Relato 63 - LA GRAN BATALLA POR LA JUSTICIA Y LA PAZ MUNDIAL

Hace muchísimo  tiempo la tierra era un hermoso paraíso, donde había grandes paisajes, ríos y mares conviviendo en armonía todos los seres vivos.

Los pueblos estaban bien organizados, gobernados por el respeto, la dignidad y la igualdad. Cada miembro tenía una tarea a realizar.

Al suministrar la naturaleza todos los recursos necesarios, esta permitía a sus pobladores mantenerse  con tranquilidad y prosperidad.

Llegó una época en que todo empezó a cambiar. Un grupo de hombres de todas las partes del planeta poco a poco sintiéndose más importantes y poderosos que los demás, empezaron a conquistar las tierras de los pueblos vecinos y a esclavizar a sus habitantes.

A partir de  estos hechos la humanidad empezó a empeorar.

La sociedad estaba evolucionando demasiado deprisa. No se respetaban a las personas que se consideraban inferiores. Naciendo en pocas generaciones nuevas clases sociales.

Los poderosos hacían sus grandes fortunas a base de hacer trabajar más duramente a sus trabajadores en condiciones generalmente inhumanas.

De las entrañas de la tierra sacaban los minerales más preciosos, sin importarles la pérdida de vidas  humanas y la destrucción del medio ambiente.

En el nombre del progreso y de  sus ambiciones para construir grandes empresas, muchos lugares maravillosos donde vivían pueblos enteros, eran destruidos,  obligando a sus habitantes a abandonarlos o a morir en el intento para defenderlos.

Tampoco les importaba malgastaban todos los recursos que la naturaleza ofrecía para la humanidad, destruyéndola si  en su camino para realizar sus   proyectos le molestaba.

 

Muchas personas solidarias se organizaban en grupos para luchar contra tanta injusticia, por los derechos de las personas y del medio ambiente. Sus esfuerzos iban dando pequeños resultados ante tantos  maltratos.

La tierra también protestaba ante tantos abusos y el mal trato continuado que recibía de gran parte de la sociedad, provocando inundaciones, terremotos,  otras calamidades y  grandes catástrofes.

El tiempo iba pasando, la situación de las personas y la naturaleza día a día  iba empeorando. Los gobernantes y los poderosos cada jornada que pasaba abusaban más de su poder. Hacían leyes para su propio beneficio, perjudicando los derechos de los ciudadanos y trabajadores que a lo largo de los años habían conseguido con mucho  esfuerzo y sufrimiento.

Con el afán de conseguir más dinero y riquezas muchas grandes empresas empezaron  a explotar mucho más a sus trabajadores que con el tiempo ya les costaba aguantar las situaciones de sus antepasados.  En muchos casos en condiciones lamentables y con poca seguridad. Con sueldos muy bajos, un tipo  esclavitud encubierta. Las empresas no los trataban como seres humanos sino por los beneficios que les aportaban.

Estas personas solo querían vivir de su trabajo dignamente y que sus derechos fueran respetados.

Lo que les unía mundialmente era que tenían unos grandes valores por la vida, el respeto y el amor hacía los demás y sobretodo el cuidado de la naturaleza. Anhelaban un mundo mejor y más repartido.

La creencia en un “Ser Supremo” por más nombres que tuviera, o incluso los que solo deseaban salir de aquella situación, era lo que les ayudaba a salir adelante con mucha fe y esperanza.

En demasiados países había excesiva pobreza extrema a causa del mal repartimiento de las riquezas que la tierra daba y de la ambición desmesurada de unos pocos y con mucho poder.

Ella también se sentía muy amenazada, hacía mucho tiempo atrás proporcionaba a sus habitantes  todos los recursos necesarios.  Aunque muchos fueran desperdiciados.

Ahora buscaban sus tesoros y metales preciosos hasta en las profundidades de sus entrañas, con más crueldad que antaño. También destruían de manera más sofisticada todo lo que les impedía conseguir sus objetivos sin importarles la vida animal, vegetal o incluso la pérdida de seres humanos, porque carecían de valor.

A pasos agigantados la situación del planeta   era insostenible. Los poderosos cada día imponían leyes más injustas y convertían en un malvivir a sus habitantes que día a día pasaban más penalidades.

 Llegó el día que los prepotentes, personas ambiciosas y sin escrúpulos, ya no tenían suficiente con sus grandes fortunas. (Cada vez era más grande su sed de ambición y poder).

Su mayor empresa era formar una gran organización mundial, de la cual todos formarían parte por igual, así todos juntos, formando una minoría contarían con todo el poder y podrían controlar al mundo a su antojo. Su corazón era de piedra y solo les movía la ambición.

Por otro lado estaban las personas humildes, cultas y solidarias que ya pertenecían en pequeños grupos y fundaciones que trabajaban para paliar en lo posible las necesidades de las personas  afectadas por tanta discriminación y luchaban por la paz y la justicia.

Estos hombres y mujeres no estaban dispuestos a permitir que las personas fueran esclavas de este nuevo mundo que unos pocos querían construir.

Sabían que se tenían que unir y luchar todos juntos. Coordinarse en todos los puntos de la tierra. Nadie lo haría por ellos. Contaban con muy pocos recursos pero no estaban dispuestos a perder lo que ellos y sus antepasados con mucho sudor, sangre y lágrimas habían logrado. Aunque fueran pocos  derechos y libertades  estaban  a punto de desaparecer. Era necesario actuar con astucia y rápidamente.

Los propietarios de las grandes empresas cada día tenían más autoridad. No querían atender a razones de sus trabajadores y subordinados. Solo les importaba aumentar sus ganancias sin importarles nada más.

 

La tierra también se rebelaba como podía, pero por desgracia quien más  salía perdiendo era la gente sencilla, eso a ella no le gustaba. No podía hacer nada. Con tantos experimentos y locuras la estaban destruyendo y desequilibrando.

Era necesario organizarse y pensar una buena estrategia para solucionar el problema definitivamente, por eso escogieron entre ellos a las personas que les podrían representar y negociar con sus contrincantes.

Algunas de las personas humildes tenían estudios básicos, otros superiores, muchos no tenían, pero estaban muy capacitados para realizar trabajos concretos.

El camino era muy difícil vistas las adversidades. Tenían una utopía, cambiar el curso del mundo. Intentar reparar en lo posible los daños sufridos a la tierra, para esta darles lo que necesitaran para vivir recogiendo el fruto de su trabajo.

Salieron los responsables más cualificados para intentar negociar una salida pacífica con los poderosos para que se respetaran sus derechos y frenaran sus ambiciones. Buscarían por ambas partes las soluciones para que las personas  pudieran trabajar con dignidad y en el mundo volviera la armonía y la prosperidad para todas las personas.

La gran sorpresa fue que los prepotentes  ya habían tomado la decisión. Querían dominar ellos solos todo el mundo y a sus habitantes.

No quedaba otro recurso más que luchar por la justicia y la paz.

Las personas humildes no querían una guerra pero sabían que era inevitable. Sin darse cuenta apenas se la habían  declarado. Solo les ofrecían la opción de rendirse antes de empezar y eso significaba vivir en esclavitud y a merced de los poderosos.

No tenían más opción que aceptar  el combate por la libertad. Sería la batalla por la justicia y la paz.

No sabían cómo lo harían pero sí que era necesario ganarla para el bien de la humanidad. Era como una lucha entre el bien y el mal.

Llegado el momento los dos contrincantes tuvieron que organizarse y hacer los preparativos. Los líderes de los poderosos y los responsables de los humildes acordaron un lugar para iniciar una sola batalla que sería definitiva.

Entre todos ellos encontraron un emplazamiento con su fecha respectiva para que ambos tuvieran tiempo de organizar sus estrategias y su armamento.

 

Los poderosos sabían de antemano que iban a ganarles la partida, por la buena preparación y los grandes recursos que poseían.

Contaban en poderles dar una derrota humillante, así no tendrían ganas de rebelarse en futuras ocasiones, sometiéndose a su voluntad.

Las personas humildes tenían una gran ventaja, estaban muy bien organizadas. No había líderes, ningún ser era más que otro. Todos tenían una misión según lo que sabían y las actividades que dominaban.

Los prepotentes contaban con gran armamento, ejército bien preparado, material bélico de lo más sofisticado y que podía causar una gran destrucción.

Los sencillos tuvieron que trabajar muy duro para preparar, construir su armamento y unas buenas defensas por si llegaba el momento de  tenerlas que utilizar.

Sabían el territorio donde se realizaría la gran batalla por la Paz.

Lo habían negociado los dos bandos, claro estaba que los que tenían el poder, escogieron la zona donde estaba mejor el terreno.

El lugar donde se desarrollaría la lucha, era medio desértica. Fue una de las condiciones que habían solicitado los responsables de los humildes porque así lo habían decidido todos los grupos formando parte de su estrategia.

También pensando en la madre tierra para que tuviera los mínimos daños posible, en caso de que todo lo que estaba planificado no saliera como se había calculado.

Lo más importante era la unión y hermandad que existía entre ellos, apenas formaban un pequeño ejército.  Tuvieron poco tiempo para prepararse,  formado por gente que amaba la paz y la defenderían a cualquier precio; con poco armamento, bastante obsoleto.  Confiaban en su gran estrategia secreta.

A parte tenían mucha fe y esperanza, creyendo que el “Ser Supremo” les ayudaría a no desanimarse, ni a rendirse a la primera de cambio.

 

Llegó el día de la batalla, todo estaba dispuesto.

Por un lado los poderosos con sus respectivos mandos. Estos tenían grandes cañones, tanques y muchas más armas sofisticadas, con su gran ejército muy bien preparado y pertrechado. Cuando los que querían dominar todo el mundo vieron el armamento y los rudimentarios artilugios que sus contrincantes habían preparado, usando materiales reciclados y todo lo que la naturaleza les había suministrado quedaron alucinados. Sabían  de antemano que aquella batalla estaba ya ganada.

Los responsables de la gente sencilla no tenían prisa en atacar. Aguardaban preparados para poderse defender sin prisas. Esperaban que en el último momento aquellos corazones ambiciosos y sangrientos de poder reaccionaran ante la masacre que iban a cometer.

El alto mando de los poderosos se estaba impacientando, tenía mucha prisa para saborear la victoria y ofrecerla a sus señores cuya recompensa era mantener el orden en el nuevo mundo que ya tenían preparado. Cuando en poco tiempo toda la batalla hubiera terminado y mantener bajo su jugo a los supervivientes que hubieran quedado.

Sin miramientos empezaron el ataque llevándose una gran sorpresa.

Sus proyectiles no alcanzaban ninguno de sus  objetivos. Había como una barrera protectora invisible. No daban crédito a lo  que estaba pasando, la gran cantidad de los misiles y obuses que habían disparado habían desaparecido como por arte de magia.

Fue entonces cuando sus dirigentes extrañados, muy indignados, llenos de odio, ordenaron un ataque masivo. Sabían que algo les había protegido pero que no podrían aguantar el ataque definitivo; al sentirse superiores en número y armamento.

Sus oponentes estaban bastante tranquilos como si solo fueran unos simples espectadores. Estaban locos, iban a un suicidio masivo, pensaban sus contrincantes.

 

Todo lo tenían muy estudiado, bien planificado y sobretodo organizado. Contaban con un  arma secreta, muy poderosa que les haría ganar aquella dura batalla, si nada se complicaba en el último instante.

Su armamento  estaba hecho de fe esperanza y mucho amor. Todos contribuyeron de alguna manera en su preparación. Haciéndoles más fuertes y unidos.

Cuando ya les empezaban a caer los numerosos proyectiles de las balas, un prodigio ocurrió; las municiones de los cañones y tanques que habían disparado, junto con las de la   infantería  de sus contrarios no consiguieron atravesar sus líneas defensivas.

Rebotaban como pelotas de goma y se volvían contra las personas que las habían disparado, sin causar muertos ni heridos. Aquellas armas de destrucción se convirtieron en un elemento especial.  El gran secreto estaba que las  personas de paz consiguieron crear una barrera protectora que a la vez invertía el material destructivo en curativo.

Los proyectiles que misteriosamente habían desaparecido, también  quedaron suspendidos invisiblemente en el aire al rebotar en sus defensas, devolviéndolas  al otro extremo del campo de batalla. Cubriendo con una fina nube a todo el ejército contrario. Provocando al cabo de unos minutos una gran lluvia especial que al empapar a sus contrincantes, sus corazones de piedra se  convirtieran  en otros totalmente renovados.

Aquellas heridas que tenían de odio y de poder quedaron sanadas gracias a esa gran arma secreta que las personas humildes construyeron a base de  mucho amor  y fraternidad.

Los poderosos se dieron cuenta del mal que habían hecho y de todos sus errores cometidos.

Un nuevo amanecer vio que la tierra había conseguido la  paz tan deseada durante tanto tiempo, gracias a las personas de buena voluntad que de todo el mundo lo hicieron posible. La naturaleza también ganó porque daría todos los recursos necesarios para vivir al ser respectada y nunca más  explotada.

Por fin la justicia y la paz  en todo el planeta habían llegado.

Ahora se podía volver a convivir con tranquilidad; la igualdad, la dignidad y los grandes valores eran fundamentales. La ambición, el egoísmo y el poder personal desaparecieron para siempre.

Desde aquel día todos sus habitantes aprendieron la gran lección.

El planeta se libró de su autodestrucción inminente, gracias a las personas que lucharon para conseguir este mundo mejor.

Actualmente en la tierra se   respira un ambiente de respeto, amor, paz y armonía.

 

 

 

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