Relato 31 - La Mudanza

La mudanza

 

 El piso me encantó desde el primer momento. Llevaba tres semanas buscando casa en esta zona de la ciudad y con un precio que se ajustara a mi presupuesto; este lugar formaba parte de mi lista, y cuando llamé la señora me atendió enseguida y quedamos en verla por la tarde. Era un coqueto apartamento de una habitación, cocina americana y tonos claros, perfecto para mí. Tenía el silencio característico de un interior y mucha luz gracias a unos patios amplísimos; lo que más me gustaba era el olor que había en todos los espacios, como a incienso de rosas.

La dueña era una mujer mayor, de unos 75 años, con una larga cabellera canosa recogida en una trenza, y una forma de hablar pausada y amable. Me dijo que llevaba muchos años viviendo allí, pero ahora se marchaba a otra ciudad, y como era soltera había decidido alquilar la vivienda.

El caso es que en cuanto lo vi me dije, “este es”. Negocié con ella de inmediato para poder entrar a habitarlo, firmamos contrato al día siguiente, el jueves, y busque enseguida la empresa para hacer la mudanza el fin de semana, total, ya lo tenía todo en cajas guardado en un trastero.

El sábado subimos todo en el camión, y yo me adelanté para ir abriendo el piso. Cuando llegué el portal estaba abierto así que pasé de largo, pero cuando introduje la llave en la puerta de mi nueva casa no sirvió. Ni siquiera encajaba en la cerradura. Probé las otras llaves por si estaba equivocada, pero no servían. Intenté varias veces, nada.

Toqué el timbre ya nerviosa por si mi casera estaba dentro aún. Sin respuesta. Diez minutos después los de la mudanza me llamaban al teléfono porque estaban abajo. Desesperada, timbré en la puerta de enfrente, un señor también mayor me abrió, le dije que me disculpara, que era su nueva vecina de enfrente, que le tocaba porque no sabía qué pasaba ya que la puerta no me abría, y le mostré las llaves para que no desconfiara. Me miró con extrañeza y sorpresa, me preguntó que cómo y quién me había alquilado ese piso, le repliqué que lo había visto tres días antes, y me lo había arrendado una señora mayor encantadora que seguro conocía…

El señor me respondió con voz grave que allí no vivía nadie desde hacía 4 años cuando Providencia, la dueña del piso, había muerto sola, sin que nadie se diese cuenta hasta una semana después por el hedor…

 

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