Relato 11 - El juego

 

EL JUEGO

 

 

 

            El 12 de marzo de 2025, a las 13:30, Gerard Tourel fue despedido de su empleo. Exactamente 27 días, 4 horas y 54 minutos después entraría en la historia al convertirse en el primer ser humano en visitar lo que hasta entonces era conocido como XF12490B2H, posteriormente Nueva Tierra y un par de siglos más tarde Arcadia... El hecho en si ha quedado registrado pero, lo que realmente nos importa es ¿cómo empezó todo?

 

            Como es bien sabido, existe una competición en la galaxia que se desarrolla desde hace eones. Hay una lucha inmemorial entre civilizaciones que nadie recuerda como empezó. Las distintas culturas están agrupadas en dos bandos básicos, todas toman partido por uno u otro y en milenios pocos cambios ha habido, exceptuando, claro está, la Era de Beeblebrox, cuando sectores enteros de planetas, encabezados por Richmanne IV de Kronos, se cambiaron la chaqueta aprovechando la explosión de una supernova en las inmediaciones de Dagobah, planeta sede de los Innombrables, pero eso es otra historia, y no es el momento de narrarla.

 

            Gerard Tourel era un hombre como cualquier otro, un poco más alto de la media y un poco menos listo que la mayoría. Llevaba años trabajando en el sector postal y debido a la enésima reestructuración de personal desde 2011, el llamado Año de la Crisis Global, finalmente terminó despedido.

            La depresión de Gerard le llevó a entretenerse con cualquier cosa que le produjera evasión: primero lo intentó con los videojuegos, pero los halló repetitivos y cansinos; más tarde con la lectura, pero era demasiado complicada para él; después con la televisión, pero no tenía suficiente sustancia y se perdía en la infinidad de canalesi... finalmente lo intentó con las muñecas Perky Pat, publicitadas aquel año con la frase“una evasión sexual sin límites”, pero su esposa fue quien le impidió seguir usándolas. Solo le quedaron las drogas.

            Para quien no lo sepa, os recordaré que en 2023 se descubrió el soma, una droga que pronto se haría de consumo habitual, pues se decía de ella que un gramo curaba diez sentimientos melancólicos y que tenía todas las ventajas de la religión o del alcohol (y ninguno de sus efectos secundarios). Gerard cometió el error de tomársela con una bebida carbónica de color oscuro que no me es permitido nombrar, y el soma reaccionó de tal manera que en lugar de sumirlo en el placentero sueño, lanzó su duplicado psíquico al espacio a tal velocidad que fue captado por una nave Tuvense que bordeaba el Cúmulo de Centauro.

 

            Los sensores priónicos de la nave pronto vieron el potencial de Gerard, un potencial que ni él, ni su esposa, ni sus padres, ni por supuesto sus profesores habían visto nunca y, quebrantando la regla que prohibe que un planeta que no haya alcanzado el vuelo interestelar pueda participar en el Juego, decidieron reclutarlo como su mejor baza en miles de años.

 

            Los tuvenses, por si alguien a estas alturas no lo sabe, son unas gigantescas cucarachas de dos metros veinte de estatura, que se alimentan principalmente de un moho verdoso que crece en su planeta natal. Llevan grandes cantidades de ese moho en sus naves y por ello son blanco de las burlas de los demás viajeros intergalácticos, pero la verdad es que cualquier otro alimento les produce una intoxicación que los mata en cuestión de segundos. Aparte de eso los tuvenses son unos grandes aficionados a un juego de mesa llamado pik consistente en mover unas piezas de colores por un tablero de 50 metros de superficie... en fin, una diversión como cualquier otra.

 

            Pero vayamos a lo que realmente importa: Tenemos a Gerard Tourel dormido en su cama, su mujer aprovechando para jugar con la muñeca Perky Pat que había guardado convenientemente en un armario, y a una nave tuvense de 4,5 km de longitud en suspensión sobre un bloque de apartamentos de una ciudad cualquiera. Como podemos suponer, el descontrol fue total;  aparecieron los bomberos, la policía, un grupo de chavalines intentando robar los tapacubos de la nave y dos docenas de periodistas con sus correspondientes equipos móviles. Todos ellos observaron con el rostro descompuesto como el sargento Xcvvbgff y un par de reclutas, bajaron de la nave con sus 14 patas prensiles, entraron en el bloque de pisos, treparon por la escalera desconchando las paredes, derribaron la puerta del piso, entraron en el dormitorio y se llevaron a Gerard a la nave, saliendo por la ventana y dejando a su mujer  medio desnuda y presa de un ataque de nervios. Todo ello en un tiempo menor del que he empleado para describirlo.

 

            Una vez lo tuvieron a bordo, partieron a toda velocidad, convirtiendo dos cuartas partes de la ciudad en polvo ionizado y en menos de 20 minutos, gracias sus generadores cuánticos antimateria, se hallaron a 6 años luz de la Tierra. Como supongo que os habrá extrañado la gigantesca velocidad que pueden alcanzar esta especie de cucarachas, creo que os debo una pequeña explicación: Hace ya un millón y medio de años, milenio arriba milenio abajo, que Yurioth Piscoffg, una medusa cerébrica de Cincsor, descubrió que si bien la cantidad de energía producida por una reacción de fusión es inmensa, la aniquilación materia / antimateria en un espacio controlado genera priones que son susceptibles de ser manejados mediante campos magnéticos para producir impulso. Gracias a la ayuda de la tecnología de la época que poseían sus amos, los Señores de la Mierda (los matices del nombre del clan se pierden en la traducción), Yurioth Piscoffg construyó el primer motor interestelar factible, comenzando así la llamada Segunda Oleada de movimiento entre sectores estelares (la segunda, por que hay constancia de una civilización anterior que dominó la galaxia, hoy en día desaparecida y cuyos datos se pierden en las leyendas que permanecen agazapadas entre el polvo estelar).

            La técnica de Yurioth Piscoffg se basaba en usar la antimateria para crear una  curvatura, un "atajo" de un punto a otro. Las naves equipadas con sus motores (todas, evidentemente, pues es el único método que se ha descubierto para viajar cómodamente por el espacio) no violan la teoría de la relatividad, pues la nave en sí misma no viaja a velocidades superlumínicas, sino que es el propio tejido espaciotemporal el que se deforma, arrastrando a la nave consigo.

 

            Los tuvenses son muy respetuosos con la burocracia galáctica y lo primero que hicieron, después de despertar al pobre Gerard con una inyección de Especia Melange del planeta Arrakis,   fue solicitar los permisos pertinentes al Registro Intergalactico de Actividades No Permitidas para que Gerard pudiera incluirse en su bando y convertirse en el primer participante humano del Juego. Para que lo aceptaran incluyeron el detalle del vuelo de su cuerpo psíquico por el espacio profundo, entre el Cúmulo de Centauro y las estrellas gemelas de Gamma 10, por tanto, y aferrándose al articulo 14 punto 3 del Código de Supuestos para la Inclusión de Nuevos Participantes, que afirma que “cuando una civilización alcanza el vuelo interestelar de modo que pueda moverse entre dos estrellas vecinas en un tiempo inferior al que necesita un croco para devorar una hamburguesa de filiocilios, se le permitirá ser incluida en el Juego”. Un detalle para los que no estén puestos en zoología exoterrestre; un croco es un reptil de unas dos toneladas usado como mascota en los planetas centrales del Imperio Carmesí, y una hamburguesa de filiocilios es un plato muy delicado que solía servirse en los primeros tiempos de la Gran Revuelta, cuando los cyborgs de Erutran conquistaron a sangre y fuego los mundos gaseosos del Sector de Terminus.

 

            Aferrándose a ese artículo, el Gran Senado para el Juego permitió la inclusión de Gerard en el Bando Blanco, al que pertenecía la cultura tuvense, y fue presentado solemnemente a la Gran Emperatriz del Sector Norte de la galaxia, para que tuviera constancia de su mejor arma en milenios. La Emperatriz se sorprendió gratamente al ver un humano, pues su información sobre ellos se basaba en las observaciones de uno de los incontables monolitos que en tiempos pretéritos se desperdigaron por el espacio para macar las fronteras del imperio. En el cráter Tycho de l Luna se instaló uno hacía milenios y los últimos datos que había mandado sobre los humanos los mostraba cubiertos de pelo y viviendo en cuevas. Gerard era bastante peludo, pero no tenia la pinta de haber pisado una cueva en su vida.

 

            Pero, os preguntareis, ¿en que consiste el juego? Es muy simple. Las civilizaciones crecen en sus planetas de origen hasta que llega el momento en que, gracias a su tecnología, son capaces del salto interestelar. A partir de ese momento aumenta el riesgo de encontrarse con otras civilizaciones, y cuando se encuentran... ¡aparece la guerra!  

 

            Y así fue: Estas guerras se prolongaron durante milenios, los bandos se unían, y se desunían, se aliaban y se exterminaban entre ellos... los contendientes no conseguían ningún progreso. Las primeras armas usadas eran los conocidos cañones de rayos (tan usados en la mitología terrestre de ciencia ficción): Se trata de proyectores que generan un invisible rayo de calor capaz de calcinar todo lo que se ponga a su alcance. Pronto estos proyectores pasaron de ser calcinadores a desintegradores, capaces de reducir la materia a sus átomos primigenios.

            La ciencia aumentó la potencia de esos rayos y de simples haces iónicos pasaron a ser rayos de taquiones, y gracias a ellos, los que poseían esa tecnología, conquistaron planetas a gran velocidad. Recordemos aquí las palabras del gran poeta de Bardalia, Yrubdrab, quien narró de forma magistral como “los cohetes vinieron como langostas y se posaron como enjambres envueltos en rosadas flores de humo. Y de los cohetes salieron deprisa los hombres armados de martillos, con las bocas orladas de clavos como animales feroces de dientes de acero, y dispuestos a dar a aquel mundo extraño una forma similar...”

 

         Pronto los bandos en guerra empezaron a prescindir de estas armas tan desagradables y la tecnología militar se decantó por los cañones magnéticos de plasma, que conseguían perforar las naves enemigas y liberar una substancia neurotóxica en su interior. La ciencia avanzó a pasos agigantados y los cañones magnéticos fueron sustituidos por armas relativistas, misiles de energía cinética y partículas prelumínicas. Estas últimas consisten en motas de polvo aceleradas hasta la velocidad de la luz, pues cualquier masa, por pequeña que sea, moviéndose cerca de la velocidad de la luz, se convierte en un arma formidable y es indetectable, ya que un objeto que se mueva a tal velocidad llegará al mismo tiempo que la onda que delatan su presencia.

 

         Pero desde siempre se cumple el axioma que afirma queel desarrollo de toda arma lleva aparejado el desarrollo del escudo para protegerse de la misma... Ello hizo que en la época del Desarme Definitivo, se abandonaran todas estas armas y se llegara  a una lucha más “civilizada”, mediante entes biológicos. Fue entonces cuando se desarrollaron en laboratorios secretos agentes biólogicos capaces de exterminar poblaciones enteras de planetas. Pero las distintas razas que pueblan la galaxia, sus distintas estructuras moleculares, el hecho que unas estén basadas en el carbono, otras en el amoniaco (o casos especiales como los hongos pensantes de Zincien, basados en la química del cinabrio) impedían que una arma biológica afectara a todos por igual; pues el mismo agente patógeno que mataba a los habitantes de Sigma Nova, mediante una diarrea inacabable, solo servía para engordar unos quilos a los pequeños cabezudos de Orion (también les generaba unos granos muy poco estéticos en su tercera nariz)

 

         Tras milenios de guerra, y a consecuencia de distintas alianzas y conquistas, consiguieron que todas las culturas galácticas se agruparan en dos bandos, los Blancos y los Negros. Tras más de 500.000 años de matanzas, se creo la Conferencia De los Mil Soles, donde durante 200 años debatieron una manera que no regresara la guerra, y entonces se inventó el Juego. ¿Y a partir de ese momento? El Silencio. Las civilizaciones galácticas, las autenticas, las que podían moverse fácilmente de un sistema estelar a otro (más de 10.600 en el último computo) guardaron silencio para no interferir en las civilizaciones planetarias que aun no habían descubierto como huir de su planeta, y los dos bandos esenciales se dedicaron durante milenios a buscar un campeón para que les representará en el combate singular que tendría que decidir el resultado de la contienda. El bando Negro encontró a su campeón en el helado planeta Hhhfelius, cuarto planeta de Betelgeuse. De eso hacía 6.500 años, por lo que permanecía en suspensión criogénica hasta que el bando Blanco presentara el suyo.

 

         Con la incorporación de Gerard Taurel, los dos bandos ya tenían sus campeones y el juego podía decidirse por fin. ¿Y después? La paz, la tan ansiada paz llegaría a toda la galaxia, y los dos bandos se unirían en uno, la Gran Emperatriz se asimilaría al Emperador Negro y ambos formarían el Emperoratriz, el Eterno Bifronte y la galaxia por fin estaría libre de guerras y de violencia... (al menos todo esto es lo que afirmaban las profecías).

 

            Veintisiete días después de desaparecer de la Tierra, y cuando aun allí se estaban preguntando que había ocurrido para que media ciudad despareciera del mapa dejando tan solo un cráter humeante, Gerard Taurel llegaba a lo que en nuestro plantea se conocía como XF12490B2H, un planeta del sistema de Arturo que muchos siglos más tarde se llamaría Nueva Tierra y finalmente sería conocido como Arcadia, tal como creo que he dicho.

            Gerard había sido mantenido apartado de todo el mundo durante estos días, había sido entrenado, alimentado, vestido y cuidado. En definitiva, había sido mimado por las más altas instancias del poder imperial. Descansaba a orillas de un río, entre escarpadas montañas. Se preguntaba si había muerto y había resucitado en aquel magnífico lugar, en aquel río inabarcable, que sin embargo abarca todo el planeta, y sus preguntas no obtenían respuesta. Pequeños sirviente moabitas le ayudaban en todo, pero callaban y no despejaban sus dudas. Finalmente llegó el gran día.

            Iba vestido con sus mejores galas. Una túnica de Zryk de Nemonia, fabricada a partir de las pequeñas hebras que generaban unos cangrejos de seis patas que vivían en la arena; unos pantalones de cuero de Fragolonte, un enorme anfibio que vivía en los mares de amoniaco de la tercera luna de Czon, patria de los Altos Patricios Rojos, y unos mocasines de piel de vaca, una vaca como cualquier otra, pues curiosamente se trata del único ser vivo que aparece en la cadena evolutiva de más de 1.000 mundos distintos, lo que le ha llevado a ser considerado el símbolo del Imperio Carmesí.

            Estaba en medio de un anfiteatro construido para la ocasión. En silencio, temeroso de lo que iba a sucederle a continuación, esperando el desenlace de un juego que duraba miles de años. Ante él, majestuoso con sus cuatro metros de altura y sus seis brazos, reluciente de aceite, estaba su contrincante,  el nativo de Hhhfelius.

            Los ojos de miles de millones de seres inteligentes de la galaxia los observaban y ambos sabían que de ellos dependía el destino. Si ganaba Gerard, la Gran Emperatriz formaría el 60 % del Emperoratriz. Si ganaba el nativo Hhhfeliusiano (ignoro su nombre, lo siento), seria el Emperador Negro quien formara la mayor parte del Eterno Bifronte. Parece un detalle sin importancia, pero importaba mucho de cara al futuro destino del imperio.

 

            Gerard se acercó a su contrincante hasta quedar a menos de dos metros de el. Lo observó con cautela. De sus siguientes movimientos dependería todo, pero sabía que estaba preparado para ello. Se concentró, tragó saliva y dijo: ¡Piedra, papel tijera!

 

            Y el destino del universo quedo zanjado definitivamente.

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Obra colectiva del equipo de coordinación ZonaeReader

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