Relato 001 - Dualidad
DUALIDAD
Se acababa la primavera y el verano intentaba, a golpe de calor, ganarse el derecho a ocupar su posición. Los días se alternaban extrañamente; unos con temperaturas agradables y otros con brutales subidas del mercurio, para dejar luego paso de nuevo a otros días frescos. Alguien estaba jugando con el termostato del país, y las consecuencias podían ser demoledoras para según que especie.
Cuando Toño llegó a la centenaria casa del pueblo, lo primero que encontró fueron tres pájaros muertos en el patio interior. Crías de golondrina, que intentando dar sus primeros aleteos, habían sucumbido a los cambios climáticos desfalleciendo y perdiendo la vida. Posiblemente habían tenido que salir del nido antes de tiempo. Según las últimas noticias, de otro familiar que había pasado por la casa semanas antes, una golondrina adulta yacía sobre las escaleras, justo debajo del nido que estas acostumbraban a habitar año tras año desde que Toño tenía capacidad de observación.
Pero a la vez que estas habían perdido la vida, hordas de organismos mas pequeños habían encontrado un ecosistema en el que vivir, miles de mosquitos se arrellanaban por el patio, por cada pasillo, por cada techo abovedado, esperando el momento del siguiente festín de carne putrefacta de golondrina joven.
Encontrar moscas y mosquitos era algo usual en esta casa, también encontrar otro tipo de actividad animal, como arañas de diversos tipos, alguna lagartija desafiando la gravedad y corriendo por la pared, e incluso en algún momento algún ratón. Todo esto es lo normal en una casa centenaria, de vigas de madera y pozo en el patio, que en otro tiempo había tenido corral con gallinas, conejos, e incluso un burro que hacía décadas que había desaparecido.
Toño se esmeró durante un par de horas en dejar la casa aceptablemente limpia, al menos lo suficiente para poder vivir durante unos días de manera higiénica, utilizando productos químicos a mansalva para evitar, en la medida de lo posible, las picaduras que año tras año marcaban su cuerpo y el del resto de familiares que visitaban la casa.
Cuando pensó que ya estaba todo limpio, las moscas y mosquitos volvieron, era una batalla perdida incluso antes de haberla librado. Las golondrinas de otro de los nidos, mas resguardado, cruzaban por los pasillos y piaban dándose instrucciones y consejos. Toño entró en el comedor, abrió la nevera que en este se encontraba, y cogió una cerveza fresca y algo de chorizo picante para reponerse del esfuerzo de limpiar la casona.
Mientras tanto, en la alacena de la primera planta, los habitantes habituales de la casa mantenían una reunión secreta lejos de los oídos indiscretos de los humanos.
—Comencemos con la reunión, ¿cuántas bajas hay? — preguntó un viejo ratón de pelo gris que acababa de salir por un agujero de la pared.
—Hemos perdido cerca de 300 mosquitos, 50 moscas y 10 arañas, hay algunos mas con intoxicación severa, y eso solo en la planta baja. Del piso superior aun no tenemos noticias, creemos que nuestro informador ha quedado encerrado en el comedor. — respondió presto un moscardón, que dio paso a un pequeño mosquito para que completara la información.
—También hemos perdido las reservas de comida para las próximas semanas, las tres crías de golondrina han desaparecido, supongo que el humano se ha desecho de ellas. Necesitamos un plan de contención urgente para buscar nuevas vías de alimentos. — dijo el pequeño mosquito.
—Eso no es demasiado problema para nosotras ahora mismo. — irrumpió la mayor de las golondrinas — Todos vuestros caídos están siendo almacenados para servir de alimento a las crías que aún nos quedan. Es más preocupante, para todos, dispersar el gas venenoso que aun se acumula en el patio.
Por una rendija apareció en esos momentos una comitiva de hormigas, yendo la más grande de ellas en el centro, bien escoltada por sus compañeras.
—Creo que hablabais de las reservas de comida. Hemos localizado los restos de las crías de golondrina en el patio trasero. Podríamos rescatar gran parte de los restos, pero necesitaríamos apoyo logístico y la seguridad de no ser atacados mientras realizamos la misión.
—Supongo que podríais despedazar los cuerpos y necesitaríais ayuda para el trasporte, ¿cierto?
—Correcto, ya he enviado un par de batallones para empezar a sacar el alimento, en pequeñas porciones, de la bolsa. La mejor manera de trasportarlo sería cruzando la puerta, pero después de la última reforma esta queda bien cerrada y sin resquicios para traspasarla, y menos con carga. La otra opción es que las moscas sobrevuelen la casa y transporten los pedazos por el aire.
—Bien, podremos ocuparnos de esa parte. — Contestó el moscardón que había hablado con anterioridad.
Después pasaron al tema de la seguridad. Había un plan bastante preciso de cómo debían actuar que se pasaba de generación en generación, y que se repetía cada pocas semanas dada la corta vida de las moscas, las más perecederas de todos los animales que habitaban la casa.
La eficacia radicaba principalmente en los puestos de guardia de las golondrinas, ya que al tener un nido en cada planta, junto a los pasos más comunes para los humanos en estas, tenían vigilancia completa de los movimientos de los mismos. A partir de ahí, con una consecución de notas, se podía avisar de la actividad a toda la casa.
Ya llegaba la hora de la comida y Toño asomó por la puerta del comedor, silbando las notas que desde que era un crío había escuchado cantar a las golondrinas para avisarlas de que iba a pasar y no se asustaran, un ligero aleteo y la réplica a esas notas le indicó que se daban por avisadas. Entró en la cocina y se dispuso a preparar el almuerzo. Para salir de la cocina repitió el procedimiento y después de comer se echó la siesta, en un antiguo sofá que se acomodaba perfectamente a su postura, mientras que una ligera brisa entraba por la ventana.
Al mismo tiempo, las hormigas y las moscas trabajaban sin descanso para llenar sus despensas a costa de las crías de golondrinas caídas. Las golondrinas a su vez vigilaban desde los aires y hacían vuelos de reconocimiento por los pasillos, que en otro tiempo habían visto mucha más actividad humana y que posiblemente en unas semanas recobrarían algo de esa actividad por el periodo estival.
Llegó la tarde, y Toño, después de desperezarse, salió a la calle a dar un paseo con la fresca, que no era una persona del género femenino sino la temperatura que había bajado ligeramente dejando una sensación muy agradable. Cuando iba a salir por el portal vio que decenas de mosquitos yacían en el suelo y que un reguero de hormigas ocupaba toda la longitud del pasillo. Rápidamente cogió el bode de mata insectos y roció de nuevo el patio y el pasillo antes de salir. Hubo nuevas bajas para la comunidad animal de la casa, tantas que la población de moscas y mosquitos que había por la mañana se había visto reducida al 20% y la de hormigas a un 33%.
Al poco, el viejo ratón de la casa, que había excedido con mucho la edad que suelen alcanzar los de su especie, se encontró con la mayor de las golondrinas en la pileta de la fuente que el humano, Toño, había llenado con algo de agua limpia.
—Parece mentira, a nosotras nos avisa cuando sale de las habitaciones, e incluso vierte algo de agua para que bebamos y nos refresquemos. Y al mismo tiempo, es capaz de matar cientos de insectos. — Dijo la golondrina.
—Insectos que luego os sirven de alimento. — Respondió el ratón.
—Cierto. Pero no deja de ser extraño que elimine unas vidas, sin aprovecharse de eso, mientras que intenta proteger otras. Son curiosos estos humanos.
—Y que lo digas. Como sabes, soy tan viejo que conozco tu familia desde hace tres generaciones, he vivido ya catorce veranos. Todo un logro para un ratón de campo. Y todo ello no hubiera sido posible si no fuera por ese humano. Recuerdo que sería cuando estaba en mi segundo estío de vida cuando llegué a esta casa. Por circunstancias de la vida, llevaba días sin probar bocado y entré en la alacena donde hacemos las reuniones. En aquellos tiempos se congregaban en la casa hasta veinte humanos, imagínate el ajetreo, estuve a punto de morir pisoteado varias veces.
—¿Y el humano te salvó?
—No, escucha. Como por el día no podía salir de mi agujero, tenía que hacerlo por la noche para buscar algo de alimento. Una noche en concreto, mientras que desfallecido intentaba conseguir comida desesperadamente, el humano bajó para ir al servicio, y al encender las luces me vio. Yo no podía moverme, no tenía fuerzas. Estaba apunto de quedarme como tus crías, tirado en medio del patio y sirviendo de alimento para moscas y mosquitos. El humano se acercó más y me miró fijamente, creo que vio que me estaba muriendo ahí mismo.
—¿Y qué hizo?
—Subió a la cocina de arriba, que parece que es la que le pertenece, y bajó con un mendrugo de pan. Lo desmenuzó un poco frente a mí y el resto lo dejó junto a la pileta, que llenó con algo de agua. Después hizo lo que tenía que hacer y subió las escaleras silbando las notas que todavía hoy utiliza para avisaros.
—¿Las notas de alerta que llevamos utilizando en mi linaje desde que ocupamos el nido de arriba?
—Sí, esas notas. Él fue el que empezó a utilizarlas y a partir de ahí tus parientes empezaron a utilizarlas para avisar de que algún humano estaba cerca o iba a salir de alguna habitación.
—¿Fue él el que inventó la melodía?
—Exacto.
—Y lo del agua en la pileta… ¿lo hizo por primera vez para que sobrevivieras?
—Así es, aunque en algún momento también la utilizó para un galápago que trajo a la casa un verano.
—Entonces le gustan los animales, pero demuestra una inquina malsana contra los insectos, cada vez lo comprendo menos.
—La culpa fue de una araña, o al menos eso creo. Hace años le picó una araña, algo venenosa, en la oreja, y esta se le puso inflamada y con una costra terrible. La araña falleció en el momento del picotazo, ya que al ser este durante la noche, cuando el humano lo recibió, se volvió bruscamente aplastándola el cuerpo. Pero el humano no olvida, y como teme que vuelva a pasarle, cuando viene hace una limpieza a fondo de insectos.
—Son curiosos los humanos, una especie con muchos contrastes. — Concluyo la golondrina mientras que se oía como la puerta principal de la casa se abría.
Cuando Toño llegó a la fuente el ratón seguía arrimado a la pileta, la golondrina se había ido volando. Se quedó mirándolo fijamente y tras unos segundos habló.
—No te muevas y te traigo un poco de pan, no te preocupes, ya lo he hecho antes.
Silbó la antigua melodía mientras subía por las escaleras y bajó con un mendrugo de pan en una mano y un cepillo en la otra. Desmigó el pan frente al ratón y acto seguido se fue a recoger las moscas y hormigas que había en el pasillo principal.