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Relato 33 - Impresión
2023-09-02
Presentación
La casa de Carlos era enorme. Tenía muchas habitaciones y en todas hacía mucho frío y el piso era de madera, salvo el del pasillo que era de cemento y si iban hasta el final del pasillo había un fondo con un árbol y un patio re grande y un gallinero.
Relato
Era como ir de campamento pero no era un campamento porque parábamos en la casa de un amigo de mi papá que creo que era el hijo de un viejo amigo de mi abuelo pero no estoy seguro. El amigo de mi papá se llamaba Carlos y vivía en una casa enorme en el campo, pero no en el campo campo porque la casa estaba en el pueblo de Monte. Con el coche tardábamos unas tres horas en llegar. Mi papá siempre decía que la peor parte era el principio porque había que doblar un montón de veces y llegabas a una rotonda que era muy complicada porque no había semáforos y podías chocar, pero después cuando agarrabas la ruta era todo derecho en la misma dirección y había una sola ruta en el medio del campo así que no te podías equivocar. El viaje de ida era muy lindo. Mi mamá iba en el asiento del acompañante y de vez en cuando me alcanzaba galletitas y pepsi pero con mucho cuidado que no manchara el tapizado y cuando tomaba la pepsi me parecía que en realidad el auto estaba quieto como pegado en el piso y lo que se movía era todo lo demás. El azul azul azul del cielo, las nubes y los campos amarillos. Pero el sol no. El sol se movía tan lento que yo no me daba cuenta y cuando pasaba un rato y lo volvía a mirar, ya había cambiado de lugar y era mediodía. Cuando no estaba haciéndole caso a mi mamá tomando pepsi o comiendo galletitas, yo me la pasaba mirando por la ventana y si miraba por el parabrisas me parecía que el alambrado y los postes y las tranqueras tampoco se movían mucho y que estaban muy lejos y el coche iba tan despacio que no íbamosa llegar nunca y yo preguntaba cuánto falta y mi papá decía mucho, no empieces. Pero si giraba la cabeza y miraba por mi ventanilla, los postes pasaban tan rápido que no podía contarlos y el alambrado parecía un par de cuerdas de guitarra que no terminaba nunca y a veces también veía vacas comiendo pasto o tiradas al sol y también había unos royos enormes de color amarillo que parecían una facura o uno de esos pancitos de cebolla que comprábamos en la YPF y mi papá me explicó que eran rollos de pasto enrollado para que los animales comieran en invierno. Nunca vi caballos ni ovejas, solo vacas. Y más atrás, bien adentro del campo, había manchitas verde oscuro que eran árboles que no llegaban a ser un bosque pero más o menos y también una casa en donde vivía el dueño del campo. A veces viajábamos de noche y se veían las luces de las casas encendidas y yo pensaba que me daría mucho miedo tener que dormir en una de esas casas en el medio de la nada porque estaba todo oscuro y no había nadie a quien pedirle ayuda en caso de una emergencia y el próximo pueblo estaba a kilómetros de distancia. No es que me diera miedo la oscuridad. Esa etapa de la infancia yo ya la había superado y podía dormir lo más bien en mi habitación sin prender ninguna luz, ni siquiera la del baño y dejar la puerta abierta. Pero el campo a la noche es muy oscuro y a veces no podés distinguir qué cosa es cielo y qué cosa es campo porque todo es una masa negra que parece un mar y las casitas están ahí tan solas en el medio de la nada como un barquito perdido que en cualquier momento podía ser tragado por un monstruo marino y eso sí que me daba miedo o tristeza o no sé qué, pero estoy seguro de que no quería tener que dormir en una de esas casas. Menos mal que vivíamos en la ciudad y teníamos vecinos por todos lados y cloacas en las esquinas para que no se llene de agua y almacenes abiertos las veinticuatro horas. La casa de Carlos era enorme. Tenía muchas habitaciones y en todas hacía mucho frío y el piso era de madera, salvo el del pasillo que era de cemento y si iban hasta el final del pasillo había un fondo con un árbol y un patio re grande y un gallinero. Carlos vivía con su mujer, su suegra y sus dos hijos, Lautaro y Florencia. Florencia me gustaba un poco pero era mucho más grande que yo y cuando estábamos todos juntos en la cocina tomando mate o durante la cena a mí me daba vergüenza porque estaba ella e intentaba comportarme como un adulto y no decir ninguna pavada, pero después me olvidaba porque mis papás hablaban del trabajo y de la ruta y del coche y de cazar y como mi papá era médico siempre le contaban los dolores que tenían en la espalda o en la cabeza y no era raro que mi papá revisara a alguno ahí adelante de todos. Me decía andá a buscar mi estetoscopio y después le levantaba la remera si era varón y le escuchaba la espalda y el pecho y yo sabía que el estetoscopio siempre estaba muy frío y a veces no lo podías aguantar. Al que más revisaba era a Lautaro porque Carlos decía siempre que no, que no hacía falta, que él estaba lo más bien. Lautaro también era más grande que yo pero no tanto, debía tener la misma edad que mi hermano o un poco menos pero parecía mapas grande porque sabía un montón de cosas y siempre jugaba con nosotros aunque más con mi hermano que conmigo porque yo era más chico, pero de todos modos la pasábamos bien y por supuesto que no jugábamos a juegos de chicos chicos como las escondidas o la mancha o esas cosas. Ya estábamos grandecitos. Nosotros jugábamos a la pelota y también a subirnos al árbol que había en el fondo y cuando nos mandaban a limpiar algo o a juntar madera para el fuego también nos divertíamos y Lautaro nos contaba historias muy copadas sobre la gente del pueblo porque él decía que los conocía a todos y era verdad. Pero lo más divertido de todo era disparar con el rifle de aire comprimido de Lautaro. Poníamos latas vacías arriba de un tronco y jugábamos a dispararles. Yo tenía que acercarme mucho para poder acertar algún disparo, pero mi hermano y sobre todo Lautaro podían pegarle a las latas desde cualquier distancia. Se escuchaba ping, ping, ping y la lata se caía al piso y corríamos a buscarla para ver los agujeritos. Ellos me querían enseñar a disparar, me decían que el fierrito rectangular que estaba en la punta del rifle tenía que estar alineado con el semicírculo que estaba en la base del caño donde empezaba la culata, y las dos cosas juntas, semicírculo y fierrito, tenían que apuntar a la lata y entonces le podías pegar desde cualquier lado, pero a mí no me salía. Hacía todo lo que me decían pero no me salía. Y Lautaro tenía que prepararme el rifle pero solo la parte de doblar el caño porque yo no tenía fuerza, pero cargarlo sí podía porque era fácil y tenías que agarrar un balín de la cajita y ponerlo en el agujerito del caño y después cerrabas el caño y listo. Nunca matamos a ningún animal, salvo sapos, pero no a los sapos no los matábamos a balinazos, los pateábamos o los enterrábamos vivos, pero no les disparábamos. Solo le tirábamos a las latas y a los troncos y una vez mi hermano apuntó a una botella de vidrio y le dio y la botella se rompió por la mitad, pero después mi papá lo castigó y nos sacó el rifle y ese día ya no pudimos dispararle a nada. Un día mi papá dijo que tenía que salir un momento a hacer revisar una cosa del coche, un ruidito que había empezado a hacer en el tren delantero, le hizo una seña a mi mamá y ella dijo que sí, que era cierto, que mejor hacerlo ver por las dudas y ella se puso la campera, me abrigó a mí también y salimos los tres. Mi hermano no estaba. Había ido a dar una vuelta con Lautaro. A ellos los dejaban porque eran grandes y sabían cuidarse solos, pero a mí todavía no. Subimos al coche y yo me senté en la parte de atrás porque la tenía para mí solo pero mi papá me dijo que no subiera los pies al tapizado y me quedé quieto mirando por la ventana. Mis papás hablaban y yo escuchaba pero no prestaba atención, como en el colegio pero sin el peligro de que venga la maestra o, mejor dicho, la profe. Es que todavía no me acostumbraba a decirle profe, a veces le decía señorita y a veces le decía ma y mis compañeros se reían, pero casi nunca le decía profe, no porque no supiera o no quisiera, sino porque no sé, no me salía. Y mi papá le preguntó a mi mamá si había visto la heladera y mi mamá dijo que no, que qué pasaba, y mi papá no dijo nada pero hacía que no con la cabeza y después dijo: es una cosa que te revuelve las tripas. Yo no quise preguntar nada porque la época de preguntar cosas ya había pasado hacía mucho tiempo, pero la verdad es que no entendía eso de revolver las tripas y mi mamá hizo una cara como diciendo qué pena y al final no fuimos a ningún taller y nadie revisó ninguna cosa del coche, pero fuimos al supermercado del pueblo y compramos un montón de cosas para comer y para cocinar y para limpiar. Un changuito lleno hasta arriba de todo que pesaba un montón y yo no podía empujarlo y me subí en la parte de adelante del changuito para no tener que caminar y mi mamá me dijo que me bajara, que se iba a romper porque ya era mucho peso con todo lo que habíamos comprado. Después volvimos a la casa de Carlos pero Carlos estaba durmiendo la siesta y mis papás guardaron todo lo que habíamos comprado en la heladera y en la alacena de Carlos y en un momento apareció Mirta, la mujer de Carlos, que se había despertado por los ruidos y dijo que qué habíamos hecho, que no hacía falta, que mis papás estaban locos, pero no lo decía en serio, aunque tampoco se reía, y dijo qué cosa, che, pero se notaba por el tono de la voz que no estaba enojada para nada. Después se despertó Carlos y prepararon el mate y salimos todos al patio porque la tarde estaba muy linda pero un poco fría y mi mamá me dijo ponete el pullover y yo le dije que no tenía frío y ella dijo ponételo igual. Y como mi hermano y Lautaro se habían ido a pasear y no me habían llevado, mi papá me dejó usar el rifle a mí solo y me volvió a explicar lo del semicírculo y el rectangulito que tienen que estar alineados, pero igual yo seguía errando casi todos los tiros, pero mi papá decía que no importaba porque teníamos una caja de doscientos balines. Esa noche comimos papas hervidas y pollo al horno y a mí me tocó una pata y un pedazo de pechuga que era la parte del pollo que menos me gustaba porque era muy seca y tenía que tomar agua para tragar, pero igual me la comí para que mi mamá no me retara delante de todos y menos delante de Florencia, porque a veces mi mamá me decía masticá bien o comé más despacio y yo no quería que me dijera nada delante de Florencia. Y después de comer se pusieron a jugar al truco mi papá y mi hermano contra Carlos y Lautaro y yo no podía jugar porque no sabía las señas y además confundía el valor de las cartas, sobre todo el de los sietes porque nunca sabía si valía más el de oro o el de espada. Entonces Florencia fue a hasta la pieza y trajo un dominó para jugar conmigo, porque ella tampoco sabía jugar al truco o no le gustaba, y jugamos al dominó un montón de veces y Florencia tenía manos muy lindas y cada tanto yo le miraba la cara y me gustaba mucho pero me daba vergüenza y tenía mucho calor y me transpiraban las manos y hamacaba las piernas debajo de la silla y me reía pero sin abrir la boca. Y la estaba pasando re bien hasta que me di cuenta de que el tarado de mi hermano y también Lautaro me estaban viendo jugar con Florencia y se decían cosas al oído y se reían y a mí me daba mucha bronca porque no podía entender cómo se habían dado cuenta de que a mí me gustaba Florencia porque yo nunca se lo había dicho a nadie, ni siquiera a mi hermano y mucho menos a Lautaro, pero después ninguno de los dos me dijo nada porque al otro día había que despertarse temprano porque íbamos a ir a cazar y nos fuimos a dormir. Y al otro día nos despertamos temprano, desayunamos mate con pan con manteca y dulce y nos fuimos a cazar al campo de un pariente o un amigo de Carlos que se llamaba Juan y le decían Juancito. A mi mamá no le gustaba mucho que me llevaran al campo porque tenía miedo por las escopetas pero a mí me gustaba ir y no tenía miedo y además mi papá quería enseñarme a cazar aunque no me dejaba disparar con la escopeta, pero quería que viera cómo se hacía para que vaya aprendiendo para cuando sea grande. Primero pasamos a buscar a Juancito que era un tipo muy flaco y alto, parecía más joven que mi papá y no hablaba mucho, pero sonreía y siempre respondía a lo que se le preguntaba, aunque a veces solo moviendo la cabeza sin decir nada o diciendo uf, claro, y sí y quevacer y nada más, el resto había que adivinarlo. Al principio yo no lo conocía y me parecía un tipo raro y no le tenía miedo pero no podía imaginármelo de chico yendo al colegio o jugando al dominó después de comer. Pero una vez mi hermano le preguntó a mi papá sobre Juancito y yo escuché que el papá de Juancito se había pegado un tiro en el galpón de la casa que estaba en el campo de Juancito que era una casa grande rodeada de árboles en el medio de la nada como las que yo veía por la ventanilla del coche cuando estábamos en la ruta yendo a Monte o volviendo y que el papá de Juancito estaba muy endeudado y que por eso de había pegado un tiro con una escopeta, por las deudas, y yo no podía entender cómo alguien puede endeudarse tanto como para tomar esa decisión, pero mi papá dijo que había sido así y que un peón lo había encontrado por la mañana muy temprano y sin tocar nada lo mandó a llamar a Juancito que ya era grande pero no tanto porque era el mayor de los hermanos y de ahora en más tenía que hacerse cargo del campo y de las deudas. Y desde ese momento cada vez que lo pasábamos a buscar a Juancito yo no decía ni una palabra y sentía mucha pena por él, pero por suerte nunca nos hacía entrar a la casa del campo porque nos quedábamos en el coche de mi papá si él tenía que buscar algo adentro y después nos íbamos directamente al campo a cazar. Juancito tenía un perro bretón que en cuanto le acercabas la mano te gruñía y mi papá me dijo que no lo tocara porque era un perro de mierda pero lo llevábamos porque tenía muy buen olfato y te indicaba con toda seguridad en dónde estaban las perdices y también corría las liebres. Entonces empezamos a cazar y para cazar hay que caminar un montón a través del campo y es muy cansador y yo caminaba mirando bien en donde pisaba porque Carlos dijo cuidado con las víboras pero mi papá se rió y me dijo que no tuviera miedo, que no había víboras, pero yo igual caminaba con mucho cuidado porque si te picaba una víbora tenían que salir corriendo y llevarme a una salita para que me sacaran el veneno y ya no podías seguir cazando. Y i papá me había puesto un chaleco marrón que me quedaba muy grande y tenía muchos bolsillos y ahí guardábamos los cartuchos y las perdices muertas. Las perdices son como palomas pero mucho más lindas porque tienen plumas atigradas para que no puedas verlas entre los pastos del campo y por eso necesitábamos al perro de Juancito para que nos dijera dónde estaban. Caminamos muchas tiempo y no encontramos nada y tuvimos que pasar por arriba de un alambrado que mi papá pensó que podía dar corriente aunque Juancito decía que no, que no se preocupara y él mismo fue el primero en pasar y agarró el alambre con la mano y lo miró a mi papá y dijo que no con la cabeza y mi papá me levantó y me cruzó por arriba del alambrado y del otro lado me atajó Carlos. Y ya habíamos caminado bastante en el otro campo, siempre en silencio, cuando vimos al perro de Juancito delante de nosotros quieto como una estátua con el hocico apuntando para abajo y no movía ni la cola y mi papá me hizo una seña para que me quedara callado aunque yo no había dicho ni una palabra y se preparó para tirar apuntando más o menos donde le indicaba el perro de Juancito y en seguida una perdiz levantó vuelo y mi papá la dejó volar un poco y después disparó y le dio y cayó al piso y me mandó a buscarla. Era una perdiz bastante grande y ese día al final nos volvimos con unas cuantas perdices y una liebre y en el camino de vuelta se nos cruzó un peludo y Carlos se bajó del coche y se le tiró encima como un arquero que ataja un penal y después se bajó Juancito y le alcanzó un martillo y Carlos lo mató de un martillazo en la cabeza y lo metió en el baúl del coche. A mí me encantaban los peludos porque en esa época quería ser paleontólogo y tenía muchas revistas de dinosaurios y el peludo era muy parecido a un dinosaurio que se llamaba Gliptodonte aunque según la revista el Gliptodonte era muchísimo más grande que un peludo pero se había extinto y ya no quedaba ninguno. Lo dejamos a Juancito y a su perro y volvimos a la casa de Carlos y como todavía era de día se pusieron a limpiar los animales y mí me pidieron que preparara unos mates y después ayudé a desplumar perdices mientras mi papá cuereaba a la liebre. Primero la colgó boca abajo de una rama del árbol que estaba en el fondo y después le fue despegando el cuero de la carne con un cuchillo muy afilado que a mí no me dejaban agarrar porque cortaba mucho y así le sacó el cuero en una sola pieza y lo puso a secar arriba de un tronco. La liebre quedó pelada con la carne al aire libre salvo en la cabeza y en las patas. La carne era de color bordó y violeta y mi papá decía que no tenía una gota de grasa. La descolgó y la puso sobre una mesa boca arriba y le hizo un tajo en la panza y podían verse todas las tripas y mi papá me dijo vení, mirá y yo fui y me mostró donde estaba el corazón y el estómago y el hígado y yo esperaba que hubiese más sangre dentro de la panza de la liebre pero no había mucha, solo un charquito, y el olor no era feo, un poco dulzón como el edulcorante del mate pero nada más, y después me mandó a buscar una bolsa y cuando entré en la casa me la crucé a Florencia y yo le dije vení a ver todo lo que cazamos y ella me dijo que no, que esas cosas le daban mucha impresión, pero a mí no me daban impresión y además me gustaba estar con los grandes y ayudarlos a cazar y a cuerear animales porque esas cosas no eran cosas de chicos y después volví con la bolsa y metimos todas las tripas de la liebre porque no se comían. Esa misma noche, Mirta y mi mamá hicieron un guiso con la carne de la liebre y todos dijeron que la carne estaba muy rica y muy tierna, aunque había que tener cuidado porque podías morder un perdigón y te partías un diente, y yo estaba muy contento porque todos comieron la carne de la liebre que yo había ayudado a cazar y a cuerear y Florencia también comió aunque le daba impresión. Y me dijo está muy rico ¿la cazaste vos? Y mi papá dijo que sí, que la había cazado yo y que además la había cuereado y limpiado con un cuchillo, pero no hablaba normal porque ponía voz de presentador de televisión y Florencia me miró y sonrió y después siguió comiendo y a mí me dio un poco de vergüenza pero no tanta. Y más tarde, cuando terminamos de comer, mi papá y Carlos me enseñaron las señas del truco.
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Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-03 16:31:49
4
Comentario
Interesdante relato, que aparte me husta por referirse a la infancia en Monte, que la viví. No es un cuento propiamente dicho, pero está muy bien relatado. Se trataría de la maduración de un niño de aproximadamente once años. La técnica enumerativa constante no se vuelve pesada para nada. Buen trabajo.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-04 17:58:59
6
Comentario
Autor. Tu trabajo me ha llevado a la infancia. Has conseguido relatarlo con gran destreza. Lo explicas de manera que, al leerlo, se puede escuchar la voz del protagonista. Esa vivencia de nuevas emociones guardada en el recuerdo de un niño. Te aconsejo que repases y rectifiques algunos errores ortográficos. ¡Suerte!
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-04 22:14:19
6
Comentario
Autor, un relato muy sencillo y agradable. Se sigue fácil al niño en su paseo y vivencias. Narración un poco al estilo «El evangelio según Jesús Cristo» de José Saramago. Me gustó. Debes hacer una buena revisión ortográfica, hay muchos errores. ¡Suerte!
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-11 07:42:59
6
Comentario
El tono infantil está súper logrado, enhorabuena. Puede sonar simple y fácil pero no lo es en absoluto, reto a cualquiera a que lo intente. Referente a la trama, no he captado nada fuera de ahondar en los recuerdos de la infancia y del campo. La frase final no la he terminado de agarrar, eso es cierto. En la expresión “salió a hacer revisar” sobra algo. Otra errata podría ser la s de “caminamos tiempos”. Te felicito por el texto autor, se te da muy bien. Continúa escribiendo.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-20 22:49:37
3
Comentario
Sin dudas se trata de un texto particular. La forma de la prosa, cargada, intensa, con poca puntuación, plantea un desafío para el que lee. Transmite una imagen tras otra. Pero la decisión de aglomerar muchas ideas diferentes dentro de un mismo párrafo, no parece lo mejor. Creo que esta forma de escribir, podría ser tan original como legible si se utilizara en dosis cortas (como si fuera un pensamiento). Pero todo un texto de casi cuatro mil palabras, en ese tono, ya resulta de antemano un trago pesado. Se supone que el texto refleja el pensamiento de un niño, pero esto no es excusa para omitir comas o aglomerar diferentes ideas en un mismo párrafo. La trascripción de los pensamientos del niño está muy bien, aunque el nivel descriptivo es demasiado bueno y parece mucho para un niño. El protagonista arma las frases como un buen escritor, utiliza expresiones sofisticadas que no se corresponden para lo que se podría esperar de su edad. Esto termina rechinando (tren delantero. p. ej.). Veo algunos detalles, como fatura e ibamosa. En general, el texto se me hizo pesado. Esperaba alguna sorpresa hacia el final. Ya lo he dicho, el estilo se entendería en frases más cortas y puntuadas, pero no en un texto tan largo y sin sorpresa final. El vocabulario del protagonista y su nivel descriptivo no se encuentra en ningún niño que yo conozca.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-24 19:18:31
5
Comentario
Las vivencias de un niño en la casa de campo de unos amigos de sus padres. Es como la típica redacción que te hacían escribir al volver de las vacaciones. No pasa nada. Me cuesta adivinar la edad del niño. No sabía a que se refería con peludo y he tenido que averiguarlo. Distinguí unas cuantas erratas,
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-25 10:40:27
2
Comentario
EL TEXTO ES UN EMBROLLO TERRIBLE...REPETICIÓN DE PALABRAS A MANSALVA QUE LO DESTRUYE MÁS. NADA BUENO PARA MARCAR.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-26 15:30:56
2
Comentario
Gracias al autor o autora por su tiempo y su imaginación. Las andanzas de un chaval con su padre y con otros en un día de caza, con mucho costumbrismo de por medio, todo desde la perspectiva narradora del niño, una manera de expresarse que me ha parecido muy poco lograda al quedar tan pesada y farragosa. Frases interminables, párrafos enormes, ausencia de la puntuación necesaria… La idea de relatar algo así no es mala, pero no creo que la manera de contar las cosas sea buena, aparte de que el desenlace no dice mucho. Un corrección ortotipográfica habría sido muy conveniente, ya que hay abundantes errores de puntuación, errores de acentuación, palabras mal escritas, etc. Una corrección de estilo también habría venido bien para hacer más digerible la expresión y la estructuración del texto.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-09-27 22:43:03
10
Comentario
Qué genial. Conseguiste reproducir el lenguaje de un niño, está contado magistralmente desde la óptica del chico. Me encantó, vivo por una zona de Córdoba que me hizo pensar que Monte es Monte Leña. ¿Será? ¡Lo senti todo muy familiar! Estupendo, che. Fijate nomás que se te piantó una acento en "estatua" y no lleva. Mi brindis por este cuento!
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-11-18 12:41:58
5
Comentario
Relato costumbrista contado desde la perspectiva de un niño. No es fácil hacerse pasar por un niño cuando eres un adulto. En este caso, los párrafos son demasiado largos y algunas expresiones no me parecen propias de un menor. No está mal, pero pienso que podría ser mejor con una buena revisión. Mucha suerte, autor/(a
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-12-01 15:31:17
6
Comentario
Muchas gracias autora o autor por tu relato. En mi opinión has recreado el lenguaje de un niño estupendamente. Me ha gustado mucho. El punto de vista de un niño para el relato me parece muy original. He encontrado algún error ortográfico, pero no muchos. Pero sí diría que se me ha hecho algo difícil de leer por tener párrafos tan largos. Creo que aunque sea un niño, si se podría haber dividido el texto para hacerlo más ligero. Muchas gracias y sigue escribiendo.
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