Microrrelato 24 - LA SUEGRA Y EL GATO

Benigno se sintió aliviado cuando la puerta se cerró tras Antonia. Aunque nunca lo reconocería, lo que más le molestaba era que realmente tenía razón cuando lo acusaba de no conseguir un trabajo. 

 

Y es que a los cuarenta y cinco años y con una carrera de Historia del Arte estaba sin trabajo.

 

Primero, lo había intentado en diversos museos, pero fuese que la demanda era superior a la oferta o que los nuevos valores que cada año expulsan las universidades le superaban en conocimientos; lo cierto era que tras trabajar en una pinoteca menor durante diez años ésta había cerrado por falta de presupuesto y él había acabado en la calle. 

 

Tras año y medio de fracasos había decidido cambiar de sector. La necesidad le obligó. Media docena de currículums entregó en otros tantos restaurantes de comida rápida. Cinco no respondieron y el sexto le abrió los ojos. Saber de arte y vender hamburguesas no era compatible. 

 

Y mientras dedicaba su tiempo libre, que era casi todo, ¿para qué negarlo? al mantenimiento del hogar que compartía con la madre de su difunta mujer y un gato lo más limpio posible. Al menos que su suegra no le acusase de ser un guarro. 

 

Su madre, previsora mujer, le había inculcado el valor de las tareas hogareñas antes de dejarse vencer por una última crisis psicológica. Benigno, el mayor de cinco hermanos y con un padre camionero que dividía su vida entre la bebida y la carretera, había llevado el peso del hogar.  

 

Recordó cuando se había independizado pagándose la carrera con trabajos precarios y compartiendo vivienda con tres compañeros. Ahora, no había trabajo ni ganas de compartir piso con desconocidos, bastante tenía con su suegra y el maldito gato. 

 

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