordó las palabras de Esme sobre la inexistencia de algo después de la muerte, pero él tenía la necesidad de buscarla, de encontrar respuestas y, tal vez, reunirse con su abuelo en otra vida y entregarle su tesoro. En su mano izquierda sostenía con firmeza la cámara, una reliquia que llevaba consigo como un vínculo con su pasado. En la derecha, una navaja afilada reflejaba la tenue luz de la noche. La hoja se sintió gélida al abrir su piel.
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Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-15 07:46:45
6
Comentario
Una triste historia escrita con corrección y arte. En ocasiones me despegaba de la lectura, quizás por el abuso de las descripciones. Continúa escribiendo autor, eres bueno en esto.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-15 20:32:17
4
Comentario
Interesante historia. El final puede resultar previsible por las pistas que va dejando. La primera parte del aeropuerto y la estadía en el DF se confunden un poco, quizás habría que ajustar allí los engranajes. No me volvió loco pero mo mantuvo entretenido un buen rato, Un relato agradable
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-24 15:40:21
5
Comentario
Autor /a un relato reflexivo y bien narrado. Aunque su lectura se relentice al ir acompañado de una guía turística de Ciudad de México. Quizás sería bueno reducir las descripciones para fijar la atención en la historia y sus personajes. ¡Suerte!
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-26 15:18:45
5
Comentario
Gracias al autor o autora por su tiempo y su imaginación. Un relato construido para tocar la fibra sensible del lector gracias a su combinación de dramas, sueños, traumas, esperanza, muerte y amor. Un retrato de la vida misma con un remate que te hace comprender el principio de la historia, aunque habría ayudado colocar marcas de separación de escenas, como en muchas novelas, para darte cuenta de que saltas de escena, pues existe el riesgo de notar desorientación, como me pasó a mí. Aunque el texto está cuidado, revisado y posiblemente corregido, existen algunos problemas ortotipográficos, como algunos relacionados con la puntuación de diálogos o la puntuación general, mejorable en ocasiones. Una corrección de estilo habría pulido detalles como las acumulaciones de adverbios acabados en “mente”, la sobreabundancia de “Kaito”, problemas con algún tiempo verbal (“se llama/llamaba Kaito”), errores de concordancia (“las/los veintitrés millones de historias”), algún gerundio incorrecto (como el gerundio de posterioridad de “despertándolo de golpe”), etc. Si la corrección hubiese sido completa, habría puntuado más alto.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-10-10 19:12:53
5
Comentario
Muchas gracias al autor/a y suerte ^^. Relato en general muy bien escrito que trata un tema, que me entristece bastante, como es que la vida, y todo lo que has construido en ella a lo largo del tiempo, junto a tus seres más queridos, puede desaparecer de un momento a otro, dejándote devastado y sumido en una gran oscuridad. Las descripciones son completas, llenas de detalles y facilitan el imaginarte en cada escena que sucede en la historia.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-11-19 18:38:50
6
Comentario
Los diálogos entre Esme y Kaito son auténticos y revelan una química creíble, aportando profundidad a sus interacciones. Además, el uso de escenarios como el aeropuerto y las calles de Ciudad de México añade una capa de realismo y textura a la historia, haciendo que los personajes y sus circunstancias se sientan más tangibles. Es un relato interesante de leer. Como aspecto a mejorar, el exceso de descripciones ralentiza. Mucha suerte, autor/a
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-12-01 20:53:55
6
Comentario
Me gusta como empieza y como acaba. Después la historia tiene ritmo, y los diálogos le da dinamismo, pero confieso que me da un poco igual su historia, y no porque esté mal escrita o no resulte bonita. Quizá es que soy demasiado fría.
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