Relato 12 - Unas vacaciones misteriosas
Unas vacaciones misteriosas
Nos preparábamos para salir, María había estado toda la mañana intentando que Louis se comiese el puré antes de montarse en el coche, mientras tanto Pedro y yo nos encargamos del equipaje. A las 15:30 salíamos apresurados, el tiempo se nos había echado encima sin darnos cuenta.
Llevábamos años queriendo hacer un viaje en familia, pero nunca conseguíamos el dinero suficiente, hasta este año, gracias a un artículo que me publicaron en una revista de prestigio.
Habíamos pasado días decidiendo cuál sería nuestro destino, hasta que por fin todos lo tuvimos muy claro, reservamos dos habitaciones en uno de los hoteles más conocidos de la Selva Negra en Alemania.
Vivíamos a unos 450 km, así que tardamos en llegar unas 6 horas. Aquello era precioso, había unos paisajes increíbles y el hotel era fantástico. Todo parecía tan perfecto que jamás hubiéramos imaginado los sucesos que más tarde acontecieron. Como llegamos por la noche, fuimos directamente a la cama para descansar.
Yo dormía en una habitación sola, mientras que María, mi hermana, dormía en otra habitación con Pedro y Louis, su marido y su hijo.
Al día siguiente decidimos hacer una excursión por la montaña, en el hotel nos habían dicho que iba a ser una experiencia inolvidable, y os aseguro que así lo fue.
Subimos por un camino estrecho que atravesaba toda la montaña. María iba la primera con Louis, le seguía Pedro y en último lugar, iba yo.
Cuando llevábamos una hora caminando, el cielo se nubló de repente y comenzó una tormenta, necesitábamos refugiarnos en algún lugar antes de que nos cayera un rayo o cogiésemos una neumonía por la lluvia.
Pedro vino corriendo, había encontrado una cabaña cerca de allí en la que podíamos escondernos hasta que pasara la tormenta. En la cabaña no había gran cosa, un par de sillas, una mesa, una chimenea y algunas sábanas rotas. Se estaba haciendo de noche y la tormenta continuaba, así que tuvimos que pasar la noche allí.
Llevábamos unas horas durmiendo, cuando oí un ruido muy extraño, me levanté del suelo y miré por la ventana, no había nadie, me quedé un poco preocupada, pero me volví a dormir. Mas tarde volví a oír un ruido pero más fuerte que el anterior, asustada fui a despertar a mi hermana y a su marido, pero cuando llegué al lugar en el que se habían dormido ya no estaban. Los busqué por todas partes, salí fuera de la cabaña, ya no había tormenta, el cielo estaba despejado pero ni rastro de María, Pedro o Louis.
Bajé al hotel corriendo y pregunté si habían aparecido por allí, pero la respuesta fue negativa. Llamé a la policía para que me ayudara en la búsqueda. Volvimos a subir al lugar donde estaba la cabaña, pero cuando llegamos la cabaña estaba en llamas, la policía llamó a los bomberos que no tardaron en venir y en menos de una hora habían apagado el fuego.
La policía investigó las causas del incendio y llegó a la conclusión de que había sido provocado. Intentaron buscar pistas entre las cenizas, y lo único que encontraron fue un colgante con el nombre de María, era el colgante que Pedro le había regalado a mi hermana el día de su aniversario.
La policía me hizo una serie de preguntas, entre ellas, me preguntó si antes de irme de la cabaña había visto algo extraño, hice memoria y me vinieron a la mente unas imágenes de pisadas que había pasado por alto al bajar hacia el hotel, ya que estaba demasiado preocupada por lo acontecido, pero recordando las formas de las pisadas, me di cuenta de que eran demasiado grandes para ser de una persona y además tenían una forma muy extraña. A pesar de los esfuerzos por encontrar pistas, la policía no pudo resolver el misterio y el caso quedó archivado.
Me quedé en el hotel 5 días más, para ver si se encontraba alguna otra pista. El día que me marchaba, el recepcionista del hotel me dio una carta, la cogí extrañada y comencé a leer: Querida hermana, siempre te querré, María.
No podía respirar después de leer estas palabras, le di la vuelta a la carta intentado encontrar alguna pista y vi unas manchas rojas de sangre en una esquina.
Mi nombre es Giselle Biermann y esta historia que os he contado, fue un sueño.