Relato 60 - Manual de Autoayuda

Entre toda la basura editorial que se publica cada año, encabezada por las habituales y publicitadas noveluchas que devienen bestsellers y seguida de toda esa interminable galaxia de morralla en forma de libros de autoayuda y eso que los anglosajones llaman know-how (cómo dejar de fumar en unos sencillos pasos, cómo adelgazar sin esfuerzo, cómo escribir bestsellers, complacer a tu pareja, dejar de ser un fracasado, elaborar cocina creativa, ser optimista en un mundo de mierda…), se ha erigido como indiscutible fenómeno editorial de la temporada el “Cómo convertirse en un auténtico hijo de puta”, del ahora célebre y famoso Michel de Coligny.

El tal Coligny, al parecer hasta hace sólo un par de sus cuarenta y muchos años un auténtico donnadie, dice que ha conseguido siguiendo sus revolucionarios y visionarios métodos convertirse sin mucho esfuerzo en un auténtico y triunfador hijo de puta. Y lo cierto es que el tío es ahora un “intelectual mediático” continuamente requerido y muy bien pagado, de esos que polemizan con cualquier cosa y dicen babosadas sobre cualquier tema que al parecer tanto gustan a los franceses. Se ve que se ganó el cielo popular metiéndose gratuitamente con los musulmanes y con el aspecto de frígida de la presentadora en una tertulia de Prime time, convirtiéndose al instante y desde entonces en el blanco preferido de los furores indignados de grupos por la tolerancia y feministas. Ni qué decir tiene que la polémica hizo las delicias de sus editores (aunque en público proclamaran lo contrario) y hasta le animaron sutilmente a repetir la hazaña en su gira promocional por Alemania; cosa que por cierto repitió con gran éxito, aliñándolo esta vez con cuatro comentarios sobre los nazis y aumentando así su tirada en centenares de miles de ejemplares.

 

A su paso por la que se cree a sí misma menos políticamente correcta España, hizo cuatro bromas sobre Franco y sobre la crisis económica que a su parecer nos merecíamos por vagos y corruptos, y sentenció ya encumbrado por el desprecio y la admiración del público, que su libro es el camino más rápido y seguro al éxito puesto que al parecer: “cualquiera tiene el potencial para convertirse efectivamente en un verdadero y muy rico hijo de puta”.

 

Nuestro a partir de ahora protagonista, un pobre diablo de treinta y tantos que se lo creyó a pies juntillas y que se lo acaba de comprar, vuelve así a la casa de su madre donde vive con su novia dispuesto a dar al fin un nuevo rumbo a su desangelada vida. “Lo que a ti te falta es ambición”, le había dicho su pareja mientras veían embobados por la televisión con su desparpajo al gran Coligny. Su madre en cambio, mucho más franca y afinada y con ese amor negro del que sólo una madre es capaz, le dice siempre que simplemente: “eres un inútil como era tu padre y nunca llegarás a nada”.

 

Para desquitarse de tales dictámenes y de su continua mala estrella, se encierra en su cuarto con el libro entre las manos en uno de esos escasos momentos de intimidad de los que puede disfrutar al día, dispuesto a cambiar y demostrar a todos que se equivocan (especialmente a ese par de zorras que, según dice, no paran de conspirar contra él). Y es que aunque puede que sea de verdad que es un poco o bastante inútil, ambición no le falta: si por él fuera sería inmensa y absurdamente rico, igual de poderoso que su avatar Cirion el Conquistador en World of Warcraft en el que se pasa horas y horas, y en lugar de la novia fea y gorda que tiene, se follaría a todas esas chicas tan guapas ante las que baja la mirada acomplejado y que no le miran a él ni cuando compran algo en el kiosko de su madre en el que trabaja. El problema está en cómo conseguirlo, o por lo menos ese ha sido el problema hasta ahora que no tenía el libro. Así, dispuesto a convertirse en un auténtico Darth Vader, abre la primera página del libro de moda y empieza a leer una especie de prólogo de advertencia.

 

El contenido por lo que se ve y pese al título de la obra, no trata para su decepción sobre cómo convertirse en una especie de poderoso supervillano o un serial killer, sino en aprovechar el potencial oculto que al parecer todos tenemos para putear a los demás y medrar en la vida siendo un trepa. “Mal empezamos”, se dice a sí mismo algo desilusionado, pese a lo cual sigue leyendo y abre el primer capítulo de un decálogo de grandes letras en negrita con diez mandamientos a modo de las tablas de la ley de Moisés, que parecen prometer por su decoración e intrincados detalles la infalible gloria tanto en la tierra como en los cielos.

 

Capítulo Uno: “Aumenta tu amor propio y recuerda: todos son una mierda menos tú”. Prometedor… El resto del capítulo, al parecer como todos los demás, se supone que trata sobre cómo llevar eso a la práctica a lo largo de dos días, hasta abrir el próximo capítulo sintiéndose uno ya superior. Sin embargo los dos días acaban pasando y su amor propio no parece haber aumentado siquiera un poquito. Y es que aunque lo ha intentado, mirar a todas las personas que se cruza por la calle y que venían a su kiosko como si fueran una mierda, le resulta realmente difícil. Intentó sentirse superior a ellos con todas sus fuerzas, pero acababa sintiéndose ridículo haciéndolo, cuando era además más que evidente a todas luces que eran más capaces, más felices, y encima casi todos más guapos que él. De hecho el ejercicio no sólo no aumenta su autoestima, sino que es él el que acaba volviendo a casa abatido y sintiéndose una mierda.

 

Capítulo Dos: “Debes estar dispuesto a ser grosero y desagradable y que te importe un bledo lo que los demás piensen de ti”. Bien… Siempre ha sido y es desagradable con su madre y su novia, y no le cuesta demasiado ser además también grosero o muy grosero con ellas. Es más, se le da realmente bien. El problema es que como no se relaciona con nadie a lo largo de muchos días, le faltan personas con las que practicar y tampoco es cosa de ir asaltando a la gente por la calle (aunque lo intenta con la camarera de un bar en el que para a propósito, que le mira como a un pobrecito y patético idiota). En cuanto a lo que piensen de él, ya se acostumbró en el colegio, donde a menudo se reían y le ridiculizaban por gordo y feo o por sus gafas y parches en el ojo, a que le diese igual lo que los demás pensasen. Traumatizado sí, pero indiferente. El problema ahora no es ese, sino que los demás no piensan nada de él, ni bueno ni malo. De hecho, si no fuera por su madre, su novia y su carnet de identidad, es muy probable que le fuera difícil probar ante un juez que realmente exista (recordemos de paso que los alias e identidades virtuales, no son objeto de jurisprudencia).

 

Capítulo Tres: “Ten ideas claras sobre las cosas, e impón tu opinión a los demás despreciando las suyas”. Ideas… Bueno, ideas lo que se dice ideas nunca ha tenido demasiadas, y mucho menos originales. Tampoco tiene una opinión clara sobre nada que no sean videojuegos, y en tales tertulias de debate vía internet aunque lo intenta tampoco logra nunca imponerse; en gran parte también porque en ellas el objetivo no es imponerse, sino hablar por hablar y compartir soledades y desventuras bajo la máscara de Halo III o Assassin's Creed IV. Además tiene de nuevo el mismo problema que con anteriores capítulos: como no habla con nadie ni se relaciona más que con las dos de siempre, tiene poco juego y margen para poder mejorar. Aun así efectivamente las putea un poco cada día, y ellas, acostumbradas a que sea apático e introvertido, le preguntan qué coño le pasa. Se desahoga, desde luego, pero duda de que así vaya a conseguir triunfar en la vida y follarse a chicas realmente guapas.

 

Capítulo Cuatro: “Haz algo inmoral sin sentirte culpable ni dudarlo, aunque con ello hagas sufrir a tus seres queridos”. Eso suena bien, pero no acaba de decidirse. Le gustaría tener poder sobre alguien y ser así inmoral y cruel con él, pero nuevamente sólo las tiene a ellas y lo cierto es que mandan más que él en casa. No puede tampoco liarse a ostiar a nadie en una pelea porque es débil y patoso, y si se pusiese a provocar a la gente todavía le partirían la cara. ¿Y robar algo como un banco? Eso estaría bien, aunque no sabe si es del todo inmoral. Además, con su torpeza y sin armas la cosa no duraría mucho. Podría también robar chorradas de grandes almacenes, aunque seguro que le pillarían al ponerse rojo y sudar como un cochinillo como siempre que se pone nervioso. Lo que más le gustaría desde luego es ponerle los cuernos a la estúpida de su novia, pero por desgracia hacer eso no depende sólo de él. No obstante esa noche al cerrar el kiosko está tan amargado y se siente tan vació, que se va a un bar donde por supuesto no le conocen y empieza a beber hasta ir realmente borracho. Habla con las camareras sobre videojuegos y una cita que leyó una vez de Nietzsche sobre el superhombre, y se emociona pensando que está ligando. Cuando cierran a las once puesto que es un día entre semana, le echan lo más amablemente que pueden y al verse sólo de nuevo se dice que debería irse de putas por primera vez; en su lugar en cambio se pone a vomitar en una esquina. Dando tumbos y hecho una pena, llega a su casa donde le recibe a medianoche su novia entre reproches intentando no despertar a su madre, y, agobiado, recuerda algo del libro sobre “hacer sufrir a los seres queridos”. Entonces sin más le da una ostia a su novia con la mano abierta en plena cara, y al ver que de repente ésta se ha callado y que la cosa le ha gustado, le da un puñetazo más y se va hacia su cuarto para caer rendido en la cama.

 

Nada más abrir un ojo al mediodía notando un intenso dolor en todas partes y un profundo sufrimiento, se siente tan mal y desesperado que se le pasa por un instante por la cabeza salir a la calle con un gran cuchillo de cocina y protagonizar una de esas masacres indiscriminadas a lo yanqui que perpetran a la menor eventualidad los tarados y amargados de aquel gran país. Pero pronto se tranquiliza, calma su rabia y decide desistir, pues sabe que además de ser un cobarde, en el fondo no es mala persona. De hecho, se siente fatal al recordar la ostia que le dio a su novia la noche anterior y llora al pensar que la pobre no sólo no ha querido denunciarle ni decírselo a su madre pese al moratón en el ojo, sino que se ha ido a dormir al sofá y no ha querido despertarle por la mañana para no molestar.

 

Sintiéndose profundamente culpable, decide que ahora sí que va a hacer algo y su primera medida en este nuevo día de reparaciones, se le muestra clara y diáfana pese a la resaca: a tomar por el culo el libro. Abre la ventana y lo tira desde su cuarto piso, mirando antes de no darle en la cabeza con él a algún pobre desgraciado y deseando encarecidamente que ningún otro lo recoja y siga sus malditos pasos. En su caso por lo menos, se le hace más que evidente que nunca iba a hacer de él un verdadero hijo de puta, como no podría hacer de él un santo. Hay libros que sí pueden hacer de uno tanto una cosa como la otra, pero para eso hay que tener una base y una materia prima de la cual carece un tío vulgar y mediocre como él, y esos no están ni estarán nunca a su alcance. Y es que de hecho ningún libro de autoayuda de los que se venden habitualmente puede hacer de una persona normal y corriente un hijo de puta, ni un triunfador, ni un hombre feliz. Y no sólo porque sean más o menos malos, sino porque es imposible.

Consulta la comparativa de eReaders en Español, más completa de internet.

Podría interesarte...

 

 

 

 

 

Obra colectiva del equipo de coordinación ZonaeReader

También en redes sociales :)