Microrrelato 09 - El regalo de Reyes
«¡Por la cuna de Cristo, que nació por estos días! Que no hay mejor invento que… », dijo Leandro esforzándose por ahogar la risa tras el cuarto vaso de aguardiente. «… que éste», concluyó feliz porque el dolor en el dedo índice de la mano derecha casi había desaparecido. «Si hasta lo dijo el cura: el buen vino… Bueno, el buen aguardiente, digo yo, te calienta las tripas, alivia las penas y los males del cuerpo», añadió bajando aún más la voz para no despertar a su hijo que dormía al lado de la chimenea. Y de nuevo volvió a mirarse el dedo que ya se había hinchado.
Después de apurar un quinto vaso, y tras pensar otra vez en el regalo de Reyes del hijo del amo, un cachorro de mastín, volvió a la tarea que le había ocupado durante cerca de dos horas. «Tú no vas a ser menos que el señorito Carlos, hijo mío», murmuró apretando los dientes mientras miraba al chiquillo que sonreía en sueños ajeno a su empeño y a la miseria que imperaba en la única estancia de aquella casa de adobe.
Esta vez, al meter de nuevo la mano a través de la pared, con más esfuerzo a causa de la hinchazón, procuró aguantar la acometida del animal que defendía su madriguera. «Por fin», exclamó aliviado aunque más dolorido que antes.
Cuando sacó la mano del agujero, eran tres los dedos que tenía heridos. Pero sonrió al ver lo que sujetaban. «Mañana, hijo mío, cuando te levantes, el hijo del amo te envidiará, porque él solo tendrá un cachorro y tú tres», susurró mientras echaba en la caja, donde estaban las otras dos, la última cría de rata.
España, en un futuro enero no muy lejano.