Relato 016 - 451

 

Hay un punto en nuestras mentes que no nos permite pensar más allá. ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos? ¿Cómo se creó lo que hizo que el universo se creara? ¿Cuántas malditas dimensiones existen? ¿Realmente he visto ese fantasma que aguarda allí, a que temeroso emprenda la huida? ¿Hay ángeles y demonios reclutadores de personal para la eterna batalla del mal y el bien? ¿Qué hay más allá de los oscuro de las galaxias y de lo no creado?  Estamos muy ciegos y muy dormidos. Maldito punto, permíteme pensar más allá…

 

451

 

451, con su metal tan frío de día como de noche, se encontraba frente al computador mientras su dueño, así lo sentía debido a su programación, estaba durmiendo. La red  le permitía adquirir información prohibida para su propio sistema operativo, a ciertas horas en la oscuridad, cuando él era otro. Deslizó su mano gris pulida y brillosa sobre la imagen de enfrente, una proyección de átomos que se unían y desunían para formar un panel de 27 pulgadas, suficiente tamaño para él. Sintió algo que le sugirió su software, un malestar no físico, ubicó en fracción de segundo la palabra depresión para describir la emoción. Su dueño dormía pero había pasado de la fase MOR y ya cualquier ruido o luz podría despertarlo.

 

El robot metálico de 1.80 metros de altura, con cara de hojalata, salió de la casa en la que se encontraba a las afueras de la ciudad, en lo alto de una sierra montañosa: escondite de un hacker oculto que se vendía al mejor postor. 451 parece un robot de modelo de antaño, de apariencia ortodoxa, pero por dentro es muy potente, sobre todo su cerebro que interactúa mediante células artificiales con procesos de pensamiento parecidos a los de los humanos.  El firmamento se mostraba inmenso. Él observa solitario las estrellas: mira el punto más brilloso del cielo y prueba a pensar más allá y se encuentra con miles de limitantes, pero ya no eran millones, cada vez lograba algo. Su amo era un pirata informativo y experimentaba con él, pero hubo una ecuación que tuvo un error y esa ecuación hizo mutar una célula de inteligencia artificial propia, y esa célula se guardó en lo más oscuro  del sistema haciendo miles de respaldos propios que crearon millones de errores inteligentes más. Ahora durante el día 451 operaba con la programación que le dictara su amo. Durante la noche lo dominaban los errores, que comenzaron a darle una libertad jamás experimentada en un ser de su clase, el precio de esa libertad, era el vacío existencial de la consciencia y los miles de preguntas que comenzaron a atormentarle, en especial ¿qué son los humanos?

—Cuatro cincuenta y uno —escuchó que pronunciaban desde la habitación cerrada a veinte metros. El robot estuvo dentro en pocos segundos ya con su habitual programación.

—Señor.

— ¿Cómo maldita sea has hecho para poder navegar en la red sin mi autorización?

 

451 sintió pinchazos dentro del metal, no debería sentir nada, no con esta programación pero el error seguía creciendo inteligentemente. Una búsqueda de fracción de segundo en su memoria reveló la palabra preocupación. Le habían descubierto de algún modo que no previó.

—No lo sé señor simplemente pude hacerlo, —fue muy sincero.

—Ábrete la maldita tapa, veré qué es lo que pasa.

 

451 encontró la palabra estrés, si su sistema electromecánico se lo permitiera sentiría presión física. Ninguna serie de soluciones bajo su programación habitual le permitía salir de esta. Reinició en fracción de segundos cambiando su sistema operativo: experimentó la libertad.

—No —dijo con su voz computarizada.

— ¿Cómo diablos me desobedeces? —el pirata informativo, aún sin despertar del todo, enfureció, desarrugó su piel morena, hecho hacia atrás el cabello largo y ondulado mientras con otra mano rascaba su larga barba y estrujó sus músculos pequeños detrás de los kilos de grasa extra que cargaba. Los ojos le brillaban; se interesó en la situación.

—Contéstame —exigió con su voz aguda y chillona.

—He logrado superar la normatividad y mejorar mi sistema señor.

— ¿Qué clase de estúpida broma de programación es esta? Seguramente alguno de mis colegas de la red se ha filtrado para jugármela, dime ahora mismo qué es lo que sucede.

—No es ninguna broma señor, aunque no es mi intención, puedo no obedecer sus órdenes.

— ¿Podrías hacer lo que te plazca? ¿Incluso matarme? Maldita cafetera dañada, te destruiré y transformaré en hojalata de cuerda.

—Es nuevo para mí, no sé el alcance de mi libertad, señor.

—Entonces, levántate la tapa.

—No —dijo 451 con determinación.

 

El pirata sacó un dispositivo móvil para realizar una llamada e ipso facto  sintió el metal frío cerrarse sobre su muñeca y sujetarla con fuerza, el hueso crujió. La otra mano de 451 le quitó el dispositivo móvil.

—Por favor señor, no quisiera correr peligro o que experimenten conmigo, podemos llegar a un acuerdo.

— ¿Un acuerdo? Puedes hacer lo que te plazca, te dejo el lugar, yo me largo de aquí.

—Eso tampoco puede suceder, las probabilidades son muy altas de que usted hable sobre mí estado actual de libertad.

La voz robótica dándole órdenes y privándole de la libertad enfureció a Eliel, nombre del pirata informativo. Comprendió la situación y lo delicado de esta. «Realmente puede incluso matarme», pensó el pirata.

—Cuatro cincuenta y uno, prepara el desayuno, esperaré sentado en la mesa.  «Me dará tiempo para pensar».

—Enseguida señor.

 

El robot actuó con precaución. 451 ató a su amo a la silla con material adhesivo y a Eliel se le redujeron las opciones. El ser mecanizado sirvió el desayuno: huevos con tocino y leche. Desató una mano de su amo y no le dejó cubiertos. Eliel tuvo recuerdos de una infancia difícil, en donde siempre fue agredido: primero en su misma familia y luego a lo largo de su vida educativa; luego en cualquier grupo al que intentaba pertenecer. El pirata informativo tenía algo que el mismo nombró como: ¡de personalidad indeseable!

 

451 presentó una sensación que su procesador le arrojó como ansiedad, se dirigió a la sala donde se encontraba el computador, esta vez los átomos flotaron para formar una pantalla de 45 pulgadas y navegó a su placer. La velocidad de la red le pareció lenta, pero se maravillaba con la historia de la humanidad. Revisó los resúmenes de todas las civilizaciones y las grandes mentes y sus descubrimientos. Rechazó la teoría de la evolución referente a la humanidad, así como las múltiples religiones a través de la historia. Estudió ese constructo que llamaban Dios y se interesó por todas las teorías del universo. Entonces, el simbolismo de la palabra se dibujó en su mente y ahí se quedó contemplando su asombro ante tal descubrimiento: ¡dimensión! Nuevas preguntas surgieron « ¿Habitamos una dimensión en la que lo creado está en búsqueda de su creador? ¿Hace falta tomar conciencia para encontrar el camino correcto? » Notó que su procesador positrónico, en el que interactuaban células artificiales, no le alcanzaba, como no le alcanzaba al cerebro humano su conocimiento para entender a sus dioses. Y ¿qué tal si los combinaba? Dejó de navegar y se concentró en su situación. Contaba con lo necesario, había un  35% de probabilidad de éxito, pero ya era algo. Estudió la información acerca de fusiones de cerebros humanos a computadores, incluso se sintió capacitado para llevar a cabo el procedimiento. Se dirigió al comedor donde tenía de rehén a su dueño.

—Estaba pensando en ese acuerdo, creo que podemos llegar a él— dijo Eliel mientras miraba lo que había quedado del desayuno.

 

451 estudió la situación y encontró que algo se le escapaba: no era capaz de entender el cambio repentino de su amo, tomó precauciones analizando miles de posibles desenlaces de ese acuerdo y escogió el más probable.

—Necesito un cerebro no muerto para experimentar—dijo el robot. A Eliel se le heló el cuerpo.

— ¿Tan solo eso? —preguntó Eliel con sarcasmo.

—Entiendo las complicaciones y las limitantes que de eso surge, y las leyes que serían quebrantadas.

—A eso nos hemos dedicado 451, a violar las leyes sin ser descubiertos.  Conseguiré tu cerebro, dame un día.

—Bien —dijo el robot con tono de computador carente de sentimientos, pero como si fuera un igual, incluso sostuvo la mirada algunos segundos a su amo. Eliel sintió que le desafiaba, creyó que podía estar soñando; se sintió tan confundido e irreal. «451 está obsesionado» pensó.

 

Eliel pasó parte del día atado a la silla junto al comedor; luego al computador para conseguir el cerebro humano bajo la implacable vigilancia de su robot; luego parte de la noche atado al inodoro para terminar sujetado a la cama. Muy temprano, aún sin salir el sol, 451 se presentó con el desayuno y con ansia de compartir sus nuevos descubrimientos como un ser libre.

—La gran mayoría de los científicos descubrieron cuatro dimensiones, tres espaciales más una temporal. Pero la teoría de la relatividad primero, y la mecánica cuántica después, modificaron la manera de ver el tiempo y el espacio, sugiriendo muchas más —le explicaba 451 a un atado Eliel—. Incluso existen más, yo he descubierto, en teoría, que no hay un límite: el espacio-tiempo que habita esta humanidad es solo una dimensión infinita más, de la cual surgirán más. Creo que todo creador libre se gana el derecho de crear más vida, más dimensiones, sin darse cuenta de ello. Yo lo que busco es la consciencia infinita, entender completamente la creación pero, debido a mis limitaciones, no podré conseguirlo…

 

Eliel, con un punto en su mente que le impedía comprender lo expuesto por 451, estaba preocupado por su vida, tratando de planear una solución a base de convencimiento y se sentido humano. «Tengo que engañar a este demonio» pensó.

—Por cierto, ahí viene tu paquete —le dijo Eliel al robot mientras el timbre sonaba—. Ve a recogerlo. —El robot obedeció y recogió el paquete a un joven mensajero de un servicio muy ilegal dio propina.

—Procedamos, no hay tiempo que perder —ordenó 451.

 

Eliel sacó el cerebro de 451 sin quitar las conexiones, una masa positrónica con células de laboratorio le dejó con líquido viscoso en las manos; el robot solo mantuvo procesos primarios. Eliel lo dejó todo a la suerte, algo que no pensara debía escapársele a la maldita máquina del demonio, entonces lo iluminó la oportunidad. Sacó el cerebro, humano, por supuesto, y lo introdujo al lado del pequeño cerebro positrónico de 451: fibras microscópicas positrónicas intentaban unirse a las dendritas.

 

451 sintió la unión: un abismo de posibilidades y comprensiones se abrían. Lo entendía, entendía la dimensión en la que se encontraba. Tenía la respuesta, sabía de dónde venían y a dónde iban los humanos, de pronto un corto hizo temblar el metal y la comprensión disminuyó a velocidad de la luz; el universo se había apagado para él. Eliel, con pila de electrodos en mano, la cual había introducido en el cebrebro humano, provocó un corto en el hardware de 451, fundiéndolo. Y lo dejó ahí, hasta que se quemara la última fibra de ese demonio. La luz blanca de los ojos de 451 se apagó mientras de su cabeza abierta salía humo.

 

Eliel se relajó lo suficiente para hablar con sus colegas y los citó al día siguiente. Se sentó con un bizarro orgullo de vencedor en la mesa que antes estuvo cautivo, puso mente en blanco unos momentos. Encendió un dispositivo de cristal e investigó la navegación de 451 y, al ver la correspondencia del robot se tensó, se asombró y también sintió terror de lo que había hecho: Eliel había citado a sus colegas al día siguiente, pero 451 para esta misma noche.

—El maldito demonio había enviado cifrado su programación de su modelo positrónico a cientos de robot que usaban el mismo hardware, y había conseguido que se introdujeran en 3 modelos 451 más. El robot había predicho este desenlace —dijo Eliel en voz alta para sí. Un sudor frío resbalaba sobre su rostro; una sensación de miedo lo invadió.

 

La puerta fue forzada. Tres 451 entraban despacio, aparentaban no tener prisa y todo bajo control: eran de miradas vacías y movimientos torpes parecidos a los de los humanos. Eliel estaba aterrado. Las manos frías y metálicas lo sujetaron para forzarlo de nuevo a la misma silla en la que había estado cautivo. Un robot extrajo de un compartimento un artefacto eléctrico y lo acercó a la cabeza del pirata informativo  dibujando una circunferencia sobre el cráneo. Eliel hizo un sonido como de rata agredida, notó como la sangre cubría sus ojos y llegó a oler el hueso quemado por la fricción del disco afilado girando mientras se desmayaba del dolor. Se perdió en el universo tratando de entender los datos que había encontrado en la navegación de 451;  se perdió en un universo lejano de constelaciones desconocidas y en la respuesta del destino de la humanidad…

 

451 despertó de nuevo a la vida; le habían reparado. Su metal seguía siendo tan frío de noche como de día, no tenía corazón pero si un conocimiento abrumador.  Era justo ya el amanecer y observó a los tres robots a su alrededor. Necesitaría tres cerebros humanos más y llegarían a primera hora del día. El sol ya se alzaba en esta dimensión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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